En el Día del Libro, perspectivas sobre su futuro: “Las amenazas al libro no vienen de la tecnología, sino de la sociedad”
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En Argentina, todos los 15 de junio se festeja el Día del Libro. Esta fecha se originó ese mismo día en 1908, cuando se entregaron los premios de un concurso literario organizado por el Consejo Nacional de Mujeres, y desde ese día se empezó a realizar un festejo anual. Años después, en 1924, el entonces Presidente de la Nación, Marcelo T. Alvear, declaró la fecha como “Fiesta del Libro. A partir de 1941, por resolución del Ministerio de Educación se cambió su denominación a “Día del Libro”, que continúa hasta la actualidad.
Desde Portal Universidad tuvimos un mano a mano con Alejandro Katz, ensayista y editor, sobre el libro como tal, su resiliencia y las perspectivas a futuro para este soporte tan antiguo, pero que no deja de tener vigencia y al que las nuevas tecnologías perecerían no alterar: “Yo no creo que sea la técnica la que amenace al libro, ni que el libro esté sometido a amenazas, creo que la amenaza es la sociedad”, manifestó Katz sobre el panorama.
En primer lugar, sobre el rol de los libros, el editor resaltó: “Creo que es más interesante ir contra los fetiches que a favor de los fetiches. Una de las dos sociedades que tenía la tasa de población letrada más alta de Europa en la primera mitad del siglo XX, cometió el crimen masivo más inimaginable de la historia de la humanidad. Es decir que no hay ninguna relación entre cultura letrada y moralidad pública, por decirlo de un modo un poco pedante y general”.
“Los libros no son en sí portadores de virtudes, son dispositivos muy eficientes que con mutaciones se han ido sosteniendo a lo largo de los siglos y de las transformaciones sociales, económicas y tecnológicas. Son dispositivos muy eficientes, pero no necesariamente son vectores de valores positivos ni para quienes los escriben, ni para quienes los leen”, dijo.
A su vez agregó: “La mayor parte de los libros son intrascendentes y de los libros que no son intrascendentes hay una parte considerable que no se alinea afortunadamente con lo que uno cree que es ni una sociedad buena, ni una vida buena. Y digo afortunadamente porque lo interesante del mundo social es la diversidad. Si hubiera un solo punto de vista sería no solo aburrido, sino peligroso. En todo sentido peligroso. Es decir, que es muy bueno que haya libros que sean muy provocadores respecto de lo que uno cree que es algo virtuoso desde una perspectiva filosófica, política, moral, entre otras”.
“Yo creo que no hay que hacer fetichismo con los libros. Hay gente todavía hoy que dice: Ay! el olor de los libros… bueno, básicamente lo que estás sintiendo es el olor de una pasta celulósica industrial, pero imitando un gesto que tenía sentido cuando dejó de tenerlo. El olor de los libros tenía sentido cuando el papel se hacía con fibras naturales y el impresor, el librero, el editor o el bibliófilo distinguían por el olor la calidad del material con el que se había hecho el papel. Sabían, cuál es el origen de la fibra, y eventualmente quién la había procesado, cuál sería su duración y su calidad”, explicó Katz-
Hay gente todavía hoy que dice: Ay! el olor de los libros… bueno, básicamente lo que estás sintiendo es el olor de una pasta celulósica industrial, pero imitando un gesto que tenía sentido cuando dejó de tenerlo.
En ese sentido, el editor remarcó que el aspecto del olor de los libros hoy parece ser una cuestión más intelectual: “Hoy cuando uno huele el papel lo que siente hace algunos años es básicamente aluminio. Lo que huele es un producto industrial que no tiene ningún vínculo sensible con los olores de la naturaleza que sí estaban presentes en los libros hechos de fibras naturales. Me parece que ese gesto con el libro, esa relación olfativa, se expresa también como una relación intelectual fetichista con el libro”.
