20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional 

 

Con motivo del Día Nacional de la Soberanía Nacional, Cristian Di Renzo, historiador y becario del Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS, CONICET-UNMDP) reflexiona sobre el origen y el significado de esta fecha en su contexto histórico y actual.

El becario Cristian Di Renzo, integrante del Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS, CONICET-UNMDP) y especialista en historia reciente argentina y sociología militar, explica la historia detrás de un feriado nacional que irrumpió hace pocos años en nuestro país. El historiador cuenta que en 1973 el Congreso Nacional estableció al 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional -Ley 20.770- en alusión a lo sucedido en la Batalla de Vuelta de Obligado. Esta Fecha se convirtió en feriado nacional en 2010, año del Bicentenario de la Nación Argentina.

Pero lo que se conmemora no es ni más ni menos que una derrota militar: la Batalla de Vuelta de Obligado. Entonces ¿por qué celebrarlo?

Cristian nos lleva hacia atrás en el tiempo: el Estado nacional argentino, tal como lo conocemos hoy, se encontraba en proceso de construcción. Juan Manuel de Rosas gobernaba la provincia de Buenos Aires y se encontraba, además, a cargo de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina dentro de un contexto que encuentra enfrentados a unitarios y federales. Buena parte de los comerciantes y gobernantes de las provincias de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe eran opositores a él y además Uruguay se encontraba en plena guerra civil.

Y al clima local se sumaba que Gran Bretaña y Francia tenían un interés económico e ideológico: establecer que los ríos interiores de la Confederación Argentina sean de libre navegación para poder así comerciar directamente con Corrientes y con Paraguay sin pasar por Buenos Aires, ya que las medidas aduaneras decretadas por Rosas representaban una pérdida en las ganancias pretendidas. Por esa razón el 18 de septiembre de 1845 las fuerzas combinadas de Inglaterra y Francia decretaron el bloqueo de los puertos de la ciudad de Buenos Aires, sin la previa declaración de guerra.

A mediados del mes de noviembre de 1845, en el brazo Guazú y el arroyo Ibicuy, fueron reunidas naves francesas e inglesas que, junto con embarcaciones uruguayas, escoltaron a un numeroso conjunto de buques mercantes cuyo destino era la provincia de Corrientes y el Paraguay. En ese momento, Rosas designó al general Lucio Mansilla como comandante del departamento Norte y se reforzaron las baterías apostadas en diferentes puntos de la costa. En el paraje Vuelta de Obligado se armaron cuatro baterías: Restaurador Rosas, General Brown, General Mansilla y Manuelita, comandadas por Álvaro Alzogaray, Eduardo Brown (hijo del almirante Guillermo Brown), Felipe Palacios y Juan Bautista Thorne, equipadas con cañones, en su mayoría de bronce. Pero con un poder de fuego y de precisión mucho menor que el de la flota anglo francesa, que contaba con poderosas y modernas naves de combate, como el HMS Morgan y el HMS Firebrand, con tecnología del vapor en sus motores, una corbeta, tres bergantines y otros barcos de guerra con piezas de artillería forjadas en hierro, de más rápida recarga y con un gran poder de fuego.

Para compensar este desbalance en el poder de fuego, las tropas locales tuvieron que recurrir al esfuerzo táctico. En las inmediaciones de la localidad de San Pedro, a unos 200 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, donde el río Paraná se angosta y adopta una forma curva, una vuelta que dificulta la navegación, se tendieron gruesas cadenas de costa a costa, sostenidas sobre 24 barcazas con explosivos para cerrar el paso. Tras varias horas de enfrentamiento la infantería francesa logró vencer las cadenas y atacar la batería argentina que perdió 21 cañones y permitió el contraataque de los ingleses. El saldo fue de 250 patriotas muertos y otros 400 heridos, mientras que en las filas anglo-francesas hubo 26 muertos y poco menos de un centenar de heridos. A pesar de las averías en sus naves, que fueron severas, lograron abrirse paso y continuar hacia el norte.

“La agresión a la que se vio sometida la Confederación Argentina, fue respondida con una serie de actos soberanos en donde se perdieron muchas vidas por la defensa de la soberanía integral. En todo caso, los integrantes de esta gran nación no debemos olvidar estos hechos en los que se demostró cuán importante es la libertad. Es por eso que, a pesar de tratarse de una derrota, el aspecto más notable de la Batalla de la Vuelta de Obligado es la defensa de la integridad territorial de la actual Nación Argentina, manifestando claros signos de heroísmo y de planificación táctica en el campo de batalla frente a una flota conformada por las dos potencias más importantes de Europa”, reflexiona el historiador.

