Migrantes senegaleses: “Estamos pensando en volver porque allá se vive mejor”
Por Ariel Perissinotti y Lorena Volonté*
Generalmente al pensar en los movimientos migratorios, sobre todo aquellos provenientes del continente africano, el imaginario popular tiende a creer que están originados por causas como las guerras, la miseria, la escasez de alimentos y que sus protagonistas son refugiados en busca de asilo. Este prejuicio es de algún modo entendible, ya que África tiene una historia atravesada hace siglos por diversas crisis migratorias. Estas crisis fueron profundizadas a partir de la inestabilidad que provocaron las potencias europeas en el periodo colonialista y luego al retirarse de estos países a mediados del siglo XX.
El caso de Senegal es diferente. Ubicado en la costa oeste del continente africano, los habitantes de este país no huyen por los horrores de la guerra o los gobiernos autocráticos y es por esto que no pretenden asentarse en otros países de forma permanente y cortar por completo sus lazos sociales, económicos y afectivos.
En líneas generales, la economía de Senegal muestra buenos indicadores de crecimiento, es una de las más industrializadas, posee un alto nivel de exportaciones y se ha instalado exitosamente como destino turístico internacional. Los migrantes tienen un elevado nivel educativo, hablan varios idiomas además de sus lenguas nativas, el Wólof y el Francés, y pertenecen, en general, a la clase media ya que la mayoría de ellos fueron ayudados por sus familias para conseguir los costosos medios, legales o no, necesarios para salir de su país.
A mediados de los años 90 se produjeron las primeras oleadas migratorias hacia América Latina, producto del aumento de las restricciones para el ingreso a Europa y Norteamérica. Desde entonces, los movimientos migratorios se caracterizaron por incluir a “manteros” y vendedores ambulantes, ocupaciones en las que suelen iniciarse los senegaleses al llegar a la región; rubro de fácil acceso dentro de la dinámica de la
economía informal.
Desde MediaLab de Portal Universidad dialogamos con algunos trabajadores de la comunidad senegalesa con el objetivo de conocer sus historias, los motivos que hacen de Mar del Plata un destino tan atractivo para venir, cómo fue su travesía hasta la ciudad y cuál es su experiencia en el tiempo que llevan viviendo acá.
Ibrahim: “Es parte de nuestras costumbres salir al mundo”
En la intersección de las calles Entre Ríos y Rivadavia nos encontramos con Ibrahim, quien tiene 29 años y lleva 7 años fuera de su país natal. Hace ya 5 años que vive en Mar del Plata pero apenas pasaron 2 desde que trajo a su hermano a vivir con él en un departamento en la zona céntrica de la ciudad. Actualmente trabaja en la venta de carteras, billeteras, gorros, guantes y otros elementos de marroquinería. Tiene un pequeño local de 2 metros cuadrados donde exhibe su mercadería y realiza su actividad parado en la vereda, a merced del incipiente invierno marplatense.
¿Por qué decidiste irte de tu país?
–En Senegal es normal que los hombres jóvenes se vayan cuando se hacen grandes. Es parte de nuestras costumbres salir al mundo y ver cómo se vive en otros lugares. También nos da la posibilidad de vivir mejor y ayudar con dinero a nuestras familias, pero yo no vengo para quedarme a vivir. Algún día pienso volver.
¿Cómo llegaste hasta Mar del Plata?
-Antes los senegaleses íbamos para Europa, sobre todo Francia porque es más fácil por el idioma. Pero en los últimos tiempos es muy difícil entrar para los que no tenemos permiso. Por eso, cuando yo salí mirábamos mucho a Sudamérica. Lo mejor es ir a Ecuador porque allá se puede entrar sin visa. Yo hice eso y me quedé un tiempo ahí
hasta poder tener dinero suficiente para ir a Brasil. Después cuando estaba en Brasil, otros senegaleses me comentaron que habían estado en Argentina y les había gustado mucho así que decidí venir para acá, estuve trabajando en La Plata unos meses pero después vine para Mar del Plata que me gusta más. Se parece a Senegal, así con el mar.
¿En qué situación te encontrabas cuando llegaste a la ciudad?
– Llegué solamente con una mochila, es lo único que tenía, y tuve que trabajar en la playa, vendiendo cosas para otro. Ahora tengo este puesto que es mío, vivo en un departamento acá cerca y lo convencí a mi hermano para que venga a trabajar y vivir conmigo. Lo único malo es que a veces hace mucho frío.
Manejás muy bien el idioma, ¿Hablabas ya español cuando llegaste a la Argentina?
-No, aprendí a hablarlo cuando llegué. Primero aprendí un poco en Brasil y después, cuando vine aprendí acá, en Argentina. En Senegal en la escuela nos enseñan varios idiomas, aprendemos francés, inglés y también tenemos nuestro idioma, el Wólof, pero ese no lo enseñan en la escuela.
¿Extrañas tu país? ¿Volviste en todos estos años?
-Sí, extraño mucho, sobre todo a mi familia y mis amigos. Desde que salí nunca volví, pero no me quiero quedar acá a vivir, quería saber cómo era vivir acá y en unos años voy a volver a Senegal. La residencia que tengo no me permite viajar allá y después, volver. Además con este tema de la pandemia todo se complicó, así que ahora tengo que esperar y ver qué pasa.
¿Cómo te tratan los marplatenses? ¿Tuviste algún problema para vivir en Argentina?
