Especialistas marplatenses descubren una de las diez especies marinas más importantes del mundo

Fotografía gentileza de Irigoitia:

Tras mucho tiempo de observación, tres especialistas marplatenses descubrieron una especie que integra la lista de las 10 especies marinas más importantes del mundo para la ciencia. Se trata de un parásito muy particular que sólo tiene como hospedador a una especie de rayas argentinas. Dialogamos con Manuel Irigoitia, uno de los descubridores de este particular animal para conocer más sobre el hallazgo.

Juan Timi, investigador principal, junto a la investigadora asistente Verónica Taglioretti y a Manuel Irigoitia, becario postdoctoral del CONICET, los tres integrantes del Laboratorio de Ictioparasitología en el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC, CONICET-UNMDP) son quienes hallaron al copépodo “Dendrapta nasicola”. Dada la relevancia del hallazgo, este se encuentra en la lista de las 10 especies marinas más importantes del mundo según Word Register Marine Species (Worms), publicada el 19 de marzo, conmemorando además el Día del Taxónomo.

Irigoitia explica que este organismo vive como parásito obligado, es decir que no sobrevive si no es en el cuerpo del hospedador. Además tiene las características propias de un crustáceo y agrega: “sería un pariente del cangrejo y los ricos langostinos, langostas y camarones, pero está adaptado a vivir a expensas de otro organismo, en este caso una raya de la especie Bathyraja scaphiops”. Y además tiene una especificidad muy alta: “Esto quiere decir que “elige” muy bien a quién parásita; sólo lo encontramos en una sola especie de raya a pesar de haber examinado otras 20 especies”, agrega el especialista.

Otro dato interesante es que por su modo de vida parásito, estos copépodos tienen modificadas sus piezas bucales y apéndices. “En el caso de Dendrapta nasicola, las maxilas están muy ramificadas y se desarrollan adentro de las fosas nasales de la raya que lo hace ver como un piercing, pero un poco más molesto”, ilustra el biólogo. Esta morfología “rara” que sólo comparte con un congénere motivó que se destaque del resto de los candidatos.

Las rayas que parasita Dendrapta nasicola pertenecen al grupo de los elasmobranquios, que desde hace un tiempo son muy consumidos en las pesquerías marinas, lo que genera un inconveniente, porque son organismos vulnerables a la explotación intensiva. Son de crecimiento lento, se reproducen en estadios avanzados y tienen poca descendencia, en comparación con los peces óseos -como el cornalito o la merluza-. Por eso, si no existen regulaciones en torno a la pesca de estos organismos tanto las rayas como sus parásitos se ven en peligro. ”Dendrapta nasicola al ser “muy específico” depende exclusivamente de la supervivencia de, hasta ahora, su único hospedador registrado, la raya Bathyraja scaphiops”, agrega Irigoitia.

Manuel investiga parásitos de rayas desde que se inició en la ciencia, siempre con el fin de utilizar estos organismos como indicadores biológicos. “En la actualidad estoy trabajando con unos parásitos que pueden infectar a los humanos del género Anisakis, también conocidos como parásitos del sushi”, añade el especialista.

Identificar y describir nuevas especies tiene un valor en sí mismo, porque contribuye al conocimiento de la diversidad de formas de vida que habitan nuestro planeta, incluso cuando se habla de parásitos. Además estudiar las especies parásitas permite poner en evidencia cuestiones relacionadas a la biología de los hospedadores, por ejemplo la existencia de distintas poblaciones, dato de vital importancia al momento de definir políticas de manejo pesquero, sobre todo en especies vulnerables.

En el caso de las rayas del Mar Argentino y de los peces cartilaginosos en general, la información disponible sobre parásitos es escasa, en comparación con otros organismos, y además está fragmentada. “En la actualidad estamos atravesando una “crisis de la taxonomía”, que es la disciplina que se dedica a la clasificación y ordenamiento de los organismos, en la cual cada vez menos científicos se dedican a nombrar y describir especies porque suele tener menos impacto que otro tipo de investigaciones”, explica el becario.

Paralelamente cientos de especies se extinguen por causas humanas sin que puedan ser descriptas. En este contexto, identificar y describir especies cobra un especial sentido, más aún tratándose de organismos vulnerables a la explotación pesquera intensiva. Además en el caso de los parásitos la identificación es clave para estudios posteriores o a la hora de utilizarlos como indicadores biológicos de sus hospedadores.

Pero una especie nueva no se descubre de casualidad, hay mucho tiempo de observación detrás de este hallazgo. Manuel cuenta que el trabajo de parasitólogo implica muchas horas frente a la lupa buscando “bichitos chiquitos”. Una rutina para descubrir la comunidad que vive dentro de cada pez.

“Creo que lo fascinante de la parasitología es que nos permite evidenciar en un único individuo, un simple pescado, la complejidad de la biología, con todas sus relaciones “ocultas” y ciclos de vida de lo más diversos. Parafraseando a un gran parasitólogo, cuando miramos “un pez nadando” no vemos sólo la belleza de ese organismo, sino una comunidad de organismos cuyas relaciones han sido moldeadas por años de evolución”,  reflexiona el biólogo.

Manuel cuenta que es muy gratificante el trabajo que llevan a cabo, particularmente poder encontrar nuevas especies de parásitos y aportar al conocimiento de sus hospedadores a partir del estudio de su parasitofauna. Y pone especial énfasis en el intercambio que se da en el espacio físico del laboratorio, y que, como el resto de las actividades, se vio interrumpido con la llegada de la pandemia al país. ”El año y pico de pandemia ha puesto en dimensión la necesidad de esas charlas e intercambios con colegas y amigos, espero que superemos todo esto pronto y nos volvamos a encontrar con “las manos en el pez” de nuevo”, concluye Irigoitia.

 

Fuente: Departamento de Comunicación CONICET Mar del Plata

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