Fútbol y dictadura: el relato de Claudio Tamburrini, ex arquero detenido en la Mansión Seré

La Policía Federal en el Estadio Monumental con las tribunas llenas. Foto publicada en el libro "Voetbal in een vuile oorlog" / Fuente: Parque de la Memoria / Diario Perfil.

 

El siguiente artículo es un extracto de una entrevista que se le realizó al ex arquero, filósofo y dramaturgo Claudio Tamburrini, quien protagonizara la histórica fuga de la Mansión Seré, donde se encontraba detenido ilegalmente en el marco de la última dictadura cívico militar. La entrevista fue realizada en el programa radial “Doble Cinco” conducido por Mario Giannotti y Gustavo Galera donde el fútbol se piensa, se analiza y se lee desde la literatura, el psicoanálisis y la pasión por el juego todos los domingos de 9:30 a 12:00 por la Radio Universidad, 95.7.

Foto: Claudio Tamburrini, el arquero que fue detenido ilegalmente y escapó del centro de detención clandestina Mansión Seré en 1978.

 

Fútbol y dictadura, ¿qué cosas vienen a tu cabeza?

Sobre todo el mundial 78 es la primera imagen que aparece. El dilema que había en el mundial 78, tal vez incipientemente para algunas personas que estábamos enteradas de lo que sucedía en el país, pero que luego se instaló como tema de discusión con posterioridad. Sobre todo gracias al juicio a las juntas y al trabajo de la CONADEP y el informe nunca más, fue un dilema realmente la participación o no en el mundial, primero para muchos países, muchas selecciones europeas. Se discutió mucho en Europa y luego también fue un dilema a modo personal para los futbolistas. Imaginate un apasionado de su selección nacional, ante un campeonato del mundo organizado por la misma dictadura que lo tuvo secuestrado y que lo torturó. Ese es un dilema personal al que yo me vi confrontado luego de fugarme de la Mansión Seré justamente el 24 de marzo  del año 78. Nos fugamos en el segundo aniversario del golpe militar que había sido en 1976.

¿Cómo resolviste ese dilema?

Lo resolví corriendo para adelante. En vez de escapar salí corriendo para adelante, que es diferente a escapar para atrás. Después de la fuga estuve escondido literalmente en varias casas de compañeros, gente conocida que me cedía sus casa para que pudiera tener un sitio seguro donde descansar y reponerme. Yo me negaba a salir a la calle, entonces los esfuerzos de mis anfitriones solidarios, que pretendían ayudarme a recuperar la normalidad fueron enormes. Estuve así dos meses más encerrado hasta que llegó el partido con Perú, el famoso y discutido 6 a 0. En ese momento el pueblo argentino se lanzó a las calles y ahí me dieron un empujón físico en la casa en la que yo casualmente estaba viviendo y salí a la calle. En cuanto salí y me vi envuelto en esa marea humana, esa multitud feliz que celebraba el pase a la final en medio del periodo político y social más siniestro de toda la historia argentina. En ese momento, el conflicto, el dilema que yo tenía se resolvió siguiendo el flujo de la gente, es lo que sentí en ese momento. Salir a festejar apelando a la selección al mismo tiempo que cantaban canciones contra la dictadura y desafiaban con su simple presencia física a los represores. El pueblo había retomado el control de las calles, había superado el miedo, así superé el miedo yo, junto con la gente en la calle.

Estuviste 2 meses escondido. ¿Por qué fue que te decidiste presentarte en la facultad a rendir exámenes de filosofía después de haberte escapado el 24 de marzo de la Mansión Seré, no tenías miedo, terror?

Tenía miedo, sí. Lo que pasaba por mi cabeza en ese momento no es muy recomendable, lo puedo decir ahora con la distancia que dan las décadas, porque sin duda fue una conducta temeraria, irresponsable, que no debería haber hecho. En mi afán por recuperar mi vida, por volver a tener la vida que tenía antes, contra viento y marea di algún paso temerario, cometí algún exceso de confianza. Presentarme a exámenes como alumno libre fue correr un riesgo innecesario. Sin duda podría haber ahí alguien con una actividad paralela a la actividad académica que podría haberme hecho comenzar toda la pesadilla nuevamente. Lo concreto es que lo hice, que salió bien y que a los pocos meses adopté una actitud un poco más cuerda, un poco más sobria y comprendí emocionalmente la necesidad del exilio.

¿Qué perdiste para siempre en tu secuestro? 

