Ser acompañante terapéutico en pandemia: “La virtualidad fue una experiencia súper enriquecedora que desafió mis propios límites”

Micaela es acompañante terapéutico y trabaja en una escuela de educación especial de la ciudad de Mar del Plata. Fuente: Ariel Perissinotti.

Por Ariel Perissinotti *

Micaela Mastropietro es estudiante avanzada de psicología y acompañante terapéutico. Su trabajo consiste en ser soporte y sostén de niños en situación de discapacidad mental e intelectual y realiza su labor en una escuela de educación especial de la ciudad de Mar del Plata. Generalmente trabaja con niños que aún no han desarrollado el lenguaje, por lo tanto es la encargada de ayudarlos con el despliegue de la comunicación, el desarrollo de su autonomía, el cumplimiento de las tareas pedagógicas, la socialización y además se ocupa de brindarles soporte emocional en el transcurso de este proceso.

En marzo de 2020, con el inicio del confinamiento a partir de la pandemia por Covid-19, la dinámica de trabajo de Micaela se vio profundamente alterada. De forma repentina se vio obligada a buscar nuevos métodos para realizar su trabajo, aprender el uso de nuevas tecnologías y buscar nuevas estrategias de comunicación para sostener la terapia de su paciente, un niño con trastorno del espectro autista, de 9 años de edad.

Sin embargo, ese no fue su único desafío. Tuvo que cargar, por un lado, con la incertidumbre de ser una prestadora independiente ante las obras sociales, que tardaron en confirmar que abonarían las horas de trabajo virtual. Por otro lado, con la vuelta de la presencialidad, se hizo presente el temor al contagio y se incrementó la carga laboral al tener que vigilar el cumplimiento de los protocolos.

En esta entrevista, Micaela cuenta cuáles fueron las dificultades que atravesó, las nuevas herramientas que encontró y expone las razones que la motivaron a sostener su labor, más allá de todas las adversidades planteadas por la crisis de la pandemia.

¿Qué sentiste cuando suspendieron las clases al inicio de la pandemia, el 19 de marzo de 2020?

Angustia. La realidad es que mi formación está sustentada en la presencialidad, tanto desde mi formación de acompañante como de psicóloga. Mi rol está pensado desde lo presencial, desde el uno a uno, desde el contacto con el otro súper próximo. De hecho, la teoría del acompañamiento terapéutico está centrada en que, yo, como acompañante, me tengo que poner delante, al costado y detrás de la persona que acompaño.

Ante la propuesta de virtualidad obligatoria, tuve que replantear todo el dispositivo, porque tuve que cambiar radicalmente mi forma de trabajar. Y eso fue complicado, porque ante este hecho tan novedoso, no tenía teorizaciones en las que apoyarme. No existía en ese momento material teórico, que me sirviera de guía o ayuda, para adaptar un dispositivo de acompañamiento terapéutico en discapacidad con niños, a la virtualidad.

Al momento de adaptar tu trabajo a la virtualidad ¿Se bajó algún lineamiento desde la escuela, las obras sociales o el Estado?

No, no hubo lineamientos desde ningún lado. Entiendo que la situación fue disruptiva para todos, tanto para la escuela, como los docentes, como el equipo interdisciplinario y por supuesto para mí misma. Nadie sabía hasta cuando íbamos a tener que sostener estos espacios, si había que sostenerlos o no, si solamente era por 15 días, era como un mar de incertidumbre que rodeaba toda esta situación.

La realidad es que la propuesta de adaptar el dispositivo salió de mí, de mi formación y de todo el bagaje teórico. A mí me ayudó mucho la formación que recibí en la facultad. Tuve la suerte de “caer” en la universidad pública y gracias a eso siento que tuve las herramientas necesarias para adaptar el dispositivo.

¿Cómo hiciste para adaptar ese dispositivo?

Era todo muy novedoso la primera semana como para poder pensar que íbamos a hacer. No era necesario responder de forma directa, así que lo primero que hice fue tratar de ponerme un poco en pausa y hacer una lectura con perspectiva de la situación, para analizar hacia dónde íbamos.