Sobre los valores que transmiten los libros, Katz expresó: “Creemos que los libros de por sí tienen un valor positivo que les resulta intrínseco. Y yo digo que no. Hay buenos libros malos y libros, hay libros que producen cosas buenas o malas, hay que definir siempre según qué criterio, según que observador, según que contexto. Hoy es muy frecuente encontrar críticas con argumentos del presente a hechos o artefactos culturales del pasado. Por ejemplo, Lolita es una novela que hoy no se podría publicar. Tampoco fue fácil publicarla en su momento, pero no por las más razones por las que sería que lo sería hoy. Entonces algo que en su momento fue objeto de repudio por cuestiones morales y que luego fue objeto de adoración por cuestiones literarias, hoy sería objeto de desprecio por las razones morales inversas. Antes eran los conservadores y hoy serían los progresistas los que van a detestar la publicación de una novela como Lolita”.
Hay buenos libros malos y libros, hay libros que producen cosas buenas o malas, hay que definir siempre según qué criterio, según que observador, según que contexto. Hoy es muy frecuente encontrar críticas con argumentos del presente a hechos o artefactos culturales del pasado.
“Por supuesto defiendo los libros y su existencia porque son la posibilidad de disponer de un vehículo extraordinario, pero no necesariamente todo lo que ocurre con ellos extraordinario”, remarcó Katz.
Un dispositivo inteligente y duradero: El libro
También enfatizó sobre lo que es el soporte del libro en sí: “Es tecnológicamente un dispositivo brillante. Eso lo dijo Bill Gates, quizás con algo de cinismo, porque lo declaró en una época en la que Microsoft estaba intentando sustituir el soporte impreso por soportes digitales, con la enciclopedia en carta y con CDs, un producto que en los años 90 tuvo mucho éxito, pero no logró desplazar al libro tradicional, si bien fue la primera amenaza digital de sustitución. Pero Gates además dijo que el libro es un dispositivo tecnológico tan extraordinario que, si no existiera, habría que inventarlo. Si ha sobrevivido no es por sus cualidades morales, políticas o filosóficas, es por su eficiencia como dispositivo técnico para los usos que pretende traer”.
“Es un soporte duradero, cuya durabilidad depende de los contenidos que vehiculiza y del valor que le asigna al usuario, a diferencia de la mayor parte de los otros dispositivos tecnológicos. Quiero decir: hay diversas ediciones de las obras de Shakespeare, hay ediciones muy económicas que usarán los estudiantes, hay una edición de las Obras Completas en tapa blanda que puede tener un usuario con una buena biblioteca personal pero que va a leer ese libro algunas veces y no todas las semanas, y hay una edición en tapa dura que es ideal para una biblioteca pública en la que el libro se presta una y otra vez a lo largo de los años. Esa versatilidad para un mismo contenido, es decir, una misma función adaptarla a diferentes costos, calidades materiales, usos y públicos es muy particular”, aseguró Katz.
Es un soporte duradero, cuya durabilidad depende de los contenidos que vehiculiza y del valor que le asigna al usuario, a diferencia de la mayor parte de los otros dispositivos tecnológicos.
Seguidamente mencionó: “Se ha desarrollado un dispositivo cada vez más sofisticado, muy eficiente y portable, y bastante durable. En algunos casos dura siglos, en otros, décadas, en otros dura solamente una o dos lecturas, a veces es muy caro, y en otras es muy económico. Entonces cuando uno pasa por hoteles de sitios turísticos, encuentra todos los libros de bolsillos que los visitantes anteriores han ido abandonando porque no eran libros para tener, eran libros para leer. Pero si uno va a algunas bibliotecas personales encuentra libros de generaciones que eran libros para leer y para retener y conservar y transmitir”.
“Con esto quiero decir que es un dispositivo muy inteligente y el resultado de siglos de evolución, cambio, transformación y mejoras, eso es lo que explica su permanencia: que se ha adaptado muy bien para cumplir las funciones que se le han asignado desde tiempos inmemoriales”, añadió Katz.
Las amenazas: ¿Tecnológicas o sociales?
Sobre el papel de la digitalización, Katz mencionó: “Buena parte de lo que Internet hace muy bien hoy, fue pensado a lo largo de la historia de la edición. Indexar, organizar, clasificar jerarquizar la información, indizarla. Todo eso es un invento de la historia de la edición de los tipistas, de los impresores, de los editores, de los libreros, de los lectores”.
