Del software libre al tecno-feudalismo: el avance de la IA y sus dilemas

El avance de la Inteligencia Artificial (IA) en la sociedad mundial ha sido vertiginoso en los últimos años, impactando desde la economía y la política hasta en la vida cotidiana de cualquier persona, excediendo su función como herramienta y resignificándose como actor clave en la toma de decisiones, automatización del trabajo y redefinición de las estructuras sociales. Dentro de esa danza entre oportunidad y riesgo, los Estados se posicionan como reguladores necesarios para proporcionarle a la sociedad un desarrollo soberano y planificado que no la corra del eje.
En relación a esto, la Doctora en Ciencias Sociales e Investigadora del CONICET, Flavia Costa, dialogó con el Sistema de Medios Públicos de la Universidad Nacional de Mar del Plata luego de su charla en la Facultad de Humanidades donde planteó los desafíos epistemológicos, sociales y políticos a los que el mundo deberá dar respuestas.
Cuando se establecen estos interrogantes, indefectiblemente se piensa en cómo coevolucionará el ser humano en paralelo a ello. “Estas tecnologías, que son poderes inhumanos en algún sentido, son mucho más poderosos y potentes que nosotros en algunos campo pero en otros no. Si es cierto que pueden provocar una disrupción en el mediano a corto plazo y, quizás a largo plazo, transformar completamente muchas de nuestras actividades”, expresó Costa.
Particularmente, en las ciencias sociales, las actividades a nivel comunitario, por ejemplo, se podrán seguir trabajando en el tiempo. “Esto va a ser así en medida en que nos parezcan importantes los humanos. Creo que a todo nos siguen pareciendo importantes los humanos a pesar de que hay otros intereses corporativos y de gran escala donde parece que algunas poblaciones valen más que otras. Hoy casi todo requiere una dimensión comunicacional“, sostuvo la especialista.
Ante las dudas y miedos que genera la IA, una de las opciones que tienen los usuarios es alejarse de ella e intentar llevar adelante una vida analógica. “En la escala individual mientras tengamos la posibilidad de elegir, tenemos que aprovecharlo. Ahora en escala social y estatal, a nivel de nación, yo diría que no es el mundo que viene y no va a participar de manera equitativa en esos intercambios si no está ahí adentro de ese territorio que es internet”, alertó.
La Universidad Nacional de Mar del Plata lanzó su comité de expertos sobre Inteligencia Artificial
“Hay que buscar la soberanía de la IA que es desarrollo soberano, democrático y escalonado. Preguntarnos qué conviene automatizar, porque incluso eso nos va a permitir cosas que no habríamos pensado, como puede ser un registro de lectura meteorológica del planeta que nos ayude a leer el cambio climático de una manera muy ajustada. La Inteligencia Artificial es una herramienta positiva para salvar vidas, para lectura de lo social que no podríamos hacer en tiempo real“.
El poder de los datos y la geopolítica de la IA
Las grandes empresas tecnológicas —como Google, Meta, Microsoft y OpenAI— están acumulando cantidades gigantescas de datos, dándoles un poder que en muchos casos supera al de los estados. Mientras tanto, países como China y EE.UU. lideran la carrera global de la IA, mientras otros intentan desarrollar estrategias soberanas para no depender completamente de estas potencias.
En una escala media, el problema de la relación entre la comunidad, sociedad y estado hoy excede los límites en los que se puede operar. “Las nuevas IA, que actúan a escala planetaria, cuyos datos provienen de plataformas que tienen 5000 millones de usuarios como es el caso de Meta, requieren de un sistema técnico que pueda tratar con ese volumen. Es decir que está actuando a una escala más alta que la que conocíamos hasta ahora porque, además, lo pueden hacer en tiempo real algo que ningún equipo humano por más sofisticado que fuera podría tratar”.
Pero más allá de considerar una escala de herramientas planetarias, no muchos estados cuentan con los recursos necesarios para poder llevarlo a cabo. “Las grandes potencias participan a través de empresas que no son estatales como fue con la industria nuclear en la época de la Guerra Fría. Esa también era una tecnología inhumana y estaba la pregunta de un mundo sin nosotros pero esa tecnología estaba al servicio de estados concretos. Y hoy, si bien estas alianzas siguen funcionando, esas empresas no son del Estado”, destacó Costa.
En ese cambio de poderes, las firmas se imponen sobre la Unión Europea (UE) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU). “Tienen más poder de acción, actúan como tecnología hard, a través de la cual viaja muchísimo de las acciones, de la bolsa de valores y por la que se gestiona la electricidad en las ciudades. Son sistemas que dependen de esa infraestructura“.
En ese contexto, Argentina, que pretende imitar a Estados Unidos, no lo va a poder hacer por la diferencia de recursos. “Si hacés lo mismo, no hacés lo mismo, porque en verdad los únicos que pueden llevarlo a cabo son los que tienen alianzas estratégicas con esas empresas. Nosotros, aparentemente, estamos haciendo lo mismo pero termina siendo algo muy diferente“.
El rol de los Estados en la planificación
En esta apertura al desarrollo sin seguridad y, por otra parte, sin planificación, los impactos son son varios. “No hay ningún Estado que, razonablemente, pueda llevar adelante el desarrollo de un arma poderosa como esta sin tener al menos un equipo técnico que esté siguiendo los riesgos. Argentina es un país enorme, el octavo más grande en extensión en el mundo, con una densidad de población relativamente baja y tenés un 92% de población en ciudades. Eso te da la idea de que quizás si planificás podés proponer alternativas”, analizó.
Al mismo tiempo agregó que: “Si sos un país pequeño tenés menos capacidad de movimiento. Y eso para todo. No es lo mismo tener una planta nuclear al lado de la ciudad, que si la tenés a 500 o a 5000 kilómetros. También podés tener áreas de desarrollo. Es decir, bueno, vamos a desarrollar una zona determinada, entonces desplazamos una población que quiera dirigirse a hacer la aventura de cambiar de área, pero también le vamos a prometer que a partir de este lugar esto que está haciendo ya no lo va a hacer y va a tener una alternativa. Si no tenés esa planificación, empezaste mal”.
A partir de ello, los Estados deberían ser los entes interesados en la regulación. “Las empresas se preocupan, como mucho, por su unidad que es la que trabaja y los usuarios, y eso cuando hay mucha responsabilidad social empresarial que no suele ser lo habitual. Ahora, la que verdaderamente está interesada en la población es el área política“.
Flavia Costa es doctora en Ciencias Sociales, investigadora del CONICET, profesora en el Seminario de Informática y Sociedad en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires Profesora y también en la Universidad de San Martín. Además, es autora de Tecnoceno: Algoritmos, biohackers y nuevas formas de vida y directora de TecnocenoLab.