Cuando la casa es política: territorios, vínculos y autoconstrucción en los barrios populares

Federico Oriolani nació en Mar del Plata en 1986. Es sociólogo por la UNMDP, donde también ejerce la docencia y la investigación y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de La Plata gracias a una beca del CONICET. Trabaja desde hace años las problemáticas del acceso al hábitat. Es autor del libro La vida política de las casas, resultado de su tesis doctoral en Ciencias Sociales y su recorrido académico ha estado siempre vinculado a una práctica territorial sostenida. Desde el Sistema de Medios Públicos de la UNMDP dialogamos con el autor, quien sostuvo: “Para mí, investigar no es sólo producir conocimiento. Es también un compromiso con las personas que te abren las puertas de su casa, que te cuentan su historia, que te permiten mirar algo que no está en las estadísticas”.
“La idea de fondo es que las casas se hacen con personas. Y que esas personas están insertas en redes, en vínculos, en relaciones que desbordan ampliamente el espacio doméstico”, destacó Federico Oriolani. A través de un registro etnográfico sostenido durante años en un barrio popular, Oriolani reconstruyó el proceso por el cual la vivienda deja de ser sólo una necesidad básica para convertirse en un nodo político, en un espacio donde se condensan disputas, gestiones y formas de organización social.
En su análisis, las casas son también un punto de articulación entre el adentro y el afuera, entre lo íntimo y lo colectivo. “Lo que intento mostrar es que la casa no es un objeto terminado, cerrado, sino un proceso. Un proceso que implica materiales, personas, decisiones, conflictos, y que está en permanente mutación”, explicó. Esa transformación constante está atravesada por múltiples actores: la familia, los vecinos, referentes barriales, organizaciones sociales y, en muchos casos, agentes del Estado con los que hay que aprender a dialogar.
Uno de los aspectos que destaca el autor es la necesidad de un tipo de gestión que no se basa en el dinero, sino en el tiempo, el conocimiento situado y la capacidad de tejer vínculos. “En muchos casos, las mujeres son quienes cargan con ese rol de mediadoras. Son quienes sostienen las gestiones, quienes traducen lo que el Estado pide, quienes ponen el cuerpo para organizar una olla o acompañar un reclamo”, señaló Oriolani. Lejos de entender la política como algo exclusivo de las instituciones, su libro propone una lectura ampliada de lo político, que incluye las prácticas cotidianas, las negociaciones informales y las estrategias barriales para sostener la vida.
La investigación, desarrollada entre 2016 y 2022, se basó en visitas frecuentes al barrio, conversaciones informales, registros de campo y un acompañamiento prolongado. “La etnografía fue la forma que encontré para acercarme a esas experiencias sin forzarlas en categorías que no les hacen justicia. Mi objetivo no era hablar por nadie, sino tratar de entender cómo se hacen las casas y qué significa eso para quienes las habitan”, explicó.
La cocina como trinchera: decisiones, cuidados y producción política
Entre las escenas que más lo impactaron durante el trabajo de campo, Oriolani destacó el papel de la cocina como un espacio clave. “En muchos casos, la cocina es el centro de la vida política de la casa. Ahí se decide qué se construye primero, si una pieza o un baño. Ahí se discute si se presta una herramienta al vecino, si se participa de una asamblea. No es un lugar meramente funcional; es donde se organiza la vida y se toman decisiones importantes”, relató. Esa centralidad de la cocina también revela una dimensión de género en la construcción del hábitat: son las mujeres quienes, en gran parte, sostienen ese espacio desde una lógica del cuidado y la organización barrial.
El libro evita romanticismos o visiones idealizadas de la pobreza. En cambio, Oriolani propone una mirada crítica, atenta a los límites y tensiones que atraviesan estas experiencias. “No todo es cooperación o solidaridad. Hay conflictos, hay jerarquías, hay tensiones. Pero incluso esas tensiones son parte de lo que hace política a la casa. Porque implican negociación, toma de posición, intervención en lo común”, señaló.
Otra dimensión que se vuelve central es la relación con el Estado. “Hay una presencia estatal, pero muchas veces desordenada, inestable, fragmentada. Entonces las familias tienen que aprender a gestionar esa relación, a traducirla, a aprovechar las oportunidades cuando aparecen. Hay una inteligencia práctica en eso que me parece fundamental visibilizar”, indicó. Lejos de la idea de sujetos pasivos esperando asistencia, Oriolani muestra cómo las personas despliegan estrategias complejas para habitar la ciudad en condiciones de desigualdad.
La vida política de las casas no es sólo un libro sobre vivienda. Es una invitación a repensar las formas en que se produce la ciudad, desde abajo, desde los márgenes. Y a reconocer en esas casas levantadas a pulmón no sólo esfuerzo, sino también inteligencia colectiva, estrategias políticas y una dignidad que desborda cualquier política pública fragmentaria.