“Endojuego”, la misión de visibilizar el dolor menstrual como problema de salud pública

En el marco de las Jornadas Investigar, docentes y estudiantes de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) presentaron una propuesta lúdica e investigativa para concientizar sobre la endometriosis, una enfermedad subdiagnosticada que afecta a millones de mujeres y niñas en edad reproductiva en todo el mundo. La iniciativa surgió de un trabajo conjunto interdisciplinario entre carreras de la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social y la Facultad de Humanidades con el fin de desnaturalizar el dolor menstrual y promover el acceso a diagnósticos y tratamientos adecuados.
En relación a ello, la docente e investigadora, Agustina Cepeda, dialogó con el Sistema de Medios Públicos de la UNMDP y explicó la dinámica del juego para abordar las barreras en el diagnóstico de la endometriosis. “El Endojuego es como un Juego de la Oca en donde cada uno de los casilleros representaba una dificultad de las personas que tienen endometriosis en la construcción del diagnóstico. Está pensado específicamente para un público que no conoce la patología, en especial para mujeres que menstrúan y para adolescentes que se engancharon muchísimo”, explicó la licenciada.
La endometriosis es una enfermedad crónica que puede generar dolor severo y prolongado, y que muchas veces no es detectada a tiempo. “Se tarda mucho tiempo en diagnosticar. Hay mujeres que sufren dolor menstrual durante 10 años antes de obtener un diagnóstico. Duele mucho, es un dolor crónico, y no tiene una cura establecida. El tratamiento actual incluye pastillas anticonceptivas y cirugía”, detalló.
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A través del juego, buscan transmitir mensajes claros sobre el abordaje de esta patología. “Uno de los objetivos es visibilizar que si te duele, no es normal y necesitás hacer una consulta con profesionales especializados. Además, apuntamos a que se comprenda la necesidad de una Ley de Endometriosis que garantice cobertura para todas las prestaciones necesarias para el diagnóstico y tratamiento”, añadió.
Durante las jornadas, el stand despertó interés entre estudiantes secundarios que compartieron sus propias experiencias. “Se acercaban muchas chicas jóvenes que consumían anticonceptivos sin saber si eran el único tratamiento posible. A partir del juego empezaban a cuestionarse, a preguntar, a pensar si había alternativas como cambios en la dieta o ejercicio”, dijo.
La propuesta se inscribe en una línea de trabajo que inició en 2019, cuando el equipo comenzó a investigar el uso de hormonas y las negociaciones entre pacientes y profesionales de salud. “En aquel momento no existían protocolos consensuados sobre el tratamiento de la endometriosis. Eso hacía que las coberturas médicas no garantizaran el acceso a tratamientos ni diagnósticos”, puntualizó.
Cepeda también destacó el rol de las organizaciones de mujeres en la lucha por el reconocimiento de la endometriosis como una cuestión de salud pública. “Hay más de 37 organizaciones en todo el país reclamando leyes provinciales para la cobertura del diagnóstico. Detrás del dolor, hay una agencia política que plantea el acceso a derechos sexuales y reproductivos”, subrayó.
Las dificultades en el diagnóstico se deben en parte a prejuicios médicos arraigados. “Durante muchos años, el dolor menstrual fue considerado normal, por eso la endometriosis resultaba ininteligible para la mirada médica. Solo cuando se empezó a desnaturalizar la idea de que la menstruación debía doler, la medicina comenzó a investigar seriamente esta enfermedad”, observó.
Aunque la ciencia ha avanzado, aún quedan preguntas sin responder. “Todavía no se conoce una causa médica única; hay muchas hipótesis y el endometrio puede expandirse a otros órganos, como el sistema digestivo. Es una enfermedad compleja que requiere un enfoque integral desde distintas disciplinas”, agregó.
La intención del equipo es que esta experiencia contribuya al diseño de políticas públicas. “Queremos aportar datos para la construcción de un protocolo de atención médica para la provincia de Buenos Aires. Y lo hacemos desde nuestras disciplinas: somos terapistas ocupacionales y cientistas sociales, pero la universidad pública puede con todo”, concluyó.