En Argentina se crean pocas empresas por la falta de financiamiento y la carga impositiva

 

Durante los últimos dos años, el desafío de supervivencia que atravesaron la mayoría de las pequeñas empresas y emprendimientos en nuestro país resultó atroz: algunas de ellas quedaron en el camino y unas pocas lograron subsistir. Si bien echarle la culpa a la pandemia resulta muy sencillo, la realidad es que esto repercute debido a un enorme bagaje social, cultural, económico y político que trasciende desde hace algunos años.

Portal Universidad dialogó con Luciana Barilaro, Especialista en Administración de Negocios y Directora del Área de Administración de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata, quien aseguró que “hoy en día siguen estando las dificultades que siempre se presentaron frente a la creación de empresas y emprendimientos en nuestro país. Sin embargo, a esto le tenemos que agregar los obstáculos de una situación de post pandemia”.

En este sentido, la especialista explicó que “Argentina tiene una tasa de creación de empresas muy baja en relación al resto del mundo, incluso a países de Latinoamérica. En nuestro país se crea 1 empresa cada 2326 habitantes pero, por ejemplo, en Chile la tasa de creación es de 1 empresa cada 125 habitantes. Aunque si analizamos los números en Latinoamérica, seguimos estando muy lejos: el promedio es de 1 empresa cada 505 habitantes”.

En nuestro país se crea 1 empresa cada 2326 habitantes pero, por ejemplo, en Chile la tasa de creación es de 1 empresa cada 125 habitantes.

La situación se vuelve aún más compleja producto de la pandemia: “En estos momentos, la tasa es negativa porque la mortandad de las pequeñas empresas es mayor a la tasa de creación. Esto plantea un escenario triste por la pérdida de todos esos emprendimientos que se habían gestado pero también nos da, de alguna manera, la oportunidad de modificar esa situación y pensar que debieran generarse nuevas oportunidades en el mercado a partir de esos ceses y debiera haber mejores necesidades insatisfechas para nuevos emprendimientos”, indicó.

Con respecto a las causas de por qué resulta tan complicado sostener un emprendimiento, Barilaro remarcó dos ejes tradicionales que hoy en día continúan existiendo en nuestro país. Fundamentalmente, “la falta de acceso al financiamiento competitivo de las entidades bancarias, que implica estructuras formales muy importantes, y la fuerte presión impositiva que encuentran las empresas al inicio de su creación”.

Sin embargo, si a esto le sumamos los cierres de grandes empresas durante el primer momento de la pandemia, podemos observar que la dificultad de resistencia se traduce en estas dos mismas cuestiones. “Resultaba imposible sostener los negocios a través del acceso al financiamiento, debido al corte en las cadenas de pago, y frente a las cargas impositivas que no amainan. Pero a esto se le suma la situación de la doble indemnización y de prohibición de los despidos porque, para un emprendimiento que está creciendo, esto genera miedo de tener que hacerse cargo de un gran costo laboral a futuro por las vicisitudes de este país”, aclaró.

A modo de ejemplo, la especialista declaró que “cuando se impuso el impuesto país del 35% sobre compras al exterior, ignoraron totalmente que los pequeños emprendimientos hacen, fundamentalmente, publicidad a través de redes sociales y que su costo es en moneda extranjera. Por lo tanto, lo que en origen se pensó como un impuesto a las compras de consumo de particulares, termina impactando fuertemente en la estructura de costos de los emprendimientos“.

En cuanto a la falta de incentivos al sector, remarcó que “todos estamos de acuerdo cuando se habla sobre la generación de puestos genuinos de trabajo pero no podemos ignorar que, en nuestro país, más del 97% de la mano de obra la generan las pequeñas y medianas empresas. Entonces, la discusión de la generación de trabajo no puede estar divorciada de la discusión de la problemática de las PYMES“.

En nuestro país, más del 97% de la mano de obra la generan las pequeñas y medianas empresas.

Si bien en el imaginario colectivo son los jóvenes los que suelen emprender en estos tiempo, el Observatorio PYME realizó un análisis en 2018 y observó que no existía tal recambio generacional. “Hasta ese momento, el rango etario que tenía mayor disponibilidad a emprender eran personas de más de 50 años. De todas maneras, estamos ansiosos por nuevos relevamientos que surgieron a partir de la pandemia, donde creo que se generó un gran impulso por parte de los jóvenes a animarse a realizar pequeños emprendimientos que, de alguna manera, tienen una vinculación tecnológica”.

En este sentido, también se suele creer que la persona que emprende debe tener un perfil determinado pero Barilaro aseguró que “si bien existen algunos rasgos comunes en los emprendedores, como la necesidad de independencia o la propensión a asumir mayores niveles de riesgo, esto no garantiza el éxito de los emprendimientos. Son características que habitualmente se encuentran pero no son condiciones sine qua non“.

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