Los enfrentamientos no acabaron en Obligado, más tarde la flota extranjera recibió numerosos ataques por parte de las fuerzas militares de la Confederación Argentina. Como la ocurrida el 4 de junio de 1846, en donde hoy se encuentra la ciudad santafecina de Puerto General Belgrano, que se llamó Batalla de Punta Quebracho, donde el ataque de Mansilla fue decisivo y obligó a que los buques extranjeros emprendan rápidamente su retirada, con daños significativos en sus naves y con numerosas bajas. Todo este panorama obligó a los europeos a encontrar una salida diplomática. Los tratados firmados por el canciller Felipe de Arana en 1847 con Inglaterra y en 1848 con Francia, marcaron el fin de un conflicto armado reconociendo que la navegación interna de los ríos de la Confederación Argentina quedaba sujeta a las leyes y reglamentaciones locales, cuenta Di Renzo.

Di Renzo se detiene a analizar el concepto de soberanía, que se ha ido modificando y nutriendo con el correr del tiempo y explica que ésta puede estar asociada a la autonomía de un Estado, a sus poderes independientes, a la transformación de la fuerza en poder legítimo, a la posibilidad de contar el derecho de tomar decisiones sobre los ciudadanos que forman parte de ella o incluso, proponer una alineación con el concepto de soberanía popular de Rousseau, en donde cada ciudadano es soberano y súbdito al mismo tiempo.

El historiador señala que toda Nación jurídicamente organizada tiene interés en reconocer los límites de su extensión y ser reconocida por las demás naciones. En este sentido la Constitución Argentina incluye dos aspectos de la Soberanía del Estado Moderno: la dimensión territorial -la capacidad del uso legítimo de la fuerza en un territorio determinado- y la dimensión popular -la soberanía surge de la decisión de los ciudadanos-. Sin embargo, esto no fue siempre así, añade, se pueden plantear ciertas contradicciones asociadas al concepto de soberanía popular, por ejemplo, la pluralidad inherente al concepto de pueblo y la capacidad de tomar decisiones dentro de una sociedad compleja. De ahí la importancia de contar con sufragio universal, igual, secreto y obligatorio. Lo cierto es que en reiteradas ocasiones se recurre a la expresión “la soberanía reside en el pueblo”, sin conocer los alcances y limitaciones que ésta tiene, añade el investigador.

La Soberanía es algo que no sólo encontramos en los libros de historia. En 2022 se cumplen 40 años de la Guerra de Malvinas y Di Renzo plantea que, más allá de honrar a nuestros héroes y heroínas, este aniversario es un momento importante para reflexionar profundamente sobre el concepto de soberanía del pueblo argentino y su defensa, ya que en las Disposiciones Transitorias de la Constitución la Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur con sus espacios marítimos e insulares correspondientes por ser parte integrante del territorio nacional.

Actualmente, añade el becario, el concepto de soberanía se ha ido modificando producto de la progresiva interdependencia de los estados, con la influencia de numerosos organismos internacionales y transnacionales o bien por la existencia de problemas que exceden la capacidad de resolución dentro del marco del Estado-Nación clásico. “Estos elementos, y otros tales como la aparición de nuevos actores en el escenario internacional o la creación de bloques económicos, ponen en cuestión el alcance y la limitación del concepto de soberanía que se encuentra en pleno proceso de transformación”, concluye Di Renzo.

Di Renzo tiene su propia historia. Criado en una familia donde no faltaban las historias Cristian recuerda: ”Mi abuela incansablemente recordaba su experiencia de haber sido obligada a abandonar su propia casa en la Italia ocupada por los nazis durante la II Guerra Mundial, emprendiendo una marcha sin destino y sin calzado en el crudo invierno. Desde chico escuché atentamente cada una de sus historias, tratando de imaginarme algo que me parecía tan lejano como imposible. Sin embargo, mientras más estudiaba, más me horrorizaba con lo sucedido”. Pero los horrores se replican a uno y otro lado del océano y también creció escuchando a su mamá contar cómo se las rebuscaba para conseguir alimentos en Quitilipi, Provincia de Chaco, donde los índices de desnutrición infantil son preocupantes.

Proveniente de una familia de clase trabajadora el joven historiador se desempeñó en varios rubros para poder estudiar: verdulero, agricultor, obrero de la construcción, heladero, vendedor ambulante, repartidor y chofer. Así logró solventarse y alcanzar el título de Profesor en Historia, hace ya diez años. Luego llegarían la Licenciatura, la Maestría y el Doctorado en Historia, pronto a ser concluido. Cada uno de estos recorridos demandan tiempo, formación, dedicación y fondos, es por eso que Cristian considera indispensable la pertenencia a un grupo de investigación que acompañe y potencie. “La historia de vida de otros y otras colegas puede diferir en gran parte con la propia, pero al haber vivenciado otras realidades me tomo el trabajo con gran responsabilidad y dedicación, ya que me encuentro trabajando de lo que más me gusta”, concluye Di Renzo.

 

Fuente: Conicet Mar del Plata

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