Se cumplen 76 años de la implementación de la Gratuidad Universitaria en Argentina
Este 22 de noviembre se cumple un nuevo aniversario del decreto firmado por el general Juan Domingo Perón en 1949, que oficializó la Gratuidad Universitaria en Argentina. A partir de esa decisión, la educación superior pasó a ser un derecho accesible para muchísimos jóvenes que hasta entonces habían quedado fuera. Este hito se suma a otros momentos claves de nuestra historia educativa, como la Ley 1420, y a procesos que marcaron el rumbo de la universidad pública, entre ellos la Reforma Universitaria de 1918.
La fecha quedó establecida oficialmente como el Día Nacional de la Gratuidad de la Enseñanza Universitaria en Argentina. Su impacto fue prácticamente inmediato: la matrícula casi se duplicó en apenas cinco años, pasando de 66.212 estudiantes en 1949 a 135.891 en 1954, un crecimiento que reflejó la apertura del sistema a sectores que antes estaban excluidos por motivos económicos y sociales.
Aunque la gratuidad se estableció en 1949, las discusiones y reclamos por democratizar el acceso venían desde mucho antes. La Reforma del 18 es el antecedente más fuerte: un movimiento estudiantil que desde Córdoba, impulsó cambios profundos y denunció el carácter elitista de las universidades de aquel momento, donde sólo los sectores acomodados tenían acceso a la educación superior. Los reformistas incluso presentaron un proyecto para garantizar la gratuidad, pero no llegó a ser tratado en el en el Congreso.
Para entender con mayor profundidad qué significó este cambio que trajo la gratuidad y cómo se proyecta en el presente, desde Portal Universidad conversamos con Daniel Reynoso, historiador y Secretario Académico de la gestión saliente.
Para Reynoso, la gratuidad universitaria formaba parte de un proceso histórico que se remontaba mucho antes de 1949. “La gratuidad como tal se inicia en nuestro país con la Ley 1420 de 1884, que estableció que la educación debía ser obligatoria, gratuita y laica”, sostuvo. Explicó que ese principio se había extendido luego a la educación secundaria y que, con el correr de las décadas, también alcanzó a la universidad. Sin embargo, aclaró que “esto no fue una continuidad”, ya que durante la última dictadura militar se intentaron reinstalar aranceles, matrículas e inscripciones “al estilo del sistema privado”. Recién con el regreso de la democracia la gratuidad quedó absolutamente garantizada, sin dejar de mencionar 2015, cuando se implementó la prohibición de aranceles en las universidades púbicas.
Reynoso también resaltó que estos avances tenían un fuerte vínculo con la tradición democratizadora de la Reforma Universitaria de 1918. Recordó que aquel movimiento “eliminó restricciones que tenían que ver con el acceso a la universidad, sobre todo en cuanto a los recursos y a la procedencia de los estudiantes”. En ese marco, afirmó que el decreto de 1949 no sólo consolidó la gratuidad, sino que impulsó experiencias como las universidades obreras, pensadas para ampliar el universo de estudiantes. “Perón planteaba que la sociedad no debía elegir entre cien mil posibles estudiantes, cuando podía hacerlo entre cuatro millones.”, destacó, a la llamada articulación entre educación, industria y desarrollo productivo que orientaron las políticas de la época, como el Plan Quinquenal.
Según Daniel Reynoso, la conmemoración de la gratuidad universitaria adquiere un significado particular en la actualidad: “En este momento se vuelve a poner en discusión la gratuidad a través de políticas del Gobierno Nacional, porque se está atacando ese concepto”, advirtió. Asimismo, señaló que en el presente se cuestiona a qué actores de la sociedad alcanza la gratuidad y cuáles son sus efectos. En este sentido, el Secretario Académico aseguró que las universidades deben asumir no sólo la celebración, sino también el compromiso de su defensa: “Con las restricciones presupuestarias la situación se vuelve más compleja para las universidades, aun así es un derecho sobre el que la sociedad no debe retroceder”, sostuvo.
A 76 años del decreto, la fecha vuelve a resaltar que la gratuidad universitaria es mucho más que un hito histórico: es un principio que amplió derechos, transformó trayectorias y definió la identidad de la universidad pública argentina. En un contexto donde su alcance vuelve a discutirse, recuperar su sentido permite comprender su valor educativo, social y democrático.
