Diplomatura en Agricultura Responsable: una apuesta por la sustentabilidad en el agro

La Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP), a través de la Facultad de Ciencias Agrarias, lanzó una nueva diplomatura de posgrado en Agricultura Responsable con el objetivo de capacitar en prácticas sostenibles y trazables dentro del sistema agroalimentario. La cursada, que se dicta de manera virtual, comenzó con una inscripción récord de 84 profesionales de distintas regiones de Argentina e incluso de Uruguay, Paraguay y Chile.

Desde el Sistema de Medios Públicos de la UNMDP dialogamos con el docente e investigador, Nicolás Wyngaard, quien está al frente de esta diplomatura que tendrá una duración de diez semanas y cuenta con el apoyo de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).

La diplomatura surgió en respuesta a una demanda concreta: tanto consumidores como empresas alimentarias presionaron por una mayor transparencia en los procesos productivos. Esto se tradujo en una necesidad de profesionalizar y certificar prácticas agrícolas responsables. “La idea es retomar o profundizar conceptos como la huella de carbono, la huella hídrica, el uso responsable de fertilizantes y herbicidas, y las prácticas de labranza, con profesionales que quieran especializarse y explorar más estos temas. Los consumidores exigen saber de dónde viene la comida, cómo se produce, y presionan a la industria alimentaria por trazabilidad y sostenibilidad. Esa presión se traslada al productor, que debe adoptar prácticas agrícolas responsables que aseguren la calidad, el cuidado del ambiente y la transparencia en toda la cadena productiva”, explicó Wyngaard.

Uno de los ejes centrales del plan de estudios es el sistema de siembra directa, promovido por Aapresid. Asimismo, se abordan temas como la valoración económica de la agricultura sustentable, certificaciones internacionales y estrategias que permitan a los productores obtener beneficios concretos por adoptar estas prácticas. “Hay una unidad que interesa mucho a los estudiantes, que es la de certificaciones y valoración económica, porque muchas veces las prácticas sustentables implican un aumento de los costos, y los productores quieren saber qué reciben como contraparte. Bonos de carbono, certificaciones internacionales, y demás”.

El plan de estudios está compuesto por ocho ejes temáticos que cuentan con distintos profesionales especializados: Desafíos de la agricultura, a cargo de Fernando Andrade; Biodiversidad, con Matías Manstrángelo; Huella de carbono, por Gisela García; Huella hídrica, con Laura Echarte; Manejo responsable de agroquímicos, por Ariel Faberi; Manejo responsable de fertilizantes, a cargo de Nahuel Reussi Calvo; Sistema de siembre directa, con Germán Domínguez; Intensificación sustentable, por Cecilia Crespo; Valoración económica de la agricultura responsable, con Oscar Grasa y Wyngaard; e Integración y Cierre con Guillermo Divito.

Con respecto a la modalidad de las clases, hay actividades, contenidos y videos que se pueden ver en cualquier momento mientras que los viernes, de 8 a 9:30 de la mañana se realizan los encuentros sincrónicos. “La idea es que sea compatible con la vida profesional y en el cierre de la semana, con todo el material leído, haya debate e interacción entre el grupo con el fin de que se puedan intercambiar sus experiencias también, porque como son todos profesionales, es mucho más rico”.

El uso del suelo en Argentina: una deuda pendiente

Uno de los puntos que Nicolás Wyngaard remarcó con mayor vehemencia fue la falta de regulación en torno al uso del suelo en Argentina. Comparado con otros países como Estados Unidos o Uruguay, donde existieron normativas estrictas sobre la aplicación de fertilizantes y la conservación de suelos, nuestro país aún estuvo muy rezagado. “Como país estamos muy atrasados en el aspecto normativo del uso de suelos. En Estados Unidos, por ejemplo, hay leyes por Estado que regulan el uso de fósforo: hay que hacer un análisis de suelo, justificar la dosis y se hacen controles estatales. Si no se cumple, hay multas”.

En ese sentido, señaló que debería haberse exigido a los productores una justificación técnica para el uso de determinados insumos y que el Estado debería haber fiscalizado el cumplimiento de buenas prácticas. “El suelo, si bien está dentro de una propiedad, es un recurso natural que no debería estar sujeto al 100% de libre albedrío del propietario. Es necesario entenderlo así para garantizar su conservación a largo plazo“.

Datos clave: productividad y desequilibrio

Durante la primera clase de la diplomatura, el profesor Fernando Andrade presentó un informe comparativo sobre los sistemas productivos a nivel mundial. De acuerdo a los datos expuestos, Argentina tuvo una productividad superior a la media global, favorecida por las condiciones edafoclimáticas. “Comparado con otras regiones del mundo, tenemos una productividad muy alta gracias a nuestro ambiente, nuestros suelos y nuestro clima. Eso nos da una ventaja enorme“, comentó Wyngaard.

Sin embargo, también se destacó por un uso desproporcionado de plaguicidas, especialmente herbicidas, duplicando los promedios internacionales. “Estamos casi al doble del uso promedio de plaguicidas, especialmente herbicidas. Y esto nos obliga a pensar qué otras estrategias, más allá de las químicas, podemos adoptar para el manejo de malezas y así reducir el impacto en el sistema productivo”.

Otro dato relevante fue el bajo uso de fertilizantes y de riego en el país. Si bien el riego fue una práctica limitada a cultivos específicos como la papa, su uso debía manejarse con cuidado por el riesgo de salinización del suelo, sobre todo en zonas donde las napas tuvieron altas concentraciones de sales. “El riego puede mejorar rendimientos, pero también tiene costos económicos y ambientales. En nuestra región, las napas tienen muchas sales, y cuando uno riega, esas sales suben al suelo. Ya empezamos a ver efectos de salinización y sodificación“.

Por último, Wyngaard advirtió sobre la necesidad de haber evaluado el uso de recursos en función de su costo económico y ambiental, y señaló que el sistema agrícola nacional estuvo frente a un cambio de paradigma: pasar de un enfoque cortoplacista a uno que contemple la sostenibilidad como eje central del modelo productivo. “El modelo cortoplacista puede ser más rentable al principio, pero no lo es en el largo plazo. Mantener los servicios ecosistémicos que brinda el suelo es clave para una producción sostenible. Y eso requiere compromiso, como cualquier práctica responsable“.

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