CONICET: “Que el árbol no tape el bosque, ni al suelo y sus bacterias”

 

El grupo de investigación Ecología Forestal Tandil del Instituto de Innovación para la Producción Agropecuaria y el Desarrollo Sostenible (IPADS- CONICET, INTA) es el claro ejemplo de que el árbol no debe tapar el bosque. En este grupo, que inició su trabajo en enero de 2012, gracias a la apuesta del investigador principal Javier Gyenge y la investigadora independiente María Elena Fernández, se estudian procesos ecofisiológicos que les permiten a los árboles soportar el estrés hídrico y cuantificar los servicios ecosistémicos de sistemas forestales y agroforestales del país.

Una de las líneas de investigación que llevan adelante implica analizar la dinámica de los flujos de agua y sales en sistemas con y sin forestaciones en la región pampeana. Es decir, cómo el recurso hídrico impacta en la productividad, tanto en cantidad como en calidad de su madera, de las forestaciones y viceversa: cómo las forestaciones afectan el movimiento de agua y sales en el suelo, explica el investigador. También estudian su relación con los gases de efecto invernadero en esta matriz, particularmente, cómo los distintos tipos de uso forestal pueden modificar la cantidad de gas metano (CH4) que se consume en el suelo, y cómo la calidad de la madera varía para distintos usos que se le vaya a dar dentro de la industria forestal y los compromisos que se generan entre calidad, productividad y resistencia a estrés ambiental.

La presencia de árboles va a modificar la dinámica del agua y sales del suelo, y al mismo tiempo, las sales y el agua impactarán de manera directa sobre el árbol. Pero ¿qué magnitud tiene ese impacto? Esta es una de las líneas que analizan en Ecología Forestal Tandil. Muchas veces existe la idea de que los cultivos de árboles salinizan el suelo, esto es porque el árbol absorbe agua y junto a ésta se mueven sales, pero en las raíces sólo entra el líquido, por lo que la sal quedaría alrededor de éstas, ahora en mayor concentración. Y esto es cierto, en parte, explica Gyenge, aunque es un proceso acumulativo que se observa solo en montes muy viejos, no manejados y en determinados tipos de suelo. Las investigaciones muestran que es un efecto muy local, reversible, y minimizable con adecuado manejo forestal.

Así como sucede con el agua, los árboles también pueden modificar la dinámica de gases en el suelo, Gyenge y Fernández se enfocan en qué sucede, particularmente, con el gas metano. El metano es uno de los tres principales gases que genera el efecto invernadero, proceso que aumenta la temperatura de la tierra con consecuencias irreversibles para la biósfera. Puede tener origen natural, proveniente de lagunas y turberas, o bien ser producto de la actividad humana, como la quema de basurales o la ganadería. El suelo es el destino final del diez por ciento de este gas, ya que es oxidado por bacterias que allí habitan gracias a la difusión de gases por los poros libres de agua. El suelo “saca de circulación” una porción de este gas, por lo que se considera a éste un servicio ecosistémico. Con las distintas actividades humanas podemos modificar ese porcentaje e incluso aumentarlo, de acuerdo a las prácticas que se lleven a cabo y mejorar así la calidad del servicio ecosistémico.

La difusión del metano en el suelo va a depender de factores biológicos, como las bacterias que allí habitan, y físico-químicos como la textura del grano, el nivel de compactación, la cantidad de agua y de materia orgánica. Estas cualidades, salvo la textura del grano, van a verse modificadas según el uso que se dé al suelo. Por eso, Gyenge y Fernández, junto a profesionales de diversas áreas e instituciones, comparan la capacidad del suelo de degradar el metano en función del tipo de cobertura o uso que esté teniendo el campo en cuestión. Así, observan si se trata de un pastizal natural o naturalizado, un cultivo o un cultivo forestal, un sistema forestal denso o uno ralo, con presencia de plantas herbáceas y la presencia de ganadería o la producción de madera. Los resultados muestran que los sistemas con árboles mejoran la capacidad del suelo de consumir metano y pueden así sumar al efecto más conocido de secuestro de carbono en su biomasa y suelos.

El trabajo que llevan adelante abarca diferentes dimensiones, además de lo que tiene que ver con la interacción del árbol con el agua y las sales del suelo, la mitigación de gases de efecto invernadero y el uso para la industria forestal, también investigan cuestiones propias de la anatomía y la función del leño en distintas especies de producción forestal. “Es diferente la madera según su uso sea para papel, para leña o para la construcción y la anatomía del leño tiene mucho que ver con eso. El eucaliptus es una de las especies más utilizadas para esta industria pero también es una de las más desconocidas en términos de la función fisiológica de las estructuras celulares de la madera”, explica el biólogo. Por eso investigan características como la disposición de los vasos conductores de agua o el tamaño y cómo varían según el ambiente y manejo, y su impacto en la resistencia a la sequía y heladas. Una vez que encuentran las características deseadas para determinado fin, ese conocimiento puede ser usado para la búsqueda de los genotipos que posean esas características, para poder multiplicar las plantas más adecuadas y generar cultivos de esa variedad.

Las líneas de investigación se ramifican y con ellas el trabajo en equipo. Todas estas temáticas llevan al grupo de Ecología Forestal Tandil a trabajar con integrantes de: INFIVE (CCT La Plata), CIFICEN e IHLLA (CCT Tandil), CINEA (Fac. Cs. Humanas UNICEN- CICPBA), CIT NOBA (Centro de Investigaciones y Transferencia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires), INTA LEEMA – Laboratorio de Ecología, Ecofisiología y Madera (IFAB, CCT Bariloche), IADYZA (CCT Mendoza), Dpto de Producción Vegetal (UNRC), Cátedra Introducción a las Cs. Forestales (Fac. Cs. Agr. UNMdP), EEA Hilario Ascasubi INTA, EEA Delta del Paraná INTA, Instituto de Investigación Suelos (CIRN INTA), potenciando la multiplicidad de miradas.

El análisis de las diferentes escalas, con mirada multidisciplinaria, se encuentra dentro del paradigma de la sustentabilidad, que busca construir conocimiento para el desarrollo del sector forestal desde la investigación. En definitiva, trabajan día a día para que el árbol no tape el bosque, ni al suelo y sus bacterias.

Para conocer más del grupo se puede consultar su página web.

 

Fuente: Departamento de Comunicación – CONICET Mar del Plata

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