A partir de eso, teniendo en cuenta la tecnología con la que disponía, sea el celular o la computadora, y contemplando las herramientas y dispositivos tecnológicos con los que contaba mi paciente y su familia, comencé a pensar qué cosas podía adaptar hacia este nuevo encuentro vincular. Más allá de que yo siempre fui esencial, lo que para mí siempre fue esencial fue cuidar la salud de nosotros, de ellos como familia, de mi paciente y la mía también.

La adaptación en sí no fue tan complicada. La realidad es que necesité sólo una semana para poder replantear el dispositivo para el resto del año. Diseñé una nueva propuesta de intervención con objetivos generales, objetivos específicos, y los métodos para poder llevarlo a cabo. A través de reuniones virtuales, le presenté la propuesta al equipo interdisciplinario, que está compuesto por una fonoaudióloga, una psicopedagoga, una psicóloga, y una terapista ocupacional y el equipo se mostró muy conforme con mi propuesta.

Yo tuve la suerte que ya venía trabajando hace años con mi paciente, por lo tanto al conocerlo a él y a su familia, pude contar con otro tipo de información en relación a lo vincular, a lo transferencial y lo que veníamos trabajando.

¿Dependió de vos la continuidad de forma virtual del acompañamiento?

Si, de hecho muchos acompañantes no sostuvieron estos espacios, intentaron pero probablemente se encontraron con otras dificultades que no pudieron resolver. Muchos casos de acompañamiento se cayeron durante el 2020. A mí me han llegado en plena pandemia ofertas para tomar un montón de casos, pero la realidad es que yo no estaba en condiciones de tomarlos, porque quería dedicarme 100% a mi paciente, para sostener ese espacio.

¿Cómo reaccionó tu paciente a la virtualidad?

Al principio fue muy extraño, yo necesitaba tanto de las ganas de él, como del soporte físico de alguno de los papás, porque él es chiquito todavía, tiene 9 años. Como se suele decir: “Los diagnósticos en la niñez se escriben con lápiz”. Hoy en día, el diagnóstico que él tiene es de trastorno del espectro autista.

Lo raro fue encontrarme a mí a través de la pantalla, cuando estábamos acostumbrados al día a día, a encontrarnos en el cole y transitar esa experiencia juntos durante todo el año. Al principio, a él también le resultó raro, porque trabajaba con la mamá y conmigo a través de la pantalla, pero después en el devenir de los días y de las semanas, el dispositivo se asentó. También tuve que soportar miedo y angustia, porque yo sabía que los métodos de trabajo podían no funcionar y para eso también tenía que pensar en tener un “plan b”. Por las condiciones, por las cualidades de mi paciente, es algo que podía pasar y por eso tuve que trabajar en elaborar ese plan alternativo de todas maneras.

Lo bueno es que tuvimos suerte y funcionó, se enganchó, pudimos jugar un montón, pudo progresar un montón, de hecho, pudimos trabajar la autonomía desde distintos lugares: en el colegio la trabajábamos de una forma y en la casa la trabajamos de otra, como aprender a vestirse solo, ponerse la ropa al derecho, cosas súper fundamentales que este niño no las tenía y que hoy en día ya lo tiene incorporado. Además, el dispositivo de acompañamiento yo lo amplié, en el sentido de que me permitió, no solamente acompañarlo a él, con todas las dificultades que él tiene, sino también poder extenderlo a nivel familiar. Una vez terminada la propuesta del cole, la propuesta de juego, la propuesta pedagógica y la propuesta en relación al autovalimiento, pude tomarme el tiempo de hablar con su mamá o su papá y preguntarles cómo estaban, hacer un cierre con ellos y charlar de la situación, el fenómeno que nos atravesaba y la incertidumbre que a todos nos preocupaba en esa etapa.

Suele decirse que, en la virtualidad, es muy difícil acaparar la atención de los chicos a través de la pantalla. En el caso de un chico con autismo ¿Es más difícil todavía?

