Habitar el mundo: la arquitectura como oficio milenario y compromiso social

El Día del Arquitecto y la Arquitecta se conmemora en Argentina cada 1 de julio por iniciativa de la Federación Argentina de Entidades de Arquitectos (FADEA), que instauró la fecha en 1996 para homenajear el ejercicio profesional y su contribución al desarrollo social, cultural y ambiental del país, reforzando la necesidad de una identidad nacional para la profesión.

La arquitectura, entendida no sólo como diseño de edificios sino como construcción de espacios de vida, ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes. Concebir y materializar entornos que respondan a las necesidades humanas –desde el abrigo hasta la organización social del territorio– es una tarea tan antigua como esencial. En ese recorrido histórico, la figura del arquitecto ha mutado, ampliado sus saberes, diversificado sus lenguajes y asumido nuevos compromisos éticos frente a los dilemas del presente.

Una profesión sustancial al nacimiento del hombre

Desde el Sistema de Medios Públicos de la UNMDP dialogamos con Francisco Olivo, arquitecto y decano de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño (FAUD) de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). 

Consultado por el sentido profundo de la arquitectura, Francisco Olivo no dudó en definirla como “una profesión milenaria, sustancial al nacimiento del hombre”. En su visión, el rol del arquitecto está directamente ligado a “darle sentido y construcción concreta al hábitat”, es decir, a responder a las múltiples y cambiantes necesidades humanas desde una mirada integral que combine sensibilidad, conocimiento y responsabilidad social.

Olivo señaló que los cambios en la práctica profesional han ido acompañando las transformaciones de las sociedades. “La arquitectura, como disciplina fáctica, ha seguido de cerca las diferentes manifestaciones de las prácticas sociales”, explicó. Y agregó que esto ha sido posible tanto por la evolución de los centros de formación –las escuelas, las facultades, los institutos técnicos– como por la apropiación crítica de los avances tecnológicos.

En ese sentido, destacó la importancia del andamiaje histórico que sostiene el saber arquitectónico: “Hay un sentido cognitivo que se construye a lo largo del tiempo, con los aportes de la historia y de las instituciones educativas. Pero también hay conocimientos técnicos que permiten materializar esas ideas y procedimientos que impactan directamente sobre el territorio”.

Mar del Plata, ciudad de desafíos arquitectónicos

Respecto a la relación entre la arquitectura y el desarrollo urbano de Mar del Plata, Olivo subrayó que la ciudad constituye un campo de intervención complejo y apasionante para los profesionales del diseño: “Mar del Plata es una ciudad con un origen turístico, pero que ha ido cambiando según la configuración sociopolítica del país. Hoy tiene un fuerte desarrollo productivo, en el que el turismo también se reconoce como actividad económica”.

En ese contexto, los desafíos arquitectónicos son múltiples. Desde la planificación territorial hasta la preservación del patrimonio histórico, pasando por la renovación de los espacios comerciales o las demandas de infraestructura urbana, la arquitectura se presenta como una herramienta clave para pensar el futuro de la ciudad.

Pero ese ejercicio no es nunca individual ni desvinculado del marco normativo. “La arquitectura no produce con independencia de dispositivos que dan lugar a la construcción de la ciudad”, indicó el decano. Y añadió: “La normativa debe estar consensuada por la ciudadanía y los cuerpos colegiados. Porque la arquitectura, por definición, impacta en lo colectivo”.

El tiempo como dimensión de la obra arquitectónica

Otro de los aspectos que resaltó Olivo fue la temporalidad de la arquitectura. A diferencia de otras disciplinas proyectuales, la obra arquitectónica tiene una vida extensa y visible: “Una obra de arquitectura dura muchísimos años. Algunas, miles; otras, cientos; otras, unas pocas décadas. Pero todas dejan huella”.

Esa permanencia obliga a pensar el diseño no sólo como una solución inmediata, sino como una propuesta duradera, capaz de adaptarse a los cambios del entorno y de dialogar con la historia. Por eso, insistió en que “una normativa estable, consensuada y sensible a las necesidades reales de la gente es esencial para sostener una arquitectura que no sólo responda a los intereses del presente, sino que también preserve el valor cultural, ambiental y simbólico del territorio”.

El valor del patrimonio y la necesidad de políticas sostenidas

En relación con la conservación del patrimonio arquitectónico de Mar del Plata, Olivo fue claro: “Hemos sido muy injustos con la preservación de nuestro patrimonio arquitectónico y urbano”. Aunque aclaró que esa situación no se debe a una sola gestión, consideró que la falta de políticas sostenidas y consensuadas ha generado deterioro, pérdida y desaprovechamiento de valiosas construcciones.

Por eso, remarcó que es indispensable fortalecer los marcos normativos y generar dispositivos de participación que permitan cuidar lo construido, sin frenar el desarrollo. “Los arquitectos y arquitectas sabrán responder a los desafíos que se presenten. Pero para eso, hay que acompañarlos con herramientas adecuadas. No se trata de conservar todo, sino de saber qué conservar y por qué”, sostuvo.

Arquitectura y compromiso: pensar la ciudad como un proyecto colectivo

Para Olivo, el compromiso del profesional no puede limitarse a la técnica ni al diseño formal: “El arquitecto tiene que saber acoplarse a los dispositivos sociales, políticos y normativos para acompañar mejor las prácticas sociales. Es una tarea que exige sensibilidad, capacidad de diálogo y formación constante”.

La celebración del 1 de julio no se agota en el homenaje a quienes ejercen la profesión, sino que se proyecta como una oportunidad para repensar la ciudad, la vida urbana y el rol de la arquitectura en el bienestar colectivo. Porque, como recordó Olivo, “habitar no es simplemente ocupar un espacio: es construir sentido, identidad y comunidad”.

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