Agustín Salvia: “La pandemia produjo un shock muy importante que no está visualizado suficientemente por las estadísticas”

Foto: Agustín Salvia, docente y director del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA). Fuente: ODSA-UCA.

 

Agustín Salvia es docente y director del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA). Desde Portal Universidad realizamos la siguiente entrevista en el marco de su visita a la ciudad, donde participará de la jornada “Un tiempo de diálogo: Mar del Plata, hacia un desarrollo con inclusión”, organizada por la Escuela de Gobierno y Administración Pública de la Universidad Nacional de Mar del Plata (EGAP-UNMDP).

La jornada consiste en la realización de mesas de diálogo entre distintos actores sociales, productivos, económicos y políticos de la ciudad en torno a las problemáticas que presenta el desarrollo con inclusión para la región, enmarcadas en el abordaje de los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por ODSA sobre los problemas, oportunidades y desafíos estructurales que tiene Argentina.

-En mar del plata se escucha por un lado muchas noticias de reactivación económica, de récord de turistas que visitan la ciudad y al mismo tiempo nos encontramos con alarmantes cifras de inflación que cada vez empujan más ciudadanos bajo la línea de pobreza. Si hay una reactivación, no es para todos o solo beneficia a unos sectores y excluye a otros. ¿De qué hablamos cuando decimos “Desarrollo con inclusión”? ; ¿Hay desarrollo si no hay inclusión?

Desarrollo con inclusión es un término que tiene un alcance todavía lejano para Argentina. Estamos lejos de haber logrado un modelo de crecimiento y distribución de la riqueza, en algún momento se consideró que se habían hecho reformas estructurales que nos iban a instalar en las plataformas del primer mundo, pero eso no ocurrió. Se pensó en su momento que la democracia podía ser un motor para el desarrollo con inclusión y después de la supuesta década ganada ninguna de estas cosmovisiones o paradigmas, por mucho que hayan aportado y contribuido al crecimiento del país, lograron generar un modelo de  desarrollo sostenido y sustentable capaz de crear equilibrios convergentes, equilibrios sociales y con crecimientos en la productividad ascendentes.

Vivimos en una argentina que si uno la compara con otros países de América Latina, en el mediano a largo plazo está estancada e incluso, rezagada respecto de sus vecinos y de países que hoy ya son parte del mundo desarrollado productivo. Ahora en ese contexto, más allá de los vaivenes políticos que generan las últimas dos décadas del siglo XXI, lo que uno se enfrenta es a que efectivamente hay una década que produjo una recuperación económica, una recuperación del ingreso. Durante la primera década del siglo XXI, hubo políticas activas en materia laboral, de ingreso, que permitieron equilibrar los pactos sociales que había generado el periodo anterior pero que nunca lograron superar los estándares históricos que se habían logrado ya en la década del 90. Argentina tiene un piso del 25% de pobreza y nunca logró atravesar ese 25%. No solo no se logró eso, sino que se pone al piso en un 30%, con clases medias bajas que van cayendo en la pobreza. Esta situación termina con la crisis del 2018, elevando los picos de pobreza al 35, casi 40% en el período macrista. En este contexto el Covid produce un nuevo shock, generando un nuevo aumento de clases medias bajas que caen en la pobreza, al mismo tiempo que los segmentos más pobres son contenidos por programas sociales, protegidos pero nunca incluidos o incorporados a un modelo sustentable de desarrollo y de crecimiento.

-¿Cuáles son las razones detrás del fracaso constante en el modelo político y económico de la Argentina?

Los investigadores en este campo buscamos razones económicas y factores económicos que apliquen, pero cuando seguimos escarbando sobre el problema, nos damos cuenta que esos factores económicos son  en realidad factores políticos, es decir son decisiones  de política económica. Si bien estas decisiones pueden depender eventualmente de algún actor, como un ministro de economía, un presidente o un marco legislativo, en realidad tienen como contexto la ausencia de una clase política, de un sistema político capaz de formular desde demandas hasta propuestas que vayan más allá de un periodo electoral. El cortoplacismo de las políticas económicas y sociales y las políticas públicas que atienden fundamentalmente los procesos electorales más que las capacidades de desarrollo económico estratégico han afectado fuertemente la capacidad de desarrollo argentino.