En el caso particular de mi paciente, nosotros tenemos lo que se denomina una transferencia instalada hace mucho tiempo. Yo empecé a construir a partir de ese vínculo que ya tenemos, más allá de que sea virtual o presencial, y me di cuenta que se puede trabajar sin problemas. Si vos le presentas una propuesta interesante, que al chico le resulte atractiva, no hay chico que no se pueda prender. Son la generación “T”, ellos ya hablan el lenguaje de lo táctil. Si les hablas desde ahí vas a poder acaparar su atención. Lo que sí, uno se tiene que correr del lugar de lo que venía haciendo para plantearse este nuevo desafío, y encararlo con la mejor actitud.

La nueva normalidad de la educación

En Argentina existen cerca de 40.000 escuelas, entre públicas y privadas, a las que concurren alrededor de 10 millones de chicos. Ante los problemas de conectividad y la desigualdad en el acceso a la tecnología, el estado prometió soluciones, y si bien aún queda mucho trabajo por hacer, la mayoría de los chicos en todo el país fueron atravesados por esta nueva educación virtual.

Sin embargo, ante el cierre de las escuelas se instaló la idea de que la educación se detuvo. ¿Es verdad que los chicos no aprendieron nada y no recibieron ningún tipo de educación? ¿Es cierto que no tuvieron ningún tipo de ayuda o contención?

Micaela contó su opinión en relación al trabajo que se llevó a cabo durante la educación virtual en el 2020 y sus perspectivas en relación a la nueva normalidad de la educación.

                    Testimonio de Micaela sobre la nueva normalidad de la educación.

A partir de esta experiencia, ¿Crees que debería replantearse el funcionamiento del sistema educativo para incorporar más virtualidad?

Desde ya, para mí sería democratizar la escuela, porque permitiría a muchos chicos acceder al sistema educativo más allá de si tienen algún impedimento para asistir. Sería bueno pensar de ahora en más en una nueva escuela híbrida, que sea presencial pero que también sea virtual, porque la virtualidad tiene herramientas que la presencialidad no tiene y viceversa, tendríamos que buscar un equilibrio entre las dos. También se puede vincular con esto que mencionaba anteriormente de la generación táctil, son chicos que se manejan con la tecnología, no tenés que explicarles cómo funciona un celular, ya lo tienen incorporado.

Además, el sistema educativo como está planteado en términos de cumplir las 4 horas, que el chico se quede sentado, que mire el pizarrón y que copie, creo que caducó pero no solamente para mi paciente, sino en líneas generales. Lo que nos permitió la virtualidad fue poder flexibilizar este encuadre de la escuela y poder darle otras herramientas, otra vuelta de rosca que me pareció que estuvo muy buena, más allá de que no podíamos ir al cole, la escuela iba a venir a nosotros.

Decís que caducó en general, lo que puede sonar un poco extremo. ¿A qué te referís exactamente?

Es como que está pensado en un estudiante modelo. La realidad es que hoy en día tenemos que pensar en tantas escuelas como en singularidades existan. Creo que la escuela tiene que cambiar desde esa mirada, empezar a pensar en los chicos reales, concretos, los que van a la escuela y no los chicos que los ministros y los que están detrás de este sistema imaginan. En vez de adaptar a los chicos a un ideal, habría que buscar la escuela ideal para cada chico.

¿Qué cambios crees que trajo la pandemia que van a permanecer y se van a sostener en tu trabajo para vos y para tu paciente?

Para mí, la posibilidad de pensar un dispositivo de intervención individual con chicos a través de una plataforma virtual me pareció increíble. Por ejemplo, la familia de mi paciente se va a ir de viaje, y nosotros vamos a sostener el módulo de actividades, en el contexto del viaje. La propuesta salió de los papas, es muy interesante que haya salido de ellos el pedido de sostener las actividades del cole, más allá de que no vaya a la institución. El colegio le va a hacer un módulo de actividades y nosotros lo podemos resolver de forma virtual. Yo lo voy a acompañar en este proceso, creo que eso es una herramienta que antes ni se nos cruzaba por la cabeza.

