El mecanismo de Anticitera: una maravilla de la ingeniería antigua que aún plantea interrogantes

El mecanismo de Anticitera es una de las piezas más enigmáticas de la historia de la ciencia. Descubierto en 1901 entre los restos de un naufragio en el mar Egeo, este artefacto de bronce con engranajes complejos es considerado el primer computador analógico de la humanidad. Más de un siglo después, continúa despertando preguntas. Algunas de ellas son las que movilizaron a un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de Mar del Plata y del CONICET, que llevaron adelante un estudio para analizar sus posibles errores de funcionamiento que se centra en dos elementos técnicos fundamentales: los dientes triangulares de los engranajes y los defectos de construcción documentados en trabajos anteriores. 

El ingeniero Esteban  Szigety se interesó por el dispositivo durante una maestría en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. “El profesor, Christian Carman, me introdujo en el tema. Empezamos a leer papers, a investigar de a poco, hasta que descubrimos que desde la Facultad de Ingeniería podíamos aportar un enfoque diferente: estudiar qué errores cometía el mecanismo al operar”, relató. La pregunta que los impulsó fue concreta: si el aparato calculaba posiciones astronómicas, ¿qué tan precisos eran esos resultados?

En el núcleo del proyecto está la idea de que, más allá de su precisión teórica, el dispositivo podría haber tenido fallas prácticas. “Si trataba de predecir eclipses o la posición de la Luna, queríamos saber si al final mostraba datos acertados o no. ¿Dónde estaban los errores? ¿Qué pasaba con el puntero final que debía indicar la posición lunar? Si eso fallaba, el usuario vería la Luna donde no estaba”, explica Szigety.

Para avanzar con esta hipótesis, fue clave la incorporación del doctor Gustavo Arenas, investigador del CONICET y especialista en optoelectrónica. “Ya conocía el mecanismo y cuando me enteré de que Esteban trabajaba en esto, me sumé desde el costado técnico. Imprimimos piezas en 3D, las ampliamos para analizarlas mejor y usamos mediciones ópticas de alta precisión para detectar errores en los engranajes”, señaló quien además trabaja en el Laboratorio Láser del Instituto de Investigación en Ciencia y Tecnología en Electrónica (ICYTE).

Uno de los grandes desafíos fue reconstruir un dispositivo a partir de fragmentos incompletos y dañados. Como el mecanismo original no puede ser manipulado por su fragilidad, el equipo se basó en tomografías computadas de rayos X realizadas en 2006, disponibles para investigadores de todo el mundo. “Esas imágenes son la fuente primaria. No podemos tocar los restos reales, así que todo lo que hacemos parte de esas tomografías. Y claro, eso tiene sus limitaciones”, advierte Szigety.

A partir de esas bases, diseñaron modelos en computadora, los reprodujeron físicamente y comenzaron a probar su funcionamiento. Fue entonces cuando surgieron sorpresas. “Algunos engranajes se trababan. El mecanismo no giraba como debía. Y eso nos llevó a preguntarnos qué no estábamos viendo”, comentó Arenas.

Una de las hipótesis centrales del trabajo fue que la forma triangular de los dientes de los engranajes podía ser la responsable de esos errores. “Un investigador inglés, Mike Edmunds, ya había hecho estudios previos solo considerando la ubicación de los dientes. Nosotros sumamos un nuevo elemento: su forma. Al combinar posición y forma, encontramos que el mecanismo no funcionaba tan bien como se creía. Se trababa. Algo fallaba”, detalló Szigety.

Ese hallazgo llevó a los investigadores a una pregunta tan técnica como filosófica: ¿y si los fragmentos sobre los que se hicieron las mediciones estaban distorsionados por los dos mil años que pasaron bajo el agua? “Tal vez estemos trabajando sobre restos deformados y lo que falta sea precisamente lo que permitía que el dispositivo funcionara correctamente. Eso es parte del misterio”, reflexionó el ingeniero.