Esa es una pregunta muy difícil de responder porque mi respuesta puede herir sensibilidades que son dignas de tener en consideración: no perdí nada, gané todo. Ese es otro dilema que felizmente lo he podido manejar bien y lo manejo con altura. El 24 de marzo es, o por lo menos fue durante muchos años, una fecha de luto para el pueblo argentino y para mí es una fecha de festejo porque fue la fecha de la recuperación de mi libertad y fue la fecha en la que se me abrió una puerta que me permitió tener la vida que vivo hoy, ser el que soy hoy y desarrollarme como me desarrollé. Si no hubiera sido secuestrado y no me hubiera fugado mi vida sería distinta. Felizmente en los últimos años la democracia argentina ha tomado un paso importante que es cambiarle el signo al 24 de marzo, hasta hace unos 10 o 15 años atrás era sinónimo de la fecha en la que se había producido el último golpe militar. A partir de un cambio de signo el 24 de marzo pasó a ser una fecha de festejo de la recuperación democrática y esa disparidad que existía entre mi festejo personal y el luto nacional ahora se ha visto resuelta en cierta medida. La respuesta es que no perdí nada porque yo salí ileso físicamente y sobre todo emocional y espiritualmente. Salí reforzado de la Mansión Seré. Esos 120 días fueron un fenómeno vital que me sigue dando ganas de vivir aún al día de hoy. He hecho mi profesión y mi vida sobre la base de esos 120 días en ese lugar.

¿Cómo pensás filosóficamente esto que estás desarrollando? ¿Desde dónde te paras como filósofo para pensar esto?

Yo me paro desde una convicción ideológica fundamentada en una postura moral, tal vez existencial y es que puedo elegir ciertos elementos de mi vida, pero en realidad son pocos. La mayor parte de los elementos de nuestra vida son cosas que nos pasan, nos suceden, no los actualizamos, no las concretamos nosotros a través de misiones conscientes. Si eso es así y estoy convencido que es así, lo único que nos queda para intentar ser felices es tratar de capitalizar lo que nos sucede fuera de nuestro control para transformarlo en alguna meta que nosotros conscientemente hayamos elegido. Tenemos que utilizar el bagaje que traemos, psicológicamente hablando, y los hechos que nos suceden por casualidad o capricho del destino utilizarlos en lugar de lamentarnos sobre lo que nos ha pasado. Tenemos que aceptarnos, en definitiva es eso, aceptar lo que somos, lo que nos ha pasado y correr para adelante, tratando de llegar a la meta que en algún momento de nuestra vida temprana establecimos como el norte de nuestra existencia.

Yo siento que eso lo he podido hacer. Es en ese marco que yo ubico esos 120 días. Si alguien pudiera volver el tiempo atrás y llevarme de nuevo al 23 de noviembre del 77 al mediodía, el día en que fui secuestrado y me diera la opción de ir para otro lado de la encrucijada, no elegiría hacer algo distinto para que no me encuentren y llegar a mi casa 5 minutos antes. Conociendo este final volvería a elegir el camino que elegí ese 23 de noviembre del 77. Es una parte imborrable de mi vida y fue una piedra fundacional, de las dos o tres que cada uno tiene en su vida. Tal vez habría sido otra persona, mejor, más feliz, no lo sé, pero la verdad es que no estoy disconforme.

¿No sentís que perdiste tu carrera futbolística?

Es cierto, la carrera futbolística. Ese día se frustró mi futuro como futbolista pero he ganado otras cosas. Yo hubiera querido tener todas, pero nuevamente la vida no es así, la vida tiene costos y logros y lo que uno gana por un lado lo pierde por otro. A mí me tocó pagar en términos futbolísticos la vida que después obtuve. No sé qué vida hubiera sido mejor. Tenemos esas puertas giratorias en nuestras vidas y Mansión Seré fue mi puerta giratoria.

Nunca vamos a ver la atajada de Tamburrini a Bochini en la cancha de Independiente.

Yo tenía sueños mucho más megalómanos que atajarle una pelota a Bochini. Nunca pudimos ver a Tamburrini atajar en la copa del mundo contra Brasil en la tanda de penales como el Dibu. Yo era mucho más megalómano pero bueno, no ha podido ser.

Tu constitución física y emocional como futbolista ¿te ayudó a sobrellevar la situación? 

Físicamente fue decisiva mi trayectoria previa como futbolista. Los años de entrenamiento, y la formación física fueron decisivos, primero para soportar las privaciones del cautiverio y segundo me permitieron no estar tan debilitado para poder concretar la fuga planeada. En el plano emocional mi condición de futbolista  jugó un papel muy negativo porque las primeras semanas me la pasaba lamentándome por la inminencia del cierre del libro de pases. Yo estaba plenamente consciente de que no iba a poder conseguir otro club. Era un pensamiento que me torturaba continuamente porque yo tenía la fantasía de poder conciliar la experiencia que estaba pasando con la continuación de la carrera futbolística. Tuve que renunciar después de fugado a esa carrera por razones obvias.

Decís que te torturaba no poder seguir con tu carrera en un lugar donde te torturaban físicamente.

Así es, era un pensamiento auto torturante y torturaba también a mis compañeros de celda porque no los dejaba en paz. Ellos tenían bastantes problemas ya simplemente con el hecho de estar ahí y ser torturados como eran física, emocionalmente y mentalmente. Además me tenían que aguantar a mí que me quejaba constantemente porque no iba a conseguir club. El primer título de mi libro, que se cambió por la película, “Crónica de una fuga”, su primer título fue “Pase libre: la fuga de la mansión Seré”. Justamente elegí ese título por este fenómeno, que fue realmente un pensamiento auto torturante y que nos afectó negativamente a mí y a mis compañeros”.

Escuchá la entrevista completa:

 

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