Sebastián Chilano y “Los Preparados”, entre la literatura y la medicina, la vida y la muerte

Foto: Télam

 

“Sí, coincido, se trata de la vida y la muerte, coincido plenamente”, comienza diciendo Sebastián Chilano. Así, responde sobre la apreciación de su entrevistador, Martín Kobse, acerca de un capítulo de su libro “Los Preparados” que transcurre en un casino y que protagoniza un médico que allí trabaja, al cual le ocurren todo tipo de cosas.

Chilano es oriundo de Mar del Plata y, a sus 45 años, reparte sus tareas entre ser médico clínico y escritor. Sostiene su blog “Falansterio” y es parte de la librería El gran pez. En su última novela, como en su vida, también se mezclan la autorreferencia, con los personajes y las historias que se cuentan: la vida y la muerte, un médico que vive todo tipo de situaciones, el casino, entre otros.

“No deja de ser ficción”, aclara el autor en diálogo con el programa “Espacio 95.7”, que se emite todas las mañanas por Radio Universidad. Porque “si bien son parte de mi vida que están sacadas como fragmentos dispuestas al servicio libro, no dejan de ser ficción. La novela empieza con el personaje que está en los pasillos de la Facultad de Medicina yendo a su primer clase de anatomía, donde miraban los fragmentos de los muertos que se llaman “preparados”, y creo que esa escena fue un ejercicio de memoria y una conjunción de todas las veces que yo entré a esa a ese aula, puestas en una en una sola imagen. Entonces es cierto, pero a la vez deja de ser cierto, porque todo eso no pasó una sola vez, sino que el recuerdo fue mezclando distintos días y no creo que la primera clase se me haya fijado en eso. Probablemente, en una de las primeras clases habré visto los preparados y, alguna más adelante, habré visto las vértebras y el examen. Está todo al servicio de la ficción, sacado de parte de la vida y lo que después uno hace es inventar y mentir”, sentencia Chilano.

El también ganador del premio Alfonsina a la creación literaria (2011), al ser consultado por Kobse (también escritor, autor de “A un ladrido de la humanidad”) sobre cómo estructuró la novela, primero bromeó “vos querés que te cuente los grandes secretos”. Y, luego, explicó que “el primer borrador fue un ensayo, un ensayo teórico sobre la muerte que quedó como un ensayo fijo y, cuando lo terminé coincidió con la muerte de mi padre. Entonces entendí que no podía seguir leyendo sobre la muerte, con un fallecimiento tan cercano. Lo dejé y, cuando volví sobre ese trabajo, noté que no soy ensayista, sino novelista. De ahí que empecé a estructurarlo, tomando cosas del ensayo que pudiesen coincidir con esa novela”.

Portada del libro “Los Preparados”, última novela de Sebastián Chilano

“El primer capítulo es el ejemplo, ¿no? – continúa explicando Chilano – hablar de los preparados anatómicos y contar la experiencia, y eso que ensamblé con una visita a una exposición de cuerpos de la Human Body, sumado a que hablé de un museo donde hay momias enterradas, fue la mezcla de hacer ese ensayo que se metiera junto con la ficción y fueran hacia adelante. En síntesis, yo también quisiera saber cómo lo hice porque lo quiero volver a hacer. En general, estructuro por capítulos y siento que tiene que contarte algo sin contarte todo y, que al final del libro, haya ido para alguna parte. Cuando me sucede eso como lector con mi propia obra, digo “esto está bien, esto me gusta”.

Las autorreferencias

El Casino es uno de los lugares que aparecen en la obra literaria y que también resultan referenciales al autor, ya que él trabajo como médico de una sala de juegos. Al explicar por qué lo incluyó en “Los Preparados”, dice que “con el casino tenía la idea de hacer una novela porque ya que no es un lugar tan transitado de la de la literatura Argentina y siempre me pareció que podía hacer eso. Fui recopilando anécdotas propias, le pedí a compañeros que me contaran otras y, cuando quise escribir la novela, me di cuenta que no podía dejar a un lado la otra cuestión, la cuestión política y sindical, y entonces nunca encontré la vuelta para escribir sobre estos temas que están inherentes a ese lugar”, concluye.

También la música cobra un segmento especial del libro, particularmente la banda Nirvana, “es lo que escuchaba en la pensión de La Plata (cuando estudiaba medicina). Nevermind es un álbum extraordinario y Smell like teen spirit” es una canción emblemática. Yo escucho el comienzo y no puedo hacer mover las patas”, admite.