El modelo que construyeron intenta respetar al máximo el diseño original, pero también incluye ampliaciones de ciertas piezas para poder analizarlas mejor. “Algunas partes las hicimos tres veces más grandes para poder ver si, por ejemplo, los dientes triangulares generan histéresis, algo que podría causar errores en los cálculos posteriores”, explicó Arenas que, además, considera que cada medición es un delicado equilibrio entre fidelidad histórica y necesidad técnica.

A pesar de las dificultades, ambos coinciden en que el mecanismo es una muestra asombrosa del ingenio humano. “Creemos que funcionaba, al menos durante un tiempo. Según mis simulaciones, podría haber operado unos cuatro meses antes de trabarse. Pero incluso ese tiempo habría sido increíble: mostraba la posición de la Luna, el Sol y probablemente de los planetas”, destacó Szigety.

Consultados sobre si existe hoy una réplica funcional del mecanismo, aclaran que las que hay son en su mayoría ilustrativas. “Hay muchas réplicas hechas en bronce, pero ninguna pensada para medir con precisión. Algunas se traban, otras tienen problemas con los materiales. Nosotros apuntamos a algo diferente: una réplica de investigación, que nos permita entender por qué no funciona bien”, remarcaron.

Actualmente, el equipo sigue trabajando en el diseño y las mediciones de secciones del mecanismo que aún no abordaron. La tarea avanza en paralelo sobre dos frentes: por un lado, el modelo físico en 3D; por otro, el modelo computacional, que permite hacer simulaciones en un entorno ideal. “La comparación entre ambos nos va a permitir saber si estamos cerca o no del funcionamiento real”, afirmaron.

Finalmente, Szigety subrayó la importancia de contar con el respaldo institucional de la universidad pública: “Este proyecto empezó gracias a subsidios de la UNMDP. Hoy ya estamos en nuestro tercer período de financiamiento. Es una muestra de confianza que valoramos mucho. No es una cuestión económica: es saber que la universidad apuesta por el conocimiento”.

La ciencia también se frustra: el lado invisible de investigar

Más allá de los resultados, la investigación también transita por caminos más inciertos: los del esfuerzo, la frustración y la soledad. “Hubo momentos en los que las cosas no funcionaban y sentía que todo se venía abajo. Pero Gustavo estuvo ahí para acompañarme. No solo desde lo técnico, sino también desde lo humano”, reconoció Szigety.

Arenas, por su parte, señala que la frustración es una constante en la tarea científica. “Muchas veces uno trabaja en soledad, y eso genera fantasmas. Es común avanzar mucho tiempo sin resultados, y cuando llegan las dificultades, se hacen sentir. Pero a veces también es un motor. Te obliga a seguir buscando”. Al mismo tiempo, los investigadores coincidieron en que lo más difícil no es aceptar los errores técnicos, sino los personales. “Aceptar que te equivocaste, que tu idea no era tan buena, es durísimo. Especialmente cuando uno ya es profesional, ya se recibió. Pero es necesario. Es parte del camino”.

En ese contexto, cada pequeño avance es una celebración. “Cuando publicamos el artículo y vimos que generaba interés, nos sorprendimos para bien. Fue como hacer un gol después de mucho esfuerzo. Dura poco, pero alcanza para seguir”. En esa línea, ambos investigadores coincidieron en la importancia de trabajar en equipo y poder compartir lo que va sucediendo a lo largo del camino que transitan. “En el instituto hacemos algo que parece una pavada pero no lo es: reuniones para contar lo que no nos sale. Ahí es donde más nos encontramos. Porque lo común no es el descubrimiento, es el intento fallido. Lo otro pasa cada tanto”, contó Arenas.

Por último, tanto Szigety como arenas coincidieron en que lo que los sostiene es la pasión por conocer. “Uno sigue investigando porque todavía quedan preguntas abiertas. El mecanismo de Anticitera todavía guarda secretos. Y mientras haya algo que no entendemos, vamos a seguir intentando”, concluyeron.

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1 Respuesta

  1. Eloy dice:

    Al margen de esas posibles imperfecciones el Mecanismo de Anticitera no deja de ser una obra de ingeniería admirable. Por eso he creado un proyecto que pone el artefacto a la altura que se merece https://anticitera.deft.work

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