El regreso a lo tradicional: navegando el fenómeno tradwives
El trad (tradicional) y wife (esposa) es una práctica que ha ganado fuerza en Estados Unidos y se ha expandido al resto del mundo. Son influencers que comparten, en sus redes sociales, un desdén por el estilo de vida actual de las mujeres y promueven su elección de ser “esposas tradicionales”, con todo lo que ello implica: desde dejar su trabajo o estudios para dedicar su vida a la devoción a su esposo y familia, hasta influenciar cierto modo de vestir, pensar y actuar.
Usualmente vinculándose a la religión mormona o cristiana, proponen el retorno a los valores tradicionales de 1950, glorificando las tareas domésticas como cocinar o cuidar hijos. También impulsan la educación y el parto en casa, y maneras de ser que catalogan como “intrínsecamente femeninas”: la sumisión, la castidad y la docilidad.
A primera vista, esto no es necesariamente negativo. “Ser ama de casa está bien, tener una carrera también está bien. Estas son decisiones que toda mujer debería poder tomar sin ser juzgada por no seguir a la mayoría”, son algunas de las respuestas que se leen online, como parte del debate que ha generado esta subcultura de internet.
“En sí, la cuestión de los deseos es un tema súper complejo y creo que podemos estar horas debatiendo, pero por supuesto que el deseo no es 100% individual, sino que también está predeterminado por un montón de contextos tanto sociales como familiares” opinó la psicoanalista y autora de la cuenta @cuestionartearg en Instagram, Julieta Fantini. Además, agregó que “no significa que una mujer no pueda elegir esto, pero hay que ver de dónde es esa elección realmente”.
La punta del iceberg
El contenido tradwife—o tradwives—es parte estético y parte ideológico. Esta es una de las razones por las que, de acuerdo a la socióloga Miranda Christou, detrás de la fantasía y videos de TikTok, el tradwives se ha convertido en “la puerta a la supremacía blanca”, con el sexismo como principal medio.
El subtono de las ideas promovidas se caracteriza por el desprecio hacia las nuevas formas de vida y rutinas que la mujer ha adquirido desde finales del siglo 18, momento a partir del cual ha comenzado un lento proceso de liberación e independización económica. Es que detrás del acto de caracterizarse como la imagen arquetípica de una esposa de los 50—vistiendo indumentaria, peinados y maquillaje afines a la época, posar cocinando durante horas y disfrutando de una “vida de mujer tradicional”—, diversos usuarios han denunciado un trasfondo que, más que el regreso a un “modo de vida saludable”, se corresponde al caldo de cultivo para la reafirmación de ideologías ultraconservadoras.
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Más allá del consumo irónico
Aunque con pequeñas excepciones, las protagonistas—mujeres blancas, rubias, cristianas y republicanas de clase alta, reivindican la dedicación a sus esposos a través de videos de lifestyle narrados con voz suave y estereotípicamente femenina, acompañados de una fuerte impronta estética de tipo cottagecore.
En una suerte de guía para las buenas esposas, el mensaje que la influencer estadounidense Estee Williams profesa en sus redes sociales, que reúnen más de 180 mil seguidores, se basa en que “el tradwife está trayendo balance a las familias”. La mentalidad del movimiento es más de lo que no hay que hacer, lo que está mal: entre videos conversados y consejos de moda, establece que las luchas sociales por los derechos han traído caos y la sociedad debe regresar a los valores tradicionales. Pero ¿cuáles son esos “valores tradicionales” y qué implican?
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“La ideología expresada de manera directa genera repulsión, pero lo “aesthetic”, el contenido estético y aspiracional, no”, analizó Amber Horsburgh, influencer inglesa que se dedica a la interpretación de este tipo de subculturas digitales. De esta manera, el debate se ha desplazado fuera del estilo de vida tradwife, que puede o no ser implementado por las mujeres que lo consumen, pero el foco está en los ideales y los valores morales que pretende inducir. Y, sobre todo, en los nichos que utilizan este trend como excusa para difundir ideas misóginas o racistas.
