“Los Oesterheld”: memoria, militancia y la herida abierta de una familia atravesada por la dictadura

Los Oesterheld, publicado por Editorial Sudamericana y escrito por Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami, narra la tragedia y el legado de la familia del célebre guionista de historietas. Nicolini, que desde hace años investiga las tensiones entre militancia y cultura en los setenta, destacó que la obra recuperó memorias silenciadas y abrió nuevas preguntas para generaciones que no vivieron la dictadura.La presentación, realizada en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, reunió a un público diverso que buscó acercarse a una de las investigaciones más reconocidas sobre memoria reciente.

Desde el Sistema de Medios Públicos de la UNMDP dialogamos con Fernanda Nicolini –periodista especializada en historia y política, con una trayectoria marcada por trabajos sobre derechos humanos– quien recordó que la idea del libro surgió en 2011, cuando las políticas de memoria, verdad y justicia ya se encontraban consolidadas y el Estado reivindicaba abiertamente la militancia de los años setenta. Ese contexto, explicó, les permitió a ella y a Alicia Beltrami –coautora del proyecto– acceder a testimonios de militantes que hasta entonces habían callado por miedo a represalias. “Fue un momento en el que muchas personas pudieron hablar, sentirse seguras y reivindicadas”, señaló.

Vida, militancia y decisiones narrativas

La autora aclaró que en los años setenta la militancia y la vida privada eran inseparables: “En esa época, la vida era la militancia”. Para construir un relato que atrapara a generaciones que quizás desconocían esa historia, eligieron una cronología acotada entre 1971 y 1977, los años de mayor intensidad política y de las desapariciones. Inspiradas en obras como La voluntad y Vida y destino, Nicolini y Beltrami buscaron un tono narrativo más cercano a la literatura que al periodismo documental.

Una voz en primera persona atraviesa las páginas: la de Elsa Sánchez de Oesterheld, madre de las jóvenes desaparecidas y ex esposa de Héctor. Entrevistada en varias oportunidades, Elsa también había ofrecido testimonios a lo largo de su vida para mantener viva la memoria de su familia. “Su voz nos permitió que hubiera una presencia viva en el libro”, explicó Nicolini.

La militancia diversa de los Oesterheld

Los Oesterheld militaron en Montoneros, pero cada integrante lo hizo desde lugares distintos: Héctor, ya reconocido como guionista de historietas, se incorporó a la Juventud Trabajadora Peronista y luego a Montoneros; Estela militó en escuelas de arte y en barrios del sur; Diana se sumó a un grupo de teatro y terminó en Tucumán; Beatriz trabajó en villas de la zona norte hasta el último día de su vida; y Marina, la más joven, siguió los pasos de sus hermanas.

Para Nicolini, esta diversidad desarma estereotipos: “El discurso negacionista insiste en la figura del militante tirabombas, pero la realidad es que se trataba de jóvenes que querían un mundo mejor. Militaban con intensidad, se enamoraban, iban al cine, tenían una vida plena. No militaban para morir, militaban para vivir mejor”.

Héctor Oesterheld y el héroe colectivo

El creador de El Eternauta ya era un referente de la historieta cuando se sumó a la militancia. Nicolini repasó cómo su obra adquirió lecturas nuevas con el tiempo: la primera versión, publicada entre 1957 y 1959, fue concebida como una simple aventura, pero hacia fines de los sesenta y setenta, en plena efervescencia política, Oesterheld empezó a reconocer en ella un mensaje colectivo.

Cuando en 1975 se reeditó la historieta en formato libro, Oesterheld afirmó que había comprendido que estaba construyendo “la idea de un héroe colectivo”. Esa reflexión, sostuvo Nicolini, resuena hoy frente a discursos individualistas: “La frase ‘nadie se salva solo’ volvió a pegar con fuerza en un contexto político en el que se desprecia la solidaridad. Nos recuerda que la organización y el trabajo conjunto son los que permiten enfrentar las adversidades”.

Memoria viva frente a los discursos del presente

Nicolini advirtió que el clima político actual es distinto al de 2011. “Los discursos oficiales marcan la agenda. No es lo mismo investigar cuando hay un Estado que respalda las políticas de memoria que hacerlo en un momento en que esas políticas son cuestionadas”, observó. Sin embargo, el renovado interés por El Eternauta –impulsado por su adaptación televisiva y el eco de sus mensajes– muestra que las nuevas generaciones no son indiferentes a la historia reciente.

La autora vinculó ese fenómeno con la participación juvenil en las marchas universitarias y otros espacios de protesta: “Cuando parecía que la juventud no se interesaba por nada, una historieta escrita hace más de sesenta años vuelve a convocar. Eso demuestra que ciertos discursos vuelven a atravesarnos”.

La presentación de Los Oesterheld en Mar del Plata no solo recuperó una tragedia familiar sino que invitó a pensar en las memorias colectivas, en las luchas por justicia y en las formas en que la cultura popular dialoga con la historia. Nicolini subrayó que el objetivo no fue ofrecer respuestas cerradas, sino abrir preguntas: ¿cómo recordamos?, ¿qué lugar ocupa la militancia en nuestra memoria?, ¿cómo se transmiten estas historias a quienes no vivieron esa época?

El encuentro, organizado por el Colectivo Faro de la Memoria y la Biblioteca Central de la UNMDP en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, recordó que las heridas de la dictadura siguen interpelando. Y que la voz de Héctor Oesterheld, a través de sus historietas y de la memoria de su familia, continúa susurrando una lección que el tiempo no logra silenciar: nadie se salva solo.

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