Proyecto de Ley: limitación del lenguaje inclusivo en ámbitos educativos
La medida responde a la búsqueda por reafirmar el uso del idioma español “conforme a las reglas establecidas por la Real Academia Española (RAE)”, según indica el proyecto de Ley presentado el 28 de agosto de 2024. El proyecto tendría validez en todos los establecimientos educativos de la Provincia de Buenos Aires, tanto de gestión estatal como privada.
La norma en proyecto, dictada por la presidente de la comisión Eduación, Cultura, Ciencia y Técnica y senadora provincial del PRO, Aldana Julieta Ahumada, promueve la restricción del lenguaje inclusivo “expresado en forma oral o escrita, en todas las actividades educativas que se desarrollen dentro de los establecimientos educativos”.
Lucrecia Estrada, integrante del Programa Integral de Políticas de Género (PIPG) de la Universidad Nacional de Mar del Plata, expresó al sistema de medios de la UNMDP sobre el boceto de Ley: “Nuestro posicionamiento es el mismo que tomamos cuando Adorni anunció la prohibición del uso del lenguaje inclusivo en las esferas del Estado; por supuesto que repudiamos cualquier tipo de iniciativa que cercene derechos, que vaya en contra de las libertades y de los derechos de todas las personas, pero especialmente en este caso de las disidencias y diversidades sexo genéricas”.
“Tenemos que entender que el lenguaje no es solamente la forma en que nombramos: a través del lenguaje transmitimos nuestra cultura, transmitimos nuestros pensamientos, y es el reflejo de una sociedad”, explicó, y agregó “si la sociedad está cambiando, el lenguaje acompaña ese cambio, porque necesita nombrar cosas que antes no nombraba. No significa que antes no existían las diversidades, sino que no había espacio para su expresión”.
Desde hace años, el PIPG ha trabajado en la incorporación del lenguaje inclusivo en la UNMDP. En septiembre del 2019 se logró, por ordenanza del Consejo Superior, promover la utilización de lenguaje no excluyente o discriminatorio por motivos de género. A partir de esa ordenanza, en 2020 se realizó una guía para el uso del lenguaje inclusivo y no sexista dentro de la Universidad. “Ahí proponemos alternativas para su incorporación, que no es solamente el uso de la e, también hay distintos reemplazos y distintas formas de armar nuestras comunicaciones en las que podemos ser respetuosos, respetuosas, respetuoses de las identidades sin necesidad de usar la e; podemos usar diferentes estrategias”, comentó Lucrecia Estrada.
Sobre el proyecto de Ley, Estrada opinó que, de ser aprobada, “sería una decisión que retrocedería muchísimo, por supuesto que nunca se vuelve al estado anterior, pero cualquier medida que prohíba y que sea limitante para cualquier tipo de expresión va a implicar un retroceso en los derechos y en las libertades que se han ido conquistando con una lucha que es de años, no es algo nuevo”.
La iniciativa se enmarca en un contexto de rechazo de parte de algunos sectores de la sociedad al lenguaje inclusivo. Sobre las motivaciones de las que se desprende el dictamen, María Belén Grisolía, doctora en el área Lingüística por la Universidad de Buenos Aires, afirmó en diálogo con Portal Universidad que “en las polémicas públicas que involucran el “lenguaje inclusivo” intervienen dimensiones lingüístico-gramaticales pero también, y fundamentalmente, relaciones de poder, luchas identitarias y (des)afiliaciones político-partidarias que, muchas veces, quedan supuestas, implícitas, por debajo de la discusión sobre el “buen uso” o “el uso correcto” del lenguaje”.
Sobre las implicancias que esta decisión tendría en el sistema educativo, Lucrecia Estrada comentó: “esperaremos a ver qué matices tiene el proyecto; desde el programa lo vamos a analizar y vamos a comunicar nuestro posicionamiento. Por un lado, a la comunidad universitaria, pero también a la comunidad en sentido amplio, a la comunidad del Partido de General Pueyrredon, siempre con la invitación a leer estas situaciones y estas medidas en un sentido amplio, desde el impacto en general que tiene en este contexto de recesión de políticas de género”.
“Estamos teniendo debates que ya fueron dados hace años, ¿qué es lo que nos está pasando como sociedad, que volvemos a tener en la mesa conversaciones que ya hemos tenido y que ya hemos saldado y que, de repente, reaparecen?”, analizó. “Hay una tendencia general en la política nacional al vaciamiento de todo tipo de política que tenga que ver con la ampliación de derechos y que tenga que ver con la perspectiva de género, y creo que el debate que tenemos que tener es cuáles son las consecuencias de esos vaciados y cómo impactan directamente en nuestra comunidad”, argumentó.