-A mí me gusta mucho vivir acá. Hay mucha gente buena y tengo muchos amigos. También hay gente de la otra, como en todos lados y a veces alguien puede discriminarte, pero a mí eso no me preocupa. Por suerte acá nunca tuve problema con la policía, en Argentina tengo un permiso de residencia provisorio. Algunos de mis compañeros pudieron legalizarlo en 2012, yo llegué después. Pero lo bueno de Argentina es que, aunque no seas legal, no
te persiguen por eso.
“En Senegal es normal que los hombres jóvenes se vayan cuando se hacen grandes. Es parte de nuestras costumbres salir al mundo y ver cómo se vive en otros lugares y también nos da la posibilidad de vivir mejor y ayudar con dinero a nuestras familias, pero yo no vengo para quedarme a vivir. Algún día pienso volver.”
Mohammed y Muhá: “Estamos pensando en volver a Senegal porque allá la economía está mejor”
Dentro de la galería Cristal, ubicada en San Martín entre Corrientes y Santa Fe pudimos hablar con dos hermanos, cada uno a cargo de un local distinto. En uno se dedican a vender prendas de vestir y accesorios, mientras que en el otro, alhajas, relojes y demás artículos de bisutería. Mohammed de 29 años y Muhá de 25 nos contaron,con la condición innegociable de no ser fotografiados, cómo fue su experiencia de vida en Mar del Plata y cuáles son sus perspectivas para el futuro.
¿Por qué emigraron de su país?
-Primero vine yo -afirma Mohammed- hace como 8 años, en el 2013. Mi hermano está hace menos de 2 años. Salí desde Senegal hasta España y, de ahí, directamente llegué a Ezeiza.Todo de manera legal. Algunos meses estuve viviendo en Buenos Aires, pero no me gustó tanto. Después vine a esta ciudad y me quedé.
«Nosotros tenemos la cultura de salir al mundo, de vivir en otros lugares para poder conocer, saber de otras costumbres y valores. Viajamos para aprender, no vinimos para quedarnos a vivir. El mundo es un lugar que es para todos y deberíamos poder recorrerlo sin límites».
¿Les gusta vivir en Mar del Plata?
– Ya no, porque la situación es difícil ahora. Antes, cuando llegamos, los primeros años nos gustaba mucho, porque por momentos nos hace acordar a Senegal, que son parecidas, aunque allá no se sufre tanto ni el frío ni el calor como acá.
¿Cómo es vivir en la ciudad?
– Desde que llegó mi hermano menor Muhá, vivimos juntos. Tenemos amigos senegaleses, argentinos y también de otras nacionalidades. Yo soy muy abierto y sociable. Hacíamos vida normal hasta que llegó la pandemia: íbamos a pasear, a la playa, nos juntábamos a jugar al fútbol y también al FIFA en la Play. Ahora no se puede hacer nada de eso. Del trabajo vamos para casa y de casa, al trabajo.
¿Cómo se sienten tratados por los Marplatenses?
-Gente buena y mala hay en todos lados. Más de una vez nos pasó que nos trataran mal: “Andate a tu país” me acuerdo que me han llegado a decir, pero la verdad no nos importa. Suelen pasar esas situaciones. Nos quedamos con toda la gente buena y todos los amigos que hicimos acá.
¿Volvieron alguna vez a Senegal?
-Yo sí -asegura Mohammed-. Volví en el 2016 y en 2018 y me quedé más o menos 3 meses cada vez que regresé. Cuando estás allá, cuesta volver. Se extraña mucho, la familia, todo. También se habla mucho de lo que pasa acá, muchos tienen hijos y familiares en Mar del Plata.
¿Cuáles son sus perspectivas a futuro?
-La situación económica en Argentina es tan difícil que estamos pensando en volver a Senegal, porque allá la economía está mejor, se vive mucho mejor. Acá la plata no sirve, no rinde, los costos de vida son muy altos, entre el alquiler y los impuestos ya no alcanza para nada, hasta mi familia en Senegal a veces tiene que enviarme dinero para ayudarme. Yo siempre pienso en el futuro. Aquí no hay futuro. Ni bien pueda vender el fondo de comercio nos vamos a volver para Senegal.
«Algún día pienso volver»: la migración senegalesa no tiene como propósito la radicación definitiva
La lógica inherente a esta dinámica migratoria, básicamente masculina, es un rasgo cultural característico de su organización social. En estos casos, aspirar a una residencia temporal, una permanente o incluso la nacionalidad argentina está al servicio de cumplir sólo con un propósito: el tránsito y la movilidad interna y transnacional, de carácter pasajero entre Argentina, Senegal y el resto del mundo; no para conseguir una radicación definitiva.
Los pioneros empezaron a venir atraídos por las bondades de la convertibilidad de los años 90 y la eventual oportunidad de enviar dinero a la distancia a sus familias. Además, hasta el momento, permanecer en Argentina les permitió ganar cierta tranquilidad comparada con la severa discriminación y la persecución estatal que prima en los países desarrollados. Hoy en día, la crisis argentina los convoca a nuevos escenarios migratorios y el regreso estratégicamente anticipado a los orígenes, ante la pérdida de estabilidad.
*Estudiantes del MediaLab, primer Laboratorio de Redacción para Medios Digitales. Se trata de un sistema experimental que consiste en el trabajo periodístico, de producción propia, que desarrollan alumnos del Taller de Redacción para Medios Digitales, correspondiente a la Tecnicatura de Periodismo Digital que se dicta en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata.