Crisis de la ciencia: “Las redes acercan un importante volumen de información no chequeada”

Foto: Protesta antivacunas durante la pandemia. Fuente: Télam.

 

Terraplanistas, antivacunas y una infinidad de teorías conspirativas que reniegan del conocimiento científico han crecido aceleradamente en los últimos tiempos. La estrecha relación entre la circulación de la desinformación y el advenimiento de las redes es innegable, así como el hecho de que la situación se vio exacerbada con la llegada de la pandemia, donde la virtualidad irrumpió repentinamente en la cotidianeidad de todos los ciudadanos.

La dificultad que tienen los usuarios de las redes para diferenciar la información de las noticias falsas pone de manifiesto la existencia de una crisis en la ciencia, que expone sus dificultades a la hora de divulgar de forma masiva el producto de sus investigaciones.

Para profundizar sobre esta crisis, desde Portal Universidad dialogamos con Nicolás Lavagnino, Jefe de Gabinete de la Subsecretaría de Evaluación Institucional del Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación. Consultado respecto de las razones por las que las personas comienzan a descreer del conocimiento científico dijo: “La ciencia siempre fue un poco así. Cuando apareció hubo muchos movimientos de desconfianza y se sostuvieron a lo largo de la historia. Se suele personificar a la ciencia como si fuera un agente y la verdad es que son personas haciendo investigaciones. De alguna forma creo que los científicos y las personas que hacen ciencia y tecnología estamos o tenemos que estar acostumbrados a este tipo de discusiones. En el fondo son discusiones políticas, porque la ciencia tiene un aspecto político importante y hay que dar respuestas científicas técnicas y también políticas”.

Foto: La teoría conspirativa del terraplanismo se difundió fuertemente a través de las redes sociales. Fuente: UNLP.

“El problema es que muchas veces, para el ciudadano que no cuenta con las herramientas y los conocimientos, se sigue tratando una cuestión de creer. Quien no comprende nada de eso que se investiga termina creyendo o no creyendo en ese conocimiento científico que surge y se trata de eso: de elegir creer o no finalmente. El tema es que a la larga esa elección conlleva una fuerza causal de las cosas: a la gente que no se vacuna le va peor que la gente que se vacuna. Entonces hay cosas que van formando la elección de la gente”, explicó.

Sin embargo, existe una responsabilidad por parte de los científicos a la hora de comunicar sus hallazgos. En ese sentido dijo: “Muchas veces los científicos utilizamos un lenguaje muy técnico y formal, esotérico podría llegar a decirse, en el sentido de que está oculto para aquellos que no forman parte y sólo es entendido por expertos. Esto lo que produce es que ese conocimiento científico, que es un bien muy escaso, sólo puede ser evaluado por poca gente. Al mismo tiempo, al estar soportado y financiado por el Estado, eso es un caldo de cultivo para que se generen estas teorías conspirativas”.

“Podemos decir entonces que sí es un asunto de creencia, aunque no necesariamente de fe. Hay un problema importante: no todo conocimiento es fácilmente explicable o tiene una aplicación conocida. Desde la ciencia existe además una dificultad para explicar o revelar el hecho de que la ciencia avanza, no porque vaya descubriendo verdades definitivas, sino a través de ensayo y error, el error es parte del proceso”.

¿Cuánto influye el financiamiento en la investigación?

El financiamiento es fundamental para la investigación científica y el riesgo inevitable que deriva de esta premisa es que entonces la ciencia podría ser direccionada a investigar solo aquello que pueda resultar redituable en términos del mercado. Consultado sobre este aspecto, Lavagnino explicó: “En la Argentina influye muy poco, porque la inversión privada en ciencia es prácticamente nula, porque la inversión privada en ciencia es prácticamente nula. Es el 0,1% del PBI cuando en otros países puede llegar a ser el 3%. El problema de Argentina es que tiene una tradición de un sistema de ciencia muy grande y diversificada compuesto por un conjunto de archipiélagos y eso no está acompañado de un pensamiento sistémico. En cuanto a la investigación de cuestiones que no tienen una aplicación inmediata, eso se llama investigación básica. La verdad es que Argentina financia bastante investigación básica pero tiene el problema de la irregularidad en ese financiamiento. Muchas veces la investigación, más que por el financiamiento, está direccionada por la política científica que decide priorizar estratégicamente algo. Pero no es que se desdeñan áreas. El presupuesto siempre va a ser corto, se va a quedar escaso para financiar todo y el que no quede en un área estratégica siempre farfulla algo”.

Muchas veces la investigación, más que por el financiamiento, está direccionada por la política científica que decide priorizar estratégicamente algo.