Perfiles como el de Williams o Aria Lewis representan los ejemplos más explícitos: desde sus descripciones en Instagram hasta el contenido que publican, su presencia online está pensada y dedicada a instituir la imagen de una esposa tradicional y compartir las ideologías que consideran deben venir con ella. Pero la tendencia no siempre se manifiesta de manera evidente—en ciertos casos, podría debatirse si se trata de una acción deliberada. La ex bailarina Hannah Neeleman o la modelo Nara Smith han creado un imperio digital a base del contenido tradwife, cuyos feeds reflejan un estilo de vida despreocupado y orientado al cuidado de sus hijos y del hogar.
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En estos escenarios, y como suele suceder en redes sociales, la vida real se escinde de la historia que elige narrarse en la virtualidad y lo que el público recibe es lo que la persona decide contar. Cuando se obtiene un rédito económico proporcional a la cantidad de seguidores, visitas y tráfico en una red social, el contenido compartido pasa a ser diseñado para vender y ser consumido en masa. Es entonces cuando el rol de los usuarios entra en vigor.
Como toda oferta, el mercado digital no funciona sin un público que lo consuma. “Es interesante, porque venimos hace un montón de tiempo, desde el feminismo, luchando y hablando de la importancia de la paridad, de la importancia de repartir las tareas del hogar, de que las tareas de cuidado hacia hijos no son nada más de las mujeres, sino que también a los varones les corresponden…” expresó, y reveló “es muy angustiante ver cómo personas jóvenes vuelven a los valores tradicionales de esos años, que no es que desaparecieron, pero quizás se han ido disipando o problematizando”.
Desde el “empoderando a las mujeres a volver a sus roles” de Aria Lewis hasta el “que las mujeres sean esposas tradicionales es algo que se ha hecho desde el principio de los tiempos” de los videos de Estee Williams; los insultos racistas mientras Lilly Gaddis enseña una receta de cocina son expuestos abiertamente. Así, el tradwives, más que una estética y un pasatiempo, termina siendo un medio a través del cual ciertas convicciones son lentamente absorbidas por diferentes sectores de la sociedad.
Sobre la respuesta de los usuarios a este tipo de posteos, Julieta Fantini aportó: “vamos a hablar de las tradwives, pero vamos a hablar de cómo los varones en realidad están buscando mujeres que básicamente cumplan con todas las tareas del hogar, con todas las tareas de cuidado, básicamente, que estén a su servicio”.
Una moda en redes sociales… ¿y qué más?
Tina Lynn, influencer inglesa dedicada al mundo vintage y de época, argumentó que este es “un fetiche creado para vender una fantasía a la gente. Si realmente fueran mujeres tradicionales con los valores de los años 50, no las veríamos en Instagram, buscando obtener un rédito económico”, sentenció.
Se trata de mujeres que publican contenido puramente simbólico: puede que un porcentaje de quienes lo consuman sepan que no es necesariamente real, pero existe un público que interactúa, comparte y cree en él. “Entrás a los comentarios y hay un montón de varones diciendo “sos la novia perfecta, me encantaría tener una novia así…” los comentarios son extremadamente fuertes por cómo los varones continúan deseando que una mujer esté en un lugar de objeto” opinó Fantini.
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“Estos videos no están hechos para ser instructivos; quizás sean aspiracionales, pero, por sobre todo, son performativos” aseguró el profesor Neil Shyminsky al estudiar los mecanismos que están presentes tras el fenómeno. Así, el material es especialmente creado, filmado y editado en función de transmitir la imagen deseada, y las probabilidades de que estas creadoras de contenido realmente representen el modo de vida de las mujeres del siglo 20 es lo que los usuarios han cuestionado acerca del trend, cuyo principal público objetivo son mujeres adolescentes y jóvenes.
Sobre la aspiración y las recomendaciones de volver a las tareas del hogar, Fantini alertó que “hay muchas mujeres que terminan quedándose en relaciones en las cuales sus maridos están a cargo de toda la cuestión económica y no pueden salir, no porque no les dé la gana, sino porque no hay otra opción”. En esa línea, resaltó “la importancia de la independencia económica, el poder tener un trabajo propio, la autonomía”.