Consumo problemático de drogas: “Tiene manifestaciones en todas las edades”

 

El consumo problemático de sustancias suele ser una de las cuestiones con mayor dificultad de abordaje debido a la falta de información, las nuevas perspectivas terapéuticas y los escasos recursos destinados a la rehabilitación. En ese marco, nuestra sociedad realiza estigmatizaciones sobre edades de consumo, situaciones socioeconómicas o tipos de sustancias, y se deslinda de responsabilidades transversales a todos.

Portal Universidad dialogó con el Lic. Joaquín Simón, psicólogo, coordinador del Dispositivo Territorial Comunitario del barrio “El Martillo”, dependiente de la SEDRONAR, e integrante de la Mesa Intersectorial de Salud Mental de Mar del Plata, quien brindó un panorama que necesita de estas precisiones.

Para comenzar, el especialista se refirió a la problemática del consumo y su asociación casi implícita con la juventud, al decir que “es más una construcción social porque la realidad es que tiene manifestaciones en todas las edades. Si miramos otras variables, como el consumo de sustancias psicoactivas, no hay una diferencia respecto de la juventud. De hecho, una de las problemáticas más acuciantes en materia de consumo de sustancias psicoactivas es el mal uso de los psicofármacos y eso es transversal a toda la sociedad”.

Una de las problemáticas más acuciantes en materia de consumo de sustancias psicoactivas es el mal uso de los psicofármacos.

Si bien existe una visibilización o una estigmatización de los jóvenes a partir de las situaciones de consumo, éstas son transversales a la sociedad. Simón agregó que “la problemática vinculada al uso de drogas no necesariamente se restringe a la problemática de la adicción. La realidad es que la adicción se trata de un porcentaje bastante restringido, el estado de dependencia del uso de una sustancia es una situación particular de consumo problemático pero existen otras”.

En el caso de la juventud en particular, “la problemática no suele estar asociada a la dependencia, la cual es una situación que requiere de cierto tiempo para el establecimiento de un consumo sostenido. Esto tiene que ver con condiciones que hacen a la frecuencia en el uso, a la necesidad de una dosis mayor para alcanzar el efecto y a la existencia de sintomatología compatible con la abstinencia” confirmó.

En materia de salud pública, quien también es docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata explicó que “genera más inconvenientes el uso episódico abusivo que la dependencia. Por ejemplo, alguien que sale y tiene un episodio de intoxicación aguda, a partir de cierta representación social, también existe un perjuicio hacia la forma de mirar esos consumos sobre los jóvenes, que no son atendidos o no se dirigen a los centros de salud. Entonces, de repente tenés a una persona con una intoxicación aguda que los amigos no lo quieren llevar a una guardia”.

Existe un perjuicio hacia la forma de mirar esos consumos sobre los jóvenes, que no son atendidos o no se dirigen a los centros de salud.

Sin embargo, el tratamiento en materia de dependencia no dicta mucho porque, lamentablemente, las ofertas suelen ser bastante restringidas. A partir de 2014, luego de la sanción de la Ley de Salud Mental, existe una transformación gradual en el sistema público de atención, con dispositivos que tienen una lógica distinta.

Aquí se abre la posibilidad de trabajo sobre programas de reducción de riesgos y daños “porque, tradicionalmente, los tratamientos por consumo abusivo de sustancias tenían la marca de la abstinencia como objetivo único y último. Esto estrechaba bastante las posibilidades de alguien para problematizar y transformar sus hábitos de consumo si no era a partir del encierro, la medicalización o programas con terapéuticas bastante cuestionadas en materia del respeto a los derechos humanos de los pacientes. En 2014 empiezan a surgir otros tipos de dispositivos, aunque aún no alcanzan a superar las barreras de accesibilidad que se tiene a los tratamientos”, explicó Simón.

Con respecto a la diferencia entre hombres y mujeres, las estadísticas de consumo demuestran una amplia diferencia, donde hay 1 mujer que asiste a tratamiento por cada 9 hombres. Sin embargo, esta brecha abismal no se traduce en el consumo propiamente dicho, no es que los hombres consumen 9 veces más que las mujeres. “Lo que aquí ocurre es que empiezan a jugar las representaciones sociales de las mujeres, del la relación entre el consumo y la maternidad, entonces las mujeres dejan de consultar porque no es que se sienten cuestionadas, son cuestionadas”, declaró.

En este sentido, si bien no se suele hablar de familias tipo, las problemáticas a tratar requieren de estrategias complejas que atiendan a la variable psicosocial y, “si hay un grupo familiar continente, el pronóstico es mucho más favorable. Sin embargo, en el entrecruzamiento de distintas cuestiones, como puede ser la exclusión social-económica y la falta de una red vincular de apoyo, aparecen los procesos de marginalidad que se visibilizan a partir de personas que están en una situación profundamente desfavorable”, planteó.

La relación entre los jóvenes y el consumo abre a otro tipo de intervenciones posibles en materia de riesgos y estrategias de reducción de daños. El especialista aseguró que, “por ejemplo, en virtud de la preocupación que existe socialmente por los jóvenes que se emborrachan y chocan, deberían existir estrategias orientadas a la modificación de estas conductas, como alguna de fortalecimiento de las redes de transporte urbano en los momentos en que las personas salen de los ámbitos de ocio y esparcimiento para evitar que hagan uso de sus automóviles particulares”.

Sin embargo, eso implica una aceptación de que existe esa conducta de consumo “y, en todo caso, la necesidad de fomentar que los jóvenes sean conductores designados con beneficios en boliches. Ese tipo de estrategias, para su instrumentación, requiere de una reflexión más compleja sobre el fenómeno de los jóvenes y el consumo, pero también del consumo a nivel social. Si por un lado condenamos a la imagen del joven adicto y, por otro, no podemos regular en materia de promoción que todas las publicidades de las bebidas alcohólicas estén orientadas a ese sector poblacional, hay una contradicción muy grande”.

Simón concluyó que “si bien es apropiado pensar una estrategia para los jóvenes y el consumo, a veces, detrás de ese objetivo noble se cuela pensar que las adicciones son un fenómeno exclusivo de los jóvenes“.

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