Voces del tiempo: el oficio de narrar el pasado en clave presente

Foto: Elisa Pastoriza, historiadora.

Cada 1° de julio se celebra en Argentina el Día del Historiador y la Historiadora. La fecha, instituida oficialmente en 2002 por la Ley 25.566, busca visibilizar una tarea que, lejos de quedar confinada al archivo o al aula, permea las formas en que una sociedad piensa su devenir, comprende sus conflictos y proyecta futuros posibles. La historia, entonces, no solo se escribe: también se discute, se enseña y se transforma. Y quienes la ejercen, como subraya la historiadora marplatense Elisa Pastoriza, lo hacen con una mirada anclada en el presente, pero siempre en diálogo con los ecos de otras épocas.

“La historia es ciencia y poesía”: entre la narración y el rigor

Desde el Sistema de Medios Públicos de la UNMDP, Elisa Pastoriza, referente en el estudio de la historia marplatense, abordó el valor del oficio del historiador y la historiadora. “Siempre se dice que es importante conocer el pasado para entender nuestro presente, aunque también sucede a la inversa: muchas cuestiones del presente nos llevan a hacer nuevas preguntas al pasado”, sostuvo.

Pastoriza recuperó una definición atribuida a Aristóteles —“la historia es ciencia y poesía”— para ilustrar la dualidad que caracteriza a esta disciplina. “Por un lado, es una narración, en eso consiste la poesía: hay que contar historias. Pero no es una narración de ficción. Es una narración con base científica, sustentada en fuentes”, explicó. Esta combinación exige tanto creatividad narrativa como rigor metodológico, y se construye a partir de documentos, testimonios, imágenes y diversos vestigios que permiten reconstruir un pasado que siempre se presenta como fragmentario.

La tarea del historiador es entre detectivesca y literaria. Uno indaga, busca, conecta piezas, y luego tiene que componer una narración que sea comprensible para los demás. Eso requiere tiempo, atención y trabajo minucioso”, indicó. En esa labor, señaló, se habita en simultáneo el presente y el pasado: una tensión temporal que define la práctica investigativa.

Una colección para narrar Mar del Plata desde sus márgenes

Además de su reconocida trayectoria académica, Elisa Pastoriza dirige la colección editada por la Editorial EUDEM de la Universidad Nacional de Mar del Plata Mar del Plata entre el mar y la pampa. El proyecto, impulsado por la dirección de la editorial junto a la Secretaría de Comunicación y Relaciones Públicas, está destinado a acercar la historia de la ciudad a un público amplio, con especial énfasis en su dimensión local y social.

La colección nació como una propuesta pensada para todo público, y a partir de allí fuimos convocando a investigadores e investigadoras con trabajos sobre temáticas significativas de la historia marplatense”, explicó Pastoriza. Hasta el momento, se han publicado cinco libros y uno próximo a lanzarse, que abordan desde las transformaciones urbanas hasta el mundo del trabajo, pasando por la salud pública, las migraciones y la cultura obrera.

Entre ellos se encuentran Mar del Plata vertical, de Víctor Pegoraro, sobre la evolución edilicia de la ciudad en el siglo XX; Sufrir en la Feliz, de Adriana Álvarez, que narra la historia de la tuberculosis y la parálisis infantil en la ciudad; Cruzar el Océano, de María Liliana Da Orden, sobre el impacto de la inmigración extranjera; Hacer la temporada, de Débora Garazi, centrado en los trabajadores de la hotelería y la gastronomía; y La Pequeña Italia, de Bettina Favero. También está próximo a publicarse Luces y sombras en los orígenes de la ciudad feliz, de Daniel Reynoso, que se remonta al siglo XIX y explora los inicios menos conocidos de la ciudad.

Todos los libros de la colección tienen un formato común, con fotografías, mapas y una edición cuidada, que le da identidad a la propuesta. Y están escritos en un lenguaje accesible, con la idea de llegar a toda la comunidad”, destacó la historiadora.

Historia para enseñar, historia para habitar

Uno de los objetivos más ambiciosos del proyecto editorial, según explicó Pastoriza, es que los libros puedan ser utilizados en las escuelas. “Nos parece fundamental que esta colección sea un instrumento para los docentes de historia, tanto en relación con la ciudad como con procesos más generales del país. Porque lo que pasa en Mar del Plata también forma parte de la historia argentina”, remarcó.

En ese sentido, la iniciativa apunta a reforzar el sentido de pertenencia local, estimular el pensamiento crítico y enriquecer las formas de enseñanza de la historia. La historiadora insistió en la importancia de traducir las investigaciones académicas —muchas de las cuales nacieron como tesis o trabajos de largo aliento— en materiales que puedan ser leídos y aprovechados por públicos diversos. “Esa tarea de adaptación es clave. Hay que salir del lenguaje más técnico o especializado y buscar una escritura clara, que mantenga la profundidad del análisis, pero sin perder de vista la posibilidad de llegar a los demás”, subrayó.

Una pasión entre documentos, aulas y relatos

Consultada sobre qué es lo que más disfruta de su labor como historiadora, Pastoriza no dudó en señalar el trabajo con las fuentes. “Disfruto mucho del momento en que uno empieza a armar el rompecabezas. Trabajar con documentos, con fotografías, con testimonios: eso es apasionante. Y luego está el desafío de transformar todo eso en una narración”, expresó.

Pero también resaltó el valor de la docencia como una dimensión insoslayable de su trayectoria. “La formación de nuevos historiadores y el trabajo en el aula fueron muy importantes para mí. Nuestra tarea no se reduce a investigar, sino que también implica transmitir lo que aprendemos, formar a otros”, agregó.

Esa multiplicidad de aristas —la investigación, la escritura, la enseñanza, la divulgación— configura una práctica compleja pero vital, que permite recuperar voces, tensiones y procesos muchas veces olvidados. “La historia nos obliga a mirar más allá de lo inmediato, a entender que lo que somos tiene raíces, y que esas raíces se pueden —y deben— estudiar, problematizar y compartir”, concluyó.

La historia como práctica viva

En un contexto de creciente negacionismo, donde el relativismo informativo pone en riesgo la memoria colectiva, reivindicar la tarea de quienes investigan, escriben y enseñan historia resulta más necesario que nunca. No se trata solo de conmemorar una fecha, sino de poner en valor una práctica intelectual que interpela, incomoda y aporta herramientas para comprender la complejidad del presente.

Desde su lugar, Elisa Pastoriza ha sabido construir puentes entre el rigor académico y la divulgación, entre la Mar del Plata del archivo y la de las calles, entre las memorias individuales y las tramas sociales. En el Día del Historiador y la Historiadora, su palabra invita a seguir preguntando, narrando y pensando la historia no como un relato cerrado, sino como una conversación permanente con el tiempo.

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