Adultos mayores: “Es un problema que su cuidado recaiga sobre personas que no están capacitadas”

Foto: Adultos mayores. Fuente: Télam.

 

Con la llegada de la tercera edad, muchos adultos mayores comienzan a sufrir, algunos de forma más gradual y otros de forma más repentina, ciertos deterioros en su cuerpo y su mente. Estos deterioros pueden llegar a causar una pérdida de autonomía y a partir de ello, se desarrollan situaciones de crisis dentro de sus grupos familiares que en muchas ocasiones, sienten que no tienen más alternativa que la internación.

Para dialogar sobre esta problemática, desde Portal Universidad nos pusimos en contacto con Víctor Bazán, médico especialista en medicina general y familiar y profesor titular de la cátedra “Desgaste y envejecimiento” de la Escuela Superior de Medicina de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Consultado respecto de las señales que indican que un adulto mayor requiere atención constante, Bazán dijo: “Existen bastantes recursos como para determinarlo. Muchas veces son los mismos familiares que, en la consulta, comienzan a ver que la persona empieza a tener un estado de fragilidad. Nosotros entendemos como un estado de fragilidad cuando la persona empieza a tener una disminución de su capacidad funcional para adaptarse a las demandas del medio, cuando empieza a tener una mayor debilidad, una pérdida de fuerza. La fragilidad es un estado previo a la del pasaje a la dependencia. Hablamos de dependencias cuando una persona va a necesitar además de supervisión, unos cuidados especiales para determinadas actividades de la vida diaria”.

Existen un montón de recursos, incluso de escalas y tests, que podemos hacer con el familiar en la casa del paciente o en el mismo consultorio, como el test de Barthel, que evalúa en qué condición se encuentra la persona con respecto a estas actividades básicas de la vida diaria. Estas actividades son las primeras que se adquieren durante el transcurso de la vida, pero son las últimas que se pierden en la etapa donde se empieza a producir una pérdida de esa autonomía. Estamos hablando en este caso de la alimentación, la posibilidad de higienizarse, el uso del baño, la continencia, la movilidad. Son cosas muy básicas como puede ser levantarse de la cama y poder después volver a acostarse o pasar de la cama a una silla un sillón y por supuesto la vestimenta”, explicó.

Tenemos una gran epidemia que está ocurriendo en el mundo, que tiene que ver con el deterioro cognitivo y la demencia.

Asimismo, se refirió a que más allá de las dificultades motrices, es importante tener en cuenta el deterioro cognitivo. En ese sentido dijo: “Tenemos una gran epidemia que está ocurriendo en el mundo, que tiene que ver con el deterioro cognitivo y la demencia. Cuando hablamos de demencia se suele pensar en el Alzheimer, que es la es la primera causa en el mundo de demencia, pero tenemos muchas otras causas de demencia como puede ser la demencia frontotemporal, la demencia vascular, las demencias relacionadas con la enfermedad de Parkinson etcétera. En muchos casos las personas pueden mover bien los brazos, las piernas, su cuerpo, pero cuando tienen ante sí, una  prenda de vestir y no recuerdan cómo se coloca, estamos ante un problema más grave. Son etapas, esto es progresivo y no sucede en todos los casos, pero en estos casos el deterioro de su cerebro hace que la persona no recuerde esa práctica, no recuerde cómo se realizaba este procedimiento”.

“En estos casos es importante prestar atención a las señales que tienen que motivar una consulta temprana. Estamos hablando de los olvidos frecuentes, pero no hay que confundir esos olvidos que pueden ocurrir, como no recordar el nombre de una persona conocida y que por ahí, cuando la persona se va al ratito, la recordamos. Los pequeños olvidos son naturales y vienen asociados al envejecimiento, pero hay otros olvidos más frecuentes, más severos que son señales de alarma, como cuando la persona empieza a tener cuadros de desorientación. Existen métodos y test como para ir evaluando la cognición, la memoria, la atención, el lenguaje, las capacidades visos constructivas, las capacidades ejecutivas,  la memoria. Estos estudios nos permiten determinar el nivel de dependencia de supervisión de la persona”, detalló.