Al no tener en juego un plan, una estrategia, metas y políticas a largo plazo, el accionar a costa de beneficios políticos en el corto plazo termina produciendo vicios estructurales. O se tiende a favorecer el mundo de la exportación a través de una devaluación o se tiende a favorecer al mundo del mercado interno a través de un tipo de cambio elevado. Esto es un indicador del mecanismo que opera: ¿Cómo hago más populismo o como hago más liberalismo? No se entiende que la solución pasa por arriba, por lograr un equilibrio del sistema de precios capaz de generar acuerdos sociales, que a su vez generan acuerdos sociopolíticos. Se requiere equilibrio y estabilidad monetaria con promoción del crédito y fomento de la actividad productiva de la pequeña empresa para el mercado interno. Al mismo tiempo se requiere renovación tecnológica, todo esto tiene que estar junto, no puede estar separado por la grieta ideológica. La grieta política ideológica coloca alguno de estos términos de un lado y otros del otro, pero tienen que ir juntos en el marco de una política de Estado, y eso no ha  ocurrido.

La ecuación económica en Argentina debería estar resuelta, es un país que tendría que haber logrado crecimiento. La promesa de Menem de integrarse al primer mundo tendría que haber sido concretada efectivamente, estaban todas las condiciones dadas más allá de las contradicciones que tenía la convertibilidad y su fracaso.  Las reformas estructurales no podían quedarse solo en reformas sino también en políticas de mercado interno, cosas que podrían haber avanzado en la etapa radical posterior y en esa salida de  la convertibilidad, esas medidas que se tomaron y produjeron la crisis del 2001. Posteriormente devino un proceso mucho más populista, en materia de recuperar el consumo. Fueron años donde se invirtió para sacar adelante la economía sin endeudamiento externo, sin capacidad de endeudarse, ni siquiera de pagar la deuda. En ese contexto había un potencial económico muy fuerte. Al mismo tiempo había cobrado mucha fuerza la industria, lo cual fue un motor extraordinario para el crecimiento económico. El problema es que nada de esto se aprovechó y a partir del 2009 se comenzó a agotar ese modelo por un exceso de gasto público y un déficit comercial. No hubo políticas detrás que evitaran el déficit fiscal y el déficit de la balanza comercial y de pagos.

Posteriormente, las reformas macristas nunca lograron dar en el blanco, produjeron por el contrario un endeudamiento aún mayor y unas contradicciones muy importantes en materia social. Si bien los sectores laborales encontraron mayor recuperación del ingreso salarial en un principio, esto rápidamente quedó descartado a partir de la crisis de 2018. El año 2017 había mostrado el piso al que podía llegar la pobreza argentina: 25, 26%. A eso se llegaba subsidiariamente, con más programas sociales, con tipos de cambios subsidiados y ese tipo de cuestiones.

-El problema entonces pasa más por la falta de acuerdos políticos y por la falta de diálogo entre los distintos actores políticos, sociales y empresariales que por una deficiencia argentina en términos productivos. ¿Para revertir la situación actual tenemos que propiciar el diálogo entre estos sectores? 

Absolutamente, pero agrego a eso que tiene que suceder en el marco de una agenda de políticas de Estado de mediano y largo plazo. No simplemente ponernos de acuerdo porque estamos todos de acuerdo en que queremos el crecimiento argentino. Necesitamos definir cuál es la agenda concreta de reformas y de políticas de Estado que hay que encarar. Y no hablamos de un periodo político, sino que hay que continuar durante 3 o 4 períodos políticos. Necesitamos no más Estado o menos Estado, necesitamos un mejor Estado. Ese mejor Estado se va a lograr con la reforma administrativa y con nuevos acuerdos tributarios y fiscales en materia de coparticipación para los Estados provinciales y municipales. Hoy por hoy los Estados provinciales y municipales tienen a su cargo la tarea  de la contención social con apenas el 5% de los recursos presupuestarios, 5% los municipios, 10% las provincias.  El resto del gasto social lo tiene en infraestructura y  en gastos sociales, pero descarga sobre provincias y municipios un conjunto de tareas con bajos recursos. Solucionar esto implica nuevos pactos fiscales. También implica una reforma administrativa y de las funciones del Estado en todos sus niveles. Esto es un gran desafío tanto para un gobierno híper conservador y liberal como para un gobierno híper revolucionario y reformista. Con un Estado tan deforme y tan bobo no se puede hacer nada, ni revoluciones liberales ni revoluciones socialistas.

