Violencia institucional: “La formación de los policías de la provincia no alcanza los estándares mínimos”
A principios de la semana pasada se vivió una preocupante situación en la que efectivos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires fueron acusados de torturar y lesionar a dos menores de edad en un descampado de Mar del Plata. Días más tarde, en un partido de fútbol disputado en la ciudad de La Plata, uniformados de la misma fuerza reprimieron brutalmente a los simpatizantes de Gimnasia y Esgrima e inundaron la cancha con gases lacrimógenos, en un episodio que terminó con la muerte de una persona que asistió al espectáculo.
Estos hechos, acompañados por una mucho más extensa sucesión de situaciones previas, motiva a cuestionarse cómo y qué tan efectiva es la formación profesional de los miembros de esta fuerzas. Para dialogar sobre este tema, desde Portal Universidad nos pusimos en contacto con Tobías Schleider, Doctor en Filosofía del Derecho, especialista en Derecho Penal, Abogado, Profesor titular e investigador.
Consultado respecto de las características de la formación de los futuros policías, Schleider dijo: “Eso es muy relativo y muy cambiante. Es muy variable, no sólo respecto del tiempo sino también del lugar. En Argentina tenemos tantas policías como provincias y más. Además están las dos policías federales y las dos fuerzas federales de seguridad, en cada una de ellas, la formación es muy diferente. Hace unos años hicimos una investigación con el BID con la intención de conocer y lograr un estándar mínimo, y vimos que existían unas diferencias enormes. Había fuerzas que lo hacían con muy pocas horas y otros que se formaban con una carrera terciaria formal. Asimismo, esta situación fue variando en función de las distintas épocas políticas. Lo que sí puedo decir es que, en general, la cantidad y la calidad de horas en que se forman los policías suelen dejar bastante que desear”.
La cantidad y la calidad de horas en que se forman los policías suelen dejar bastante que desear.
Respecto de la situación específica de la provincia de Buenos Aires dijo: “En general la formación en la provincia ha ido entre 6 meses a 2 años de formación, dependiendo del período político. Sin embargo es importante destacar que comienzan con su trabajo en forma de prácticas o en forma de primeras experiencias en las calles antes de terminar su formación. En otro extremo también tenemos policías que, por propia vocación, continúan e incluso obtienen títulos universitarios a partir de esa formación. Sin embargo, la regla general es que en la provincia el policía está formado de una forma modesta, por decirlo de manera elegante. En general no alcanzan los estándares mínimos”.
“Los responsables de controlar a estas fuerzas deberían contestar cómo y con qué frecuencia se hacen y cómo debería haber una formación continua. Incluso cuestiones más operativas, como entrenamientos de tiro y de manejo periódico de armas. Esto, de hecho, no suele suceder. La policía trabaja en condiciones realmente muy precarias, basta con ir a una comisaría un poco alejada del centro para ver las condiciones laborales que tienen, con horarios muy complicados, sueldos relativamente bajos, mucha exigencia y en un trabajo de muchísima presión y riesgo. No es un trabajo que pueda hacer cualquiera”, aseguró.
Consultado respecto del caso puntual de tortura denunciado por dos menores, Schleider explicó: “Hablamos de una situación donde se cometieron una serie de delitos que se agravan por la condición de policía de los perpetradores. Debería ser una situación de excepción y de hecho lo es, aunque se dan de vez en cuando situaciones como estas. Habría que ver cuáles son las causas por las cuales estas personas han reproducido una situación de violencia que se da en otras oportunidades. Lo que sí es importante destacar, que también se observa en otro tipo de manifestaciones e incluso eventos deportivos, es que hay una cultura de la violencia en las policías de Latinoamérica. Esto todavía es una herencia tardía de las dictaduras que todavía tiene que ver con una visión del servicio de seguridad que no es una visión democrática”.
Hay una cultura de la violencia en las policías de Latinoamérica.
“Quienes nos dedicamos a la formación de las fuerzas de seguridad intentamos inculcar valores democráticos hace mucho tiempo. Intentamos cambiar el paradigma de trabajo de pensar a la policía como una fuerza de choque, un trabajo donde la violencia es el primer recurso. Pero también existen casos que van más allá de simplemente una mala formación policial. Existen casos donde los policías cometen delitos graves, que se agravan aún más por su condición de policías”, agregó.
Respecto de las consecuencias de estos delitos perpetrados por efectivos policiales, Schleider dijo: “La justicia está trabajando sobre este asunto, y seguramente corresponderán penas de prisión efectiva altas, que implicarán una inhabilitación especial para trabajar como funcionarios públicos de por vida, particularmente como policías”
Colocar cámaras en las comisarías: ¿Una posible solución a la violencia institucional?
Finalmente consultamos a Schleider sobre posibles estrategias para prevenir el maltrato dentro de las comisarías a las personas que se encuentran detenidas y concretamente sobre la posibilidad de colocar cámaras para documentar el accionar policial. Sobre este aspecto dijo: “La respuesta es relativa. depende de qué tipo de cámaras y para qué. Las cámaras se presentan como una panacea, con una ilusión de que poner una cámara en un lugar va a prevenir hechos delictivos de alguna naturaleza y no es necesariamente así”.
“No tienen ningún sentido hacerlo si no son observadas por alguien que sepa observar la situación que quiera detectarse, con un objetivo bien claro. Tal vez deberíamos tener cámaras en lugares no accesibles al público pero eso no va a solucionar nada si querés prevenir otras cuestiones. Si un policía quiere cometer un ilícito, lo va a cometer donde no está la cámara. Entonces es importante decir que recurrir a la tecnología no es recurrir a una solución de una forma lineal”, explicó.
Recurrir a la tecnología no es recurrir a una solución de una forma lineal.
“Algunos de los patrulleros tienen cámaras y algunas de esas cámaras funcionan. Qué se hace con esas imágenes, no se sabe, porque no es información accesible al público. Cuántas imágenes se toman y para qué se usan, si se pueden apagar o no, toda esa información hoy no la tenemos. Además, muchos hechos de violencia policial han sido filmados en el mundo y las cámaras no impidieron eso. Tal vez permiten un juzgamiento más simple de los responsables, pero lo fundamental es buscar mejores formas de trabajar en la prevención”, concluyó.