El rol del cuidador y sus consecuencias

Más allá del impacto que tiene el deterioro sobre el adulto mayor, la situación tiene consecuencias negativas sobre quienes se encargan de cuidarlos. Sobre este aspecto, Bazán explicó: “Existe el Síndrome del Cuidador, que son situaciones donde se encuentra sobrecargada la persona a cargo del cuidado. Lo que se observa generalmente es que el cuidado principal recae sobre una sola persona, un solo miembro de la familia. Por un lado tenemos cuidadores formales, que son personas que están capacitadas dentro del sistema de salud, pero lamentablemente nosotros tenemos una gran escasez de cuidadores formales. Lo que tenemos es muchos cuidadores informales, que son personas que no están capacitadas, familiares sobre los que cae esta carga, que es importante destacar que en su mayoría son mujeres. Generalmente el cuidado recae sobre la mujer, que puede ser la cónyuge, una hija,  una nieta”.

Existe el Síndrome del Cuidador, que son situaciones donde se encuentra sobrecargada la persona a cargo del cuidado.

Asimismo, expresó que “si bien hay situaciones donde la persona puede ser una hija la única, en general suele haber varios hermanos o hermanas y todo esto recae sobre sobre un solo cuidador, que suele concurrir al  consultorio y se busca una manera de salvaguardar su salud y también su situación familiar, porque muchas veces terminan con conflictos familiares. Es fundamental distribuir esa carga y eso implica sentarse a dialogar con el resto de la familia y que cada uno preste un poco de su tiempo para justamente compartir este cuidado y que no recaiga sobre una sola persona, especialmente sobre las mujeres”.

Es un problema que el cuidado recaiga sobre personas que no estén capacitadas para realizarlo. Si bien lo hacen con todo el amor, con toda la onda, porque son seres conocidos, son seres queridos, son parejas, son padres, son abuelos, la falta de preparación es clave. También hay que entender que el cuidador también tiene a cargo una familia, un trabajo, y en el caso de patologías complejas como el Alzheimer, hay que estar muy preparado para poder sobrellevar esa situación sin que se produzca una crisis en el hogar”, aseguró.

Residencias de larga estadía: ¿Qué pasa cuando el adulto mayor se opone?

Foto: La gran mayoría de los adultos se resiste a permanecer en residencias de larga estadía. Fuente: Télam.

La decisión de internar al adulto mayor no siempre es bien recibida y en general no es la opción preferida por la gran mayoría. En ese sentido, Bazán dijo: “Existen muchos estudios que revelan la preferencia, tanto de hombres y mujeres que van a residencias de larga estadía, de permanecer en su domicilio y de recibir cuidados en su entorno familiar. Vemos mucho en las personas mayores esta resistencia de ingresar a un establecimiento de este tipo. Nosotros sabemos muy bien que para la persona esto es realmente un proceso difícil. Estamos hablando de una persona tiene que dejar su vivienda, con las libertades y las costumbres que implica, para pasar a un entorno que está totalmente regulado, que está formalizado, que es impersonal. La persona tiene que hacer un sobreesfuerzo de adaptación. Nosotros hablamos de un cuadro que se denomina “Estrés por reubicación” y es muy complejo para la persona. No son sencillas las situaciones de internación y generalmente se realizan sin el consentimiento de la persona, porque una de las principales causas es el deterioro cognitivo. Las personas en este estado no están capacitadas para tomar una decisión y son los familiares los que toman la decisión de internarlos de todas maneras”.

Existen también estudios sobre los familiares, respecto de las causas que los llevan a ingresar a su familiar en una institución. Más allá de los casos de dependencia para la vida cotidiana están los casos más complejos, como alteraciones psiquiátricas y trastornos de la conducta, que impactan más profundamente sobre el cuidador. En estos casos el cuidador puede empezar a tener cuadros de ansiedad e insomnio, de estrés, dolores musculares, empeoramiento de patologías previas, entre otras. En estos casos lo aconsejable es el ingreso a una residencia”, concluyó.

 

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