Otro aspecto tiene que ver con cómo  se articula el mercado interno con el mercado externo. Necesitamos exportar cada vez más, con más productividad, pero al mismo tiempo necesitamos que eso no sea el reducto del 30% de la población económicamente activa, sino que se expanda hacia el 70% del resto de la población. Para eso se necesita multiplicar las pequeñas y medianas empresas orientadas a atender las demandas productivas de los sectores más dinámicos, o a atender las demandas de superación de la pobreza a los sectores más pobres: educación, salud, hábitat, vivienda, medio ambiente, recreación, deporte, cultura. Todo eso requiere cooperativas, Pymes, emprendedores, se necesita articular eso junto con la minería de exportación, la agroindustria dinámica, la industria del conocimiento, obviamente siempre con valor agregado. No solo hay que buscar divisas, hay que generar empleo. ¿Cómo se crea empleo para una sociedad de 46 millones de habitantes? tenés que al mismo tiempo mejorar sus condiciones de vida generando bienes y servicios que los saquen de la pobreza  y mejoren su calidad de vida en general. Eso lo produce el emprendimiento local, la Pyme, las cooperativas, porque por mucho que haya  crecimiento económico, 6 millones de personas que trabajan en la economía social de la pobreza van a requerir ser asistidos con un salario complementario. Lo ideal es que lo hagan en función de un trabajo que produzca riqueza y valor agregado.

-En la jornada “Un tiempo de diálogo” que se realizará el martes, junto con otros investigadores realizarán una breve introducción diagnóstica de la situación local y nacional post pandémica. ¿Qué impacto tuvo la pandemia en la estructura social argentina?; ¿Qué problemáticas existentes se profundizaron y se instalaron definitivamente con la llegada de la pandemia?

La pandemia produjo un shock muy importante de destrucción de puestos de trabajo, empobrecimiento y mayor desigualdad social, aunque esto no esté visualizado suficientemente por las estadísticas. No fue lo mismo, ni desde el punto de vista  material, ni económico ni social ni emocional. Por mucho que todos sufrimos la pandemia produjo mayores desigualdades subyacentes invisibilizadas. La salida de la pandemia, más allá de cómo lo abordó el gobierno, tiene hoy un costo muy importante de reactivación de la inflación, pero eso lo tuvieron todos los países. El gobierno logró contener que no se destruyeran tanto las variables económicas y al mismo tiempo a los sectores más pobres les dio un piso de contención social.  Esto para mí es un activo. El pasivo es que al mismo tiempo no se aprovechó ese contexto para hacer justamente lo que venía planteando antes: políticas de Estado post pandemia de mediano y largo plazo. Estábamos  todos arrodillados esperando que los actores políticos nos dijeran por donde seguir y los sectores políticos arrugaron. La dirigencia política arrugó, nos ofreció medidas de corto plazo y no nos ofrecieron soluciones a largo plazo. Cuando hablo de medidas de corto plazo hablo del intento expropiación de Vicentín, nos ofrecieron el aborto libre y gratuito. Son medidas que no son trascendentales para el desarrollo económico y social de la sociedad y para cambiar la vida de la gente después de la pandemia.

¿Que sí ocurrió y no gracias al Gobierno? El sector informal, fuertemente afectado por la situación de la pandemia, salió a la calle a pesar de las medidas de aislamiento. Apareció una Argentina con  capacidad de trabajo, con vocación de trabajo, con voluntad de trabajo. Los pequeños comercios, talleres, peluqueros, salieron todos adelante diciendo “Yo tengo que trabajar”. La argentina no es una sociedad que no quiere laburar, quiere trabajar, quiere invertir. En 2021 fue importante la recuperación económica de la construcción, del turismo, de los servicios, de la venta ambulante, de la industria, todos los sectores crecieron un 10%.  No se creó empleo pleno pero sí se crearon empleos precarios, informales, de muy baja remuneración, incluso afectados por la inflación. A pesar de eso, con salarios cada vez más a la baja, la sociedad argentina siguió poniendo gente a trabajar.