“Tengamos en cuenta que la Universidad forma futuros profesionales de todas las áreas, que luego también se insertarán laboralmente en la sociedad. Entonces, todas las acciones, políticas e instancias de formación que proponemos las hacemos en el sentido de construir respeto y conciencia en todas las subjetividades de las personas que pasan por nuestras propuestas. Vamos a seguir trabajando en la consolidación de políticas de género, un trabajo que, por un lado, es hacia dentro de la Universidad, pero que en realidad sus efectos se extienden a toda la comunidad”, concluyó.
Los orígenes del lenguaje inclusivo
Con antecedentes en los años 70, el lenguaje inclusivo surge como respuesta al genérico masculino que predomina en la manera de referirse a grupos de personas. Inicialmente, los motivos de su incorporación respondían al deseo de incorporar a las mujeres al lenguaje, por ejemplo, al agregar el artículo “la” antes de profesiones o cargos cuyo género fijado era el masculino. Desde hace años, las diferentes identidades de género y disidencias también tomaron lugar en el discurso, prefiriendo la “-e” o la “-x” por sobre el binarismo masculino-femenino.
De acuerdo a María Belén Grisolía, quien también es profesora en Letras de la UNMDP, el lenguaje inclusivo corresponde a un conjunto de recursos lingüísticos que se emplean con el objetivo de evitar el sexismo e incluir a todas las identidades de género. “En esa búsqueda es que hace algunos años comenzamos a notar en discursos públicos el uso de recursos orientados no solo a visibilizar a las mujeres, sino también a superar el binarismo masculino-femenino”, describió, y añadió: “es decir que el lenguaje inclusivo de género existe, porque algunas personas en algunos contextos efectivamente lo usamos”.
En ese sentido, desde el punto de vista del uso efectivo, “vemos que resulta productivo, porque ofrece recursos que se adaptan a necesidades comunicativas que tienen hoy algunxs hablantes”, expuso. Además, aclaró que “solo el tiempo dará la respuesta sobre qué va a suceder en el futuro con el lenguaje inclusivo de género”.
El lenguaje inclusivo y su validez en la disciplina gramática
Instituciones como la RAE tienen como misión “velar por que la lengua española, en su continua adaptación a las necesidades de los hablantes, no quiebre su esencial unidad”. Grisolía precisó que “la perspectiva normativa no describe usos de hablantes, sino que reglamenta usos idealizados: toma en consideración usos firmemente asentados que, en consecuencia, se recomienda usar, y sugiere la evitación de otros usos”.
En ese sentido, este tipo de autoridades lingüísticas desaconsejan y desconocen variantes como la “-x” o “-e”. “Esa visión de la normativa también es importante, porque tenemos que saber que cuando decidimos no cumplir con la norma, existe la posibilidad de recibir una sanción social (sanciones vinculadas a hablar mal, a usar incorrectamente la lengua, a corromper el lenguaje)”, desarrolló.
Sin embargo, la doctora en el área Lingüística hizo hincapié en que “somos lxs hablantes quienes elegimos las opciones lingüísticas que más nos ayudan a intercambiar los significados que queremos compartir mediante el lenguaje, estén dentro de lo regulado como normativamente correcto o no”.
Cuantas más opciones tenga nuestra gramática, más posibilidades para expresarnos y comprendernos vamos a tener también.
La incorporación de nuevas formas gramaticales en un lenguaje “no solo es posible, sino que la historia de la lengua nos demuestra que así sucede: las lenguas cambian a lo largo de tiempo. Asistimos permanentemente a la creación, por ejemplo, de nuevas palabras que necesitamos para expresar nuevos significados (como loguearse, estar muteado o hacer acuagym–todas palabras que no existían hace unos años y que hoy están totalmente incorporadas al uso)”, ilustró.
A su vez, detalló que “la irrupción de las variantes “-x” y “-e” no se aparta de las posibilidades que ofrece el sistema, siguen y explotan un patrón habilitado por el propio sistema gramatical que pasa–solo en los casos que se refieren a personas–de tener dos posibilidades para el género a tres”.
“Creo que es fundamental no obligar a usar ni prohibir usos: se trata de observar la variación y favorecer el acercamiento respetuoso a las distintas opciones seleccionadas por quienes usamos el lenguaje”, señaló. “Todo intento de prohibir usos lingüísticos es peligroso, y además dudo que resulte eficaz. Si estas opciones innovadoras cubren necesidades expresivas de los, las, les hablantes—como parece ser el caso—se seguirán usando. Veremos con el paso del tiempo si la variación se convierte en cambio lingüístico o no”, finalizó.
El lenguaje interviene decisivamente en la construcción de la realidad. Todas las opciones orientadas a visibilizar personas, grupos y colectivos sociales cobran una relevancia fundamental en este sentido.