“A veces creo que hay un poco de ingenuidad en creer que el mercado va a resolver estas cosas. El mercado o el estímulo privado siempre se van a concentrar en el tramo fácil. Hay cosas que fueron investigadas y lo importante para ellos es desarrollarlas tecnológicamente en algo que se pueda usar y monetizar en ese sentido. La realidad es que no tenemos una gran clase empresarial que tome riesgos en el tiempo y tampoco hay financiamiento extendido en el tiempo”, detalló.

¿Qué efecto tienen las redes sociales en esta crisis?

Respecto del rol que tuvieron las redes sociales en generar un descreimiento generalizado sobre el conocimiento científico, Lavagnino expresó: “Las redes acercan constantemente un importante volumen de información no chequeada. Los circuitos de comunicación están dinamizados y llegan mentiras mucho más rápido a todas partes. Durante la pandemia, por ejemplo, mucha gente estaba impresionada porque consideraban que las vacunas tenían un índice de efectividad bajo al ser del 70%. La verdad es que son porcentajes altísimos, las primeras vacunas de BCG por ejemplo, tenían unos índices de efectividad del 55%. Muchas veces se le atribuye a la ciencia una certeza o eficacia que no existe y el costo que se paga es la crítica”.

“Por eso tenemos que destacar que el proceso del conocimiento es incierto. Nosotros sostenemos las creencias desde las que las abandonamos y lo que diferencia al falibilismo de la fe es que el falibilista cree que puede poner en duda todas sus creencias, de ser necesario. No todas al mismo tiempo, porque si no te quedaste en nada, pero no tiene ningún dogma ni principio que sostener. La fe en algún punto es justamente la capacidad de sostener una creencia sin revisarla. La ciencia en este sentido, no. La ciencia debe tener una revisión crítica y hay que hablar de efectos secundarios, hay que hablar de contraindicaciones, efectos adversos y está sometida a la probabilidad”, agregó.

el problema de las redes es que sólo premian la difusión de aquello que genera impacto.

“Volviendo al tema de la desinformación que circula, el problema de las redes es que sólo premian la difusión de aquello que genera impacto. Si sólo hablamos de lo que genera impacto, terminamos hablando de nada. Es mucho más fácil proponer ideas estrafalarias que difundir investigaciones, y no sólo en el caso de lo absurdo, como el terraplanismo, sino que hablamos de muchas investigaciones verídicas que pueden generar impacto pero que son sólo el 5% de lo que se investiga. No podemos quedarnos sólo con eso”.

Fallas inherentes al sistema

En cuanto a las fallas propias inherentes a la comunidad científica, que terminan generando daños a la credibilidad, Lavagnino dijo: “Por suerte no son tan frecuentes. El funcionamiento de los campos disciplinares presenta una falla sistémica. La gente que queda acreditada lo hace a través de un proceso de acumulación de capital de conocimiento. Cuando las personas acumulan mucho prestigio en un campo quedan en una posición donde pueden tomarse ciertas licencias. Y con eso pueden pasar a una fase ya de búsqueda de reconocimiento o de impacto”.

Cuando las personas acumulan mucho prestigio en un campo quedan en una posición donde pueden tomarse ciertas licencias.

“También hay malos estímulos: la idea de buscar el impacto a través de criterios puramente cuantitativos, buscar estrategias para publicar más papers, que tienen que ver con buscar referencias de colegas que después necesitan tu referencia y se producen circuitos cerrados. Una vez que das un incentivo, sabes que la gente se va a acomodar ese incentivo, si pedís artículos la gente va a publicar artículos. Se van generando esas dinámicas que son en alguna medida inevitables, porque la gente lo que quiere es sumar puntos para mejorar su situación”, explicó.

¿Se puede cambiar el sistema?

En cuanto a los cambios que se podrían generar dentro de las prácticas científicas para afrontar esta crisis, Lavagnino dijo: “Es muy difícil hacer transformaciones porque son dinámicas disciplinarias a nivel mundial. Se puede tratar de vincular investigaciones con otras para tratar de atender a necesidades reales de la sociedad y al mismo tiempo bancarse, que a veces uno investiga lo que le interesa, no lo que necesita la sociedad”.

No se trata de encontrar respuestas, sino de generar nuevas preguntas.

El investigador no responde solamente a las demandas de la sociedad, sino que trata de prever cuáles pueden ser las futuras preguntas de la sociedad, entonces no se trata de encontrar respuestas, sino de generar nuevas preguntas. Intervenir en esos procedimientos es muy complejo, sobre todo cuando tenemos en cuenta la escasez de recursos con los que se financia la investigación”, concluyó.

 

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