El año 2022 tiene otro elemento: los segmentos empezaron una dinámica de consumo en un contexto de alta inflación, con un mercado de consumo interno dinámico, activo, no recesivo. Industria y servicios siguieron creciendo, ahora sí creando empleo formal. 2022 es una paradoja en términos político económicos: es el periodo en que más empleo se ha registrado en los últimos 40 años. Nunca se crearon tantos empleos registrados, ni siquiera en la salida de la crisis de la convertibilidad 2003-2004. Es cierto que hay menos asalariados privados, con más sectores monotributistas o sector público, pero el sector privado no sólo ya recuperó lo que había perdido con la pandemia sino que está por arriba de la pre pandemia e incluso por arriba del 2017. Ese boom tiene que ver con políticas de inversión pública y de asistencia a los ingresos de los más pobres. Esos dos componentes activaron la demanda, pero no solo se debe a la actividad del Estado, que creció en la inversión pública, la inversión de infraestructura y o en la asistencia pública, sino también a ese hambre que tiene la Pyme, el empresario argentino a seguir invirtiendo, crear trabajo y progresar.

-¿Podrá Argentina ingresar en un sendero de crecimiento?

Yo creo que más allá de quién gane las elecciones o a pesar de quién gane las elecciones, desde el punto de vista político la argentina va a estar en condiciones de emprender un proceso de mayor crecimiento con convergencia social, siempre y cuando la clase política entienda que no se trata de un modelo exportador versus modelo mercado interno. No se trata de la grieta populismo versus liberalismo. Se trata de subir por arriba de la grieta, salir del laberinto por arriba y ofrecer a la sociedad argentina lo que espera, lo que necesita: un horizonte estable de baja de la inflación, de reforma del Estado para hacerlo más eficiente en todos sus niveles pero al mismo tiempo con reducción del déficit fiscal. Mayor carga impositiva sobre segmentos que hoy son privilegiados, menores cargas a la actividad productiva. Hay que premiar e incentivar a quien produce porque crea empleo y crea riqueza en lugar de castigarlo. Yo no estoy tan de acuerdo incluso en que  los trabajadores formales de los sectores más dinámicos no tengan que pagar un impuesto a  las ganancias. No son remuneraciones acorde al valor del trabajo que está ocupado ahí, sino a la renta que se genera en ese sector, como pueden ser la industria petrolera, la industria del transporte, la renta exportadora. Esos trabajadores deberían tener, así como sus empleadores, una carga impositiva contributiva desde el punto de vista de las ganancias que obtienen producto de esa renta, como los impuestos vinculados a la renta agraria. Los sectores que ganan hoy 500 mil, 800 mil pesos  por mes tienen que contribuir con sus impuestos a las ganancias  a aquellos trabajadores  en esos sectores que no tienen esas ventajas comparativas y ganan apenas 60 mil pesos. Hoy la desigualdad entre empleadores y trabajadores en promedio es menor que la desigualdad que se observa hacia el interior del mundo del trabajo.  El populismo de derecha y de izquierda ha ayudado a que los trabajadores de los sectores más dinámicos tengan remuneraciones más altas e impuestos a las ganancias más bajos porque políticamente  parece conveniente pero estratégicamente no lo es.

También hay que hacer reformas laborales que favorezcan a las Pymes para que no sean abordadas como un empleador igual que lo que puede ser una gran empresa multinacional. La normativa hoy está pensada para empresas como Ford, Peugeot, Ledesma, Cargill, Techint. Son empresas que pueden respaldar convenios colectivos por encima de las normas, pero ese piso que es la norma hoy es muy alto para la Pyme en materia de obligaciones y  responsabilidades laborales. No digo que hay que estar al margen de la protección del trabajo sino que hay que buscar mecanismos más flexibles que bajen el costo laboral e incentiven a contratar, eventualmente de manera subsidiaria. Las empresas con mayor capacidad de retribución de ganancias pueden subsidiar a las Pymes en materia de contenciones y aportes a la seguridad social.

 

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