Patrimonio arquitectónico: un origen epidémico y la conservación que nos hubiera convertido en “una ciudad única en el mundo”

 

A principios del siglo XX, Mar del Plata se encontraba rodeada de mansiones construidas por personas con alto nivel adquisitivo que venían a veranear, o a escapar de las enfermedades que asolaban a Buenos Aires y otras grandes ciudades. Hoy, lamentablemente, muchas de las típicas casonas fueron demolidas.

Una de las que se conserva, en este caso como museo, es la Villa Ortiz Basualdo, declarada Monumento Histórico Nacional. Esta propiedad representa una época dorada de la ciudad y su arquitectura.

Desde Portal Universidad, dialogamos con Felicidad Paris Benito,  Arquitecta y Docente de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño (FAUD) de la Universidad Nacional de Mar del Plata, quien explicó que la Villa Ortiz Basualdo, “es uno de los pocos ejemplos que nos queda de una época magnífica de la ciudad”.

 

 “Es una obra sensacional que en sí misma, el mobiliario que tiene es único, está bastante completo, aunque no pasó lo mismo con el edificio”, afirmó.

 

La casa fue construida en Mar del Plata en 1909, aunque años después la construcción fue modificada, como así también la planta baja, “perdió las características singulares de lo que era ese edificio”, destacó la docente, a lo que añadió que, “igualmente la podemos contemplar por su magnificencia como una maravilla.  Es de la época de las mansiones, los veraneos, del pintoresquismo, es una obra sensacional que en sí misma no solamente es el edificio sino también el contenido del mismo”. 

Paris Benito, sin embargo, detalló que “el mobiliario que tiene es único, está bastante completo, pero no pasó lo mismo con el edificio. El edificio lamentablemente en un momento de la historia fue modificado, toda su planta baja lo fue, pero no se hizo bien y perdió las características singulares de lo que era ese edificio”.

 

La Villa, “forma parte de un repertorio magnífico y si hubiéramos conservado sitios como este tipo de edificios seriamos una ciudad única en el mundo, por que tuvimos obras de muchísimo valor y significado”, declaró.

 

La arquitecta comentó que el constructor Alula Baldassarini fue quien realizó las remodelaciones del ahora museo, “hizo obras de muchísimo más escala, poder e impronta significativa en la ciudad y han sido demolidos”. En el caso de la Villa Ortiz Basualdo, señala que “se salvó porque fue una donación que hizo la dueña al municipio y este se hizo cargo convirtiéndolo en el Museo Castagnino, esa fue su salvación”.

En cuanto a su construcción, se hizo íntegramente en Mar del Plata, “pero los materiales del interior eran traídos de Europa, sanitarios, maderas y carpintería. Incluso mobiliarios, tapices. Es decir, todo el equipamiento fue importado. De a poco, se fueron asentando artesanos que fueron haciendo los trabajos acá, pero en un principio fue todo importado”.

La epidemia, uno de los motivos de la rica arquitectura marplatense

En tiempos actuales de pandemia por COVID-19, resulta llamativo encontrar como fundamento de los grandes patrimonios arquitectónicos marplatenses a una epidemia, en ese caso de fiebre amarilla.

Como cuenta Felipe Pigna en su página “El Historiador”, “la fiebre, llamada amarilla por la ictericia que viraba el color de los enfermos, se extendió rápidamente por los barrios más populares de la Capital. El número de muertos se fue incrementando día a día hasta llegarse el 10 de abril al récord de 563 muertos en un solo día. Los hospitales colapsaron y hubo que fundar un nuevo cementerio que se creó en la Chacarita de los Colegiales”. Esta situación de finales del Siglo XIX fue uno de los desencadenantes de la mudanza de familias adineradas hacia nuestra ciudad.

En esa época convivían “la ciudad de la gente con dinero y del escape de la fiebre amarilla” y se edificaron grandes casas del estilo a lo que se estaba viviendo. Ya en 1880 había llegado el ferrocarril, por eso los temores y recaudos que había ante la epidemia trágica de Buenos Aires.

Según reconstruye la arquitecta Paris Benito, “había que proveer a la ciudad de un montón de equipamiento, generar nuevos sitios para recibir a la gente y que no se enfermara. Entonces, aparecieron el Unzué, el Marítimo, el Solarium, que son edificios para la salud, tratamiento de la tuberculosis, chicos huérfanos, etc. Mar del Plata nace así y, en torno a eso todo, el movimiento la gente“.

La docente expresa, por último, otra característica de aquellos tiempos y es que la ciudad fue pionera en instalarse directamente frente al mar. “En este caso, y pese a lo que se ha dicho, no es copia de nada, su crecimiento se dio en conjunto con otras ciudades balnearias frente al mar, tanto argentinas como del resto del mundo”.

De esta forma, y ya sobre la primera década del 1900, Mar del Plata también se convirtió en la ciudad del veraneo de los argentinos y empezó su rumbo que hasta el día de hoy seguimos construyendo.

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