El momento en el que Nirvana aparece en la novela “es el capítulo más disonante, el que menos tiene que ver con el resto de la novela, y está bien como para cortar un poco con la linealidad”.

El origen de esta incorporación musical al texto, está relacionada con una comparación entre dos cantantes: “Empecé a hacer una comparación entre el cantante de Nirvana, Kurt Cobain, quien se suicida a los 27 años; y Billy Corgan, el cantante de “The Smashing Pumpkins”, quien hoy tiene 50 y pico de años, está gordo, ya no es exitoso, puso una casa de té… (se ríe). Entonces me pareció muy interesante eso, cómo queda la imagen por la muerte temprana, cómo queda la imagen idealizada o icónica de Kurt Cobain, y cómo Billy Corgan se va degradando a la par nuestra. Corgan siempre hace un tema nuevo, trata de reinventarse, que es lo que hacemos nosotros cuando escribimos. Entonces, se fue metiendo porque me pareció que era un contraste entre la muerte, que estaba ahí y el seguir y reinventarse. También, en La Plata cuando estudié medicina, del 95 al 2002, cuando empecé a pensar en esa época, la banda sonora inevitablemente me vino en el recuerdo y me pareció que merecía estar en el libro”.

Mar del Plata y su rol de médico en el escritor

“Tengo dos lugares en el mundo, uno propio y uno ajeno. El propio es Mar del Plata y el mar; y el otro, Entre Ríos, donde solemos ir con mi mujer porque de ahí es mi suegra. El mar y el río, y no es tanto el río porque el lugar donde voy no está cerca del río, es en el campo pero está en la tonada, está en la voz, está en esos mismos lugares. Pero bueno, mi lugar en el mundo es Mar del Plata y adoro este lugar, si bien me hace renegar bastante esta ciudad”, cuenta Chilano.

Su profesión médica es otra de las cuestiones que inevitablemente se mezcla en su trabajo de escritor. “Al principio intentaba que la medicina incidiera lo menos posible, pero a veces se cuela el lenguaje porque es inherente a mí práctica diaria, es lo que hago habitualmente. Después, con los años ya no podía ser dos personas, escindir el médico del escritor y decidí que estén juntos, que compartan, si comparten lo mismo, estamos haciendo siempre lo mismo, siendo lo mismo. Y a partir de ahí, me despreocupé. En “Los preparados” se cuela mucho, pero en general logré un punto de tranquilidad con eso, una cosa no tiene por qué inhabilitar la otra, ni ser más importante”.

“Que mis pacientes se queden tranquilos, que no cuento sus historias”, bromea el escritor al hacer referencia sobre sus inspiraciones. “Los médicos clínicos somos casi como el viejo médico de familia, hay mucho de la oralidad y a mí me encantan las historias que me cuentan y, en definitiva, eso lo que identifica a cada paciente. Cuando estoy antes de llamarlos, me fijo dos o tres palabras, a qué se dedica, etc; y ya uno va reconstruyendo de a poco de historias de pacientes. Eso me gusta mucho de mi profesión, es algo que calculo que sigo siendo médico por esas pequeñas cosas”, comenta.

El blog “Falansterio”, de Sebastián Chilano.       (sebastianchilano.blogspot.com)

Su padre

En uno de los fragmentos de “Los preparados”, el autor también hace una descripción de su padre como parte de la ficción. “No voy a confesar si esa parte es real o no”, dice entre risas al referenciar la historia del narrador, que era un joven tímido con las chicas, y que un día le pide dinero a su padre para ir al circo con una señorita y, en lugar de hacer eso, termina comprándose libros.

El padre del narrador es mi viejo, lo más objetivamente posible que podía describir sobre mi papá. Un personaje de fábula, con sus tonos oscuros, claros. Eso trate de hacer, una persona con mil defectos y mil aciertos; mil bondades. Alguien que probablemente muy poco conocimos y la novela es un poco este homenaje hacia él, y también hacia mi propia memoria de él, cuando dentro de 20 años y estamos acá, voy a decirlo y acordarme las cosas que uno se va olvidando. Escribir este libro, “Los preparados”, también un ejercicio enorme de la memoria por recobrar a mi padre, que todos los días un poquito olvidamos, y que a veces descubrimos el algún gesto, en algún recuerdo”.

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