“Es muy difícil hacer pronósticos sobre todo en épocas en las que el cambio es la norma. Es decir, hay tantas fuentes de cambio que es muy difícil entender cómo se articulan todas ellas para producir un efecto sobre un aspecto puntual de lo real, pero puedo aventurar algunas hipótesis. La primera hipótesis la tomo del pasado. Se contaba que había un editor en Nueva York que tenía un agujero en la palma de la mano izquierda de tanto golpearla con el índice la mano derecha diciendo el libro se acababa, y mientras el libro se acababa, al final no se estaba acabando. Durante siglo XX, hubo 20 señales de alarma por el fin del libro”, explicó sobre los cambios que vaticina a futuro en relación a las alertas pasadas.
En el año 1980, en el Congreso de Unión Internacional de Editores que se realizó en Ciudad de México el creador de la gigante tecnológica japonesa, SONY, dio una conferencia magistral en la que él era el único orador: “Se subió y dijo: yo tengo en el bolsillo algo que es el fin del libro tal como usted lo conoce. Y sacó un círculo plateado de 8 o 10 centímetros de diámetro y aseguró: aquí cabe toda la Enciclopedia Británica. Eso hizo el presidente de Sony presentando a la sociedad mundial de editores de libros, el CD. yo creo que, si el libro como tal tuviese conciencia, se estaría riendo sarcásticamente de aquel vaticinio porque lo que no existe más el CD y el libro sigue existiendo”, relató Katz.
Si el libro como tal tuviese conciencia, se estaría riendo sarcásticamente de aquel vaticinio porque lo que no existe más el CD y el libro sigue existiendo.
“Esto no lo menciono como una prueba de que el libro nunca va a dejar de existir, sino de que los vaticinios de su muerte han sido hasta ahora infundados, lo que no quiere decir que lo sean en el futuro. En la ciudad de Buenos Aires, en otro Congreso de la Unión internacional de Editores, en el año 2000, un muchacho del MIT presentó fue lo que se conoce como tinta digital o papel digital, que es la base de todos los dispositivos dedicados a la lectura electrónica. Después de eso pasaron algunos años hasta que esa tecnología se comenzó a fabricar industrialmente y se disparó la lectura en soportes digitales”, agregó Katz.
Si bien la tasa de crecimiento de la adopción de soportes digitales durante los primeros años de su existencia fue muy alta, al nivel de que si se seguía la proyección linealmente en 2020 no iba a haber más libros impresos e iba a ser todo digital, en un momento se aplastó totalmente y cayó. “En el mercado que fue el primer incorporador de la tecnología y el que más intensamente lo hizo, que es el mercado norteamericano, llegó al 27% del total del mercado, bajó al 21%, y desde hace 10 años no crece. Es decir, el libro digital se convirtió en uno más de los formatos alternativos de extensión escrita”, resaltó el ensayista.
“Como decíamos hay libros en tapa dura, en tapa blanda, en ediciones para el kiosco, en ediciones para club, encuadernados con hilo, cocidos, pegados, digitales. Depende de los públicos los usos y la especificidad de los contenidos. Hay una convivencia de soportes y este soporte es un formato más de un menú muy amplio disponible. Lo cual también es un indicio de que el libro tiene mucha resiliencia: es capaz de incorporar tecnologías y convertirlas en parte del dispositivo editorial”, dijo Katz.
El libro tiene mucha resiliencia: es capaz de incorporar tecnologías y convertirlas en parte del dispositivo editorial.
Frente a las constantes alertas de que la tecnología suplantará todas las formas de transmisión de conocimientos y comunicación analógicos, entre ellas el libro, Katz esboza otra perspectiva: “Las amenazas al libro no vienen de la tecnología, sino de la sociedad. Si la sociedad deja de ser lectora, el libro va a ser mucho más minoritario que si la sociedad es una sociedad lectora. Y mi impresión es que estamos yendo hacia sociedades crecientemente iletradas, en las cuales la cultura escrita, no la alfabetización, sino la cultura letrada, vuelve a ser una cualidad minoritaria. Ni siquiera de las élites, sino de comunidades marginales, que en algunos casos pueden ser de élite, pero básicamente no. Las élites también abandonan la cultura letrada, a diferencia de otros momentos de la historia en las que la controlaban. Yo no creo que sea la técnica la que amenace al libro, ni creo que el libro esté sometido a amenazas, creo que la amenaza es la sociedad y el abandono de la cultura letrada es una manifestación de las amenazas que se empiezan a cumplir”.