También nos permite otro tipo de disponibilidad, otro tipo de acercamiento, otro tipo de lazo que más allá de lo que uno considera, del tipo de vínculo que puede tener un nene con autismo, a mí la virtualidad me permitió un acercamiento mucho mayor a él, más allá del que ya tenía. Me permitió conectarme desde otro lugar.

Las dificultades de trabajar como acompañante terapéutico

Trabajar de acompañante terapéutico es una tarea compleja que requiere años de formación e implica una gran responsabilidad, especialmente en aquellos casos en los que se trabaja con niños. A esto se le debe sumar el hecho de que en Argentina, los acompañantes deben trabajar como profesionales autónomos monotributistas, no gozan de ninguno de los derechos de los trabajadores ni tienen sindicatos que los representen.

Esta situación es aprovechada por las obras sociales, que se atrasan constantemente en los pagos, en ocasiones en lapsos de tiempo superiores a los 6 meses, y además buscan formas de reducir y/o desconocer las horas trabajadas por los profesionales. El caso de Micaela no fue la excepción y tuvo que lidiar con esta situación mas allá de todos los desafíos que le impuso la pandemia.

¿Sos empleada, contratada, independiente? ¿Cómo funciona tu vínculo con la institución?

Yo soy trabajadora independiente, de hecho, en la institución mi rótulo es de asistente externo, no soy empleada. Tampoco soy contratada por el equipo terapéutico, soy un profesional independiente, un prestador particular. Trabajo para varias obras sociales, entre ellas IOMA, que es la obra social de mi paciente que va a la escuela.

Muchos prestadores de IOMA reclaman ante la obra social por atrasos en los pagos ¿Vos cobraste en tiempo y forma durante la pandemia?

Más allá de las demoras, IOMA, fue una obra social que nunca se negó a pagar, siempre pagó dentro de todo como corresponde. IOMA tiene un atraso histórico para pagar las facturas, que existió siempre, independientemente de la pandemia.

Sin embargo, otras obras sociales le redujeron las horas a los acompañantes. Por ejemplo, de 4 horas les aprobaban solamente 1 en el contexto de la virtualidad. Se podría decir que se aprovecharon del momento para precarizar la situación de los acompañantes, y al hacerlo perjudicaron a los afiliados, porque para muchos trabajadores no era rentable trabajar solamente 1 hora diaria y abandonaron los casos.

Esto que pasaba con las otras obras sociales era lo que alimentaba mi incertidumbre, porque yo no sabía si IOMA me iba a hacer este tipo de planteo o no. Al principio tuve muchas dudas sobre si me iban a pagar porque todos los años, particularmente entre diciembre y marzo, tenemos que presentar nuestro plan de trabajo para todo el ciclo. Ese plan involucra el presupuesto que yo voy a pasarle a la obra social, porque considero que es el que voy a necesitar para poder sostener el dispositivo, e incluye tanto mis honorarios, como el costo de las herramientas que voy a necesitar para poder desplegar mi trabajo.

Esa propuesta que yo hago, es de 9 meses, dentro del ámbito escolar, es decir, presencial, en el ámbito de la institución, por 4 horas diarias. Esto era totalmente distinto a lo que se podía plantear a partir del 19 de marzo de 2020, donde no íbamos a ir a la escuela porque existía un decreto que no lo permitía. Por esa razón estuve 4 meses trabajando en la incertidumbre, hasta que finalmente IOMA comenzó a pagarme y pude quedarme tranquila que no estaba trabajando gratis.

El miedo y el retorno a la presencialidad

Tras un año sin clases presenciales en la Argentina, el primero de marzo de 2021 volvieron a abrirse las puertas de las escuelas en la provincia de Buenos Aires. Micaela contó como fue ese retornar a las aulas en el contexto de una situación epidemiológica que aún está lejos de terminar.

¿Cómo fue volver a la escuela y reencontrarte con tu paciente después de tanto tiempo sin verlo?

En una primera instancia volvimos a una presencialidad reducida, en la que íbamos 2 días nada más al colegio, con menos alumnos en una burbuja muy pequeña. A partir del primero de abril de este año, la modalidad cambió y empezamos a ir todos los días de lunes a viernes con excepción de un día, por cuestiones de criterios epidemiológicos.

