La inteligencia artificial y el amor en tiempos de algoritmos

Desde el Sistema de Medios Públicos de la UNMDP dialogamos con Federico Álvarez Larrondo, doctor en Derecho, especialista en inteligencia artificial y docente en la materia. Al respecto, explicó que los algoritmos de estas plataformas funcionan a partir de patrones y cálculos matemáticos. “Lo que hacen es encontrar elementos dentro de las gradientes que indiquen afinidades o puntos en común”, señaló Larrondo. Existen dos grandes modelos de aplicaciones: aquellas que vinculan a las personas a partir de cuestionarios y las que utilizan métodos visuales y de proximidad, como Tinder o Happn.
Uno de los aspectos clave de estos algoritmos es su carácter comercial. “Las aplicaciones buscan maximizar ganancias, lo que implica gestionar la visibilidad de los perfiles de acuerdo con determinados criterios“, explicó Álvarez Larrondo. En los primeros años de Tinder, por ejemplo, se hablaba del uso del sistema de ranking Elo, un método originalmente empleado en ajedrez y tenis para calcular la habilidad de los jugadores. En este caso, las coincidencias con usuarios populares aumentaban la relevancia de un perfil dentro de la plataforma, favoreciendo su exposición.
Este tipo de dinámicas llevan a reflexionar sobre la mercantilización del amor y cómo los usuarios, sin darse cuenta, se ajustan a los parámetros algorítmicos para ser más visibles. “Hay tutoriales sobre cómo optimizar un perfil para tener más coincidencias, lo que demuestra que muchos adaptan su comportamiento a lo que la aplicación espera de ellos”, agregó el especialista.
Otro aspecto central es la personalización de la experiencia. A medida que los usuarios interactúan con la aplicación, los algoritmos recopilan información sobre sus preferencias, creando un perfil cada vez más detallado. Este proceso es similar al de plataformas de comercio electrónico o redes sociales, donde el usuario se convierte en el producto. “Cada like o deslizamiento de pantalla es un dato que se almacena y se usa para mejorar la predicción de compatibilidad“, destacó Álvarez Larrondo.
Una reciente nota publicada en el sitio “Libertad Digital” da cuenta de que en la actualidad el 60,76% de las parejas se conocen por Internet. Dentro de este marco, las aplicaciones de citas han revolucionado la forma en que nos conocemos. Hoy en día, más de 4,4 millones de personas en Argentina y millones más en el mundo confían en Tinder, Bumble, Happn y otras plataformas para ampliar su círculo social y, quizás, encontrar el amor.
El debate sobre la privacidad también se hace presente. Muchas de estas aplicaciones recopilan una gran cantidad de datos personales, desde la ubicación hasta la actividad dentro de la plataforma. “Cuando uno solicita un informe de sus datos a una de estas empresas, se sorprende por la cantidad de información almacenada“, comentó el experto. De hecho, documentales y reportes han revelado la existencia de registros detallados que incluyen gustos, intereses y hasta conversaciones privadas.
Los sesgos y la transparencia en los algoritmos son otro punto de debate. En algunas plataformas, la cantidad de coincidencias puede depender del atractivo según criterios mayoritarios de los usuarios, generando una especie de “jerarquización” dentro de la aplicación. “Lo que hacen es establecer, sin decirlo explícitamente, quiénes son los ‘atractivos’ y quiénes no, según la cantidad de elecciones que reciben“, advirtió Álvarez Larrondo.
Además, un caso que pone en duda la autenticidad de estos sistemas es el de un matemático que logró manipular el sistema de OkCupid. Tras notar que sus respuestas sinceras en los cuestionarios no le generaban coincidencias, diseñó un bot que analizaba respuestas de miles de perfiles femeninos. Con ello, ajustó sus respuestas para aumentar su compatibilidad y, finalmente, logró una cantidad masiva de coincidencias. Sin embargo, en la práctica, no encontró una verdadera afinidad con la mayoría de las personas con las que se emparejaba.
El impacto de la IA en la esfera social va más allá de las citas y también plantea desafíos regulatorios. La Unión Europea ha avanzado en la legislación sobre inteligencia artificial, estableciendo categorías de riesgo y criterios de transparencia. Sin embargo, el vertiginoso avance tecnológico hace que los marcos regulatorios queden obsoletos rápidamente. “El gran desafío es acompasar la velocidad del derecho con el ritmo de la tecnología“, concluyó el experto.
El debate sigue abierto: ¿hasta dónde dejamos que los algoritmos decidan por nosotros en el terreno del amor y las relaciones humanas? Mientras las aplicaciones siguen evolucionando y optimizando su eficiencia, la pregunta sobre la autenticidad y la influencia de la tecnología en nuestros vínculos sigue vigente. A medida que la inteligencia artificial se expande a otros aspectos de la vida cotidiana, desde el consumo hasta el empleo y la educación, el desafío será encontrar el equilibrio entre la optimización tecnológica y la preservación de la autenticidad y la privacidad en nuestras interacciones humanas.