En cuanto al reencuentro con mi paciente, yo no diría que no lo vi durante mucho tiempo porque nos vimos todos los días del año 2020 a través de la compu, de hecho el cierre lo hicimos presencial, siempre me gusta hacer los cierres de fin de ciclo con un regalo, para darle una significación especial de que terminamos. Fue lindo volver a verse cara a cara, pero también fue raro, porque los dos nos tuvimos que acostumbrar a todos los protocolos, muchas reglas nuevas que seguir, y quizás se hace un poco estresante la situación por momentos.

¿Tenés miedo de contagiarte cuando vas a trabajar?

Si. No solamente yo, mis colegas, mis compañeros de trabajo, todos tenemos miedo, el miedo es una palabra que de forma implícita o explícita siempre está rondando. Más allá de que muchos tenemos la primera dosis de las vacunas y algunos ya tienen las 2, el miedo sigue presente en el ambiente.

Además vivo con mi novio, y sí, la verdad es que tengo miedo de contagiarlo a él, de contagiar a su familia, sus papás son personas grandes. Ese es mi mayor miedo, contagiarme yo, pero más que nada, que si sucede puedo contagiar a otros. Uno generalmente, se cree que es joven, vital, que le puede hacer frente. También, el estar vacunada hace que piense que tengo herramientas para sobrellevarlo, pero la verdad es que me generaría mucha culpa y mucho malestar pensar en contagiar a terceros.

¿Vos o alguna de las personas que trabajan con vos en la escuela se contagiaron?

Yo no me contagié, pero en la escuela hubo algunas burbujas aisladas por contactos estrechos, sé que hubo algún caso de niños contagiados pero no sé precisamente cuantos, al menos en mi burbuja todavía nadie se contagió.

En mi caso yo soy muy estricta con las cuestiones de salud, y verifico que mi paciente cumpla con todos los protocolos, soy muy pesada con el tema del barbijo, de lavarse las manos, el alcohol en gel, el tema de no compartir los útiles, lo mismo con sostener las ventanas abiertas a pesar del frío.

¿Cómo afectó a tu vida la pandemia?

Fue un vuelco de 180 grados. Pasé de ser una persona totalmente social a reducir mi sociabilidad a un aparato, a tener batería para poder juntarme. Antes la cena era una excusa para reunirte con amigos y ahora eso no está dentro del registro de lo posible. Si ahora nos juntamos a tomar una cerveza va a ser por videollamada cada uno con su lata en su casa.

Además, siento que no me puedo dar el lujo de salir a tomar una cerveza, ir a un bar, ir a un restorán, porque si yo me llego a contagiar, después llevo ese problema a la escuela y sigo contagiando allá a chicos y a docentes, sería un gran problema. La verdad no se me cruza por la cabeza

Ante las complicaciones que mencionaste, como el aumento de la responsabilidad, el no saber si te iban a pagar, el miedo a la pandemia, a contagiarse, ¿Consideraste en algún momento abandonar el caso, dejar de trabajar con tu paciente?

Jamás, no. No era una opción. Yo creo que estas situaciones también nos vienen a poner en jaque. Nos interpelan y nos hacen preguntarnos: qué hago con esto y cómo salgo adelante de esta situación. Son desafíos y esto también es una cuestión personal, no lo voy a generalizar, pero uno con los desafíos, o los toma o los deja, yo este desafío lo tome y me encantó.

Creo que la virtualidad fue una experiencia súper enriquecedora que desafió mis propios límites, me permitió crear nuevos juegos, nuevos puntos de encuentro, espacios de mucho disfrute en donde pudimos, aunque no lo creas, jugar a las escondidas de forma virtual o a la búsqueda del tesoro, el veo veo. El valor de esos logros yo no lo cambio por nada.

*Estudiantes del MediaLab, primer Laboratorio de Redacción para Medios Digitales. Se trata de un sistema experimental que consiste en el trabajo periodístico, de producción propia, que desarrollan alumnos del Taller de Redacción para Medios Digitales, correspondiente a la Tecnicatura de Periodismo Digital que se dicta en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

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