La felicidad como mandato: no podemos exigirnos estar bien todo el tiempo

Las expectativas sociales y la búsqueda personal de un ideal de vida enfrentan a la sociedad a complejas presiones culturales que ubican a la felicidad como un imprescindible universal, que tiene la misma forma para todas las personas. Allí surgen las preguntas: ¿se debe seguir una única fórmula de felicidad impuesta por estándares preestablecidos? ¿se tiene la libertad de definir la propia felicidad o estamos atrapados en expectativas externas? Para responder algunas de estas cuestiones desde Portal Universidad nos comunicamos con Alejandra Linardi, licenciada en Psicología. 

“Cuando uno recibe pacientes, casi todos se quejan de que no son felices por algo, por alguien o por una situación. La idea de infelicidad está siempre muy marcada y la búsqueda de felicidad aparece como el objetivo de un tratamiento psicológico: vas para estar mejor, para estar bien, pero siempre con una dolencia psíquica que tiene que ver con el sufrimiento”, explicó Linardi. Asimismo señaló que a la inversa de lo que sucede en el consultorio, en las redes sociales se muestra una imagen constante de bienestar: “En las redes la felicidad es un bien muy valuado. Es como una felicidad mostrada para otros y no tanto como un sentimiento”. 

La idea de infelicidad está siempre muy marcada y la búsqueda de felicidad aparece como el objetivo de un tratamiento psicológico: vas para estar mejor, para estar bien, pero siempre con una dolencia psíquica que tiene que ver con el sufrimiento.

Haciendo un recorrido por lo que significó este término a lo largo de la historia, se puede encontrar que el concepto para los griegos tenía que ver con la idea de un estado ordenado y armonioso, una cuestión de buena administración. En el cristianismo la felicidad se cambió por la gloria eterna: “Osea que, si te portabas bien y reprimías cosas, que hasta incluso te pudieran hacer bien, ibas a tener la promesa de felicidad o la gloria eterna”. Existen muchos más conceptos, pero en lo que la gran mayoría coincidían era en que antes la felicidad era concebida como un derecho, como podía ser la libertad, la vida, entre otros. Hoy es una obligación: “Tenemos que ser felices, es como una orden. Si alguien está mal, ¿uno que le dice? No déjate de hinchar, tenes que estar bien, salí a caminar, cómo puede ser con lo joven que sos, tenés buen trabajo”, comentó Linardi. 

Existen muchos más conceptos, pero en lo que la gran mayoría coincidían era en que antes la felicidad era concebida como un derecho, como podía ser la libertad, la vida, entre otros. Hoy es una obligación.

Según la psicóloga, lo comprobable es que la felicidad es un estado que puede aparecer a partir de cualquier situación: “Hay personas que han encontrado grados de bienestar en situaciones donde era complicado sentirse felices. De hecho, uno ve videos de guerra donde los soldados se están matando de la risa y decís: pero están en el medio de una guerra, ¿cómo puede ser que estén felices?”. 

La vida tiene altibajos, no podemos exigirnos estar bien todo el tiempo

Hoy en día la satisfacción espiritual y física se ha asociado a términos materiales. “En las publicidades que vemos si tomas tal cerveza o tenes determinada marca de ropa, sos feliz”, comentó Linardi. A ello también se agrega el tema de le medicina: “Este tema de la felicidad se metió en la medicina a través de los psicofármacos o las famosas pastillitas de la felicidad y la estética, la idea de que si tenes mejor cuerpo, vas a estar más feliz”. 

También desde hace años están en boga los libros de autoayuda. “Existe esta autodeterminación de ser feliz, como si esto pudiera ser algo voluntario. En realidad, no es tan fácil como proponer 10 tips para ser feliz. ¿De qué vida? ¿De la mía, de la tuya, en comparación o en base a qué?”, agregó Linardi. Estos libros buscan aplicar lo que se llama “psicología positiva”. Esta plantea que todo tiene que estar bien o todo lo que hay de malo se debe transformar en bueno. “Es bastante tensionante y de hecho la gente que la práctica termina mal y se empieza a angustiar porque en realidad no es algo “normal” del ser humano estar siempre bien”, comentó. 

“La vida tiene grises, tiene altibajos y tiene momentos de alegría que son segmentos de sensaciones. La felicidad es un segmento de sensación, no es un estado constante. Dando un ejemplo, cuando alguien se muere te dicen “bueno, ahora descansa en paz”. Vos no queres que descanse en paz. Queres que esté vivo y que esté bien. Hay que hacer el duelo. Todos lo atravesamos e implica un proceso que dura mínimo seis meses y cada persona tiene su ritmo. En ese momento no hay forma de que puedas estar feliz, tenés que atravesar la tristeza, no sirve eso de pensar en positivo en esos momentos”, explicó Linardi. 

La vida tiene grises, tiene altibajos y tiene momentos de alegría que son segmentos de sensaciones. La felicidad es un segmento de sensación, no es un estado constante. 

La importancia de expresar nuestras angustias y dejar que las expresen los demás

Muchas veces, ante la aparición de quejas o angustias, las personas tienden a querer evitarlas o consolar al otro. “Instintivamente cuando alguien empieza a llorar uno intenta contenerlo y busca que se detenga. Uno se inquieta con la angustia del otro y como no quiere que eso suceda, no le permite al otro angustiarse. Querés que el otro esté bien, cuando en realidad es un ideal imposible”, dijo Linardi, quien aclaró: “Es verdad que hay muchas personas que son quejosas, pero la realidad es que se permite más el compartir la alegría que compartir la tristeza. La queja o la tristeza está permitida en muy pocos momentos, por ejemplo, en una muerte y exactamente en un velatorio, porque a los dos días te dicen: bueno, tenes que aceptarlo, ya pasó, tenes que dejar pasar el tiempo. Hace unos años Moria Casán decía una frase que estaba buena: si queres llorar, llorá. Estaba permitido el llanto porque de hecho no hay ser humano que en el trayecto de su vida no pase por momentos tristes, dolorosos y difíciles”. 

(…) la realidad es que se permite más el compartir la alegría que compartir la tristeza. La queja o la tristeza está permitida en muy pocos momentos.

Si esos sentimientos de tristeza o angustia que se perciben contrario a la felicidad no se expresan, no significa que no existan. Según la Licenciada en Psicología, se constituye una olla a presión: “Lo tenes adentro. Está esa gente que es “inyoguizada”, que no muestra conflicto y el ser humano sin conflicto no existe”. 

Otro tema que produce esa sensación de infelicidad es la presión de ser feliz y la culpa que genera no lograrlo. “Por eso hay tantos cuadros de ansiedad, de depresión, de angustia, porque no podemos estar mal, no es algo que esté bien visto. Las emociones que tenemos dentro de nuestro psiquismo, de nuestra mente son variadas, no tienen que ver solo con un estado de bienestar”, comentó Linardi. Como ejemplo propuso la película Intensamente: “Si bien es una película infantil, es fabulosa porque te muestra diferentes emociones y no es que una emoción es mejor que otra o es otra cosa. Cada emoción tiene un porqué, tiene una entidad, tiene un lugar y es totalmente valiosa para el ser humano”. 

La felicidad es única para cada persona, no hay un cliché

Por otro lado está qué es la felicidad para cada uno. No hay cliché de felicidad. La felicidad no necesariamente tiene que ver con casarse o tener hijos. La felicidad no está puesta necesariemente en los logros, en los proyectos, no necesariamente es universal. A veces la gente no lo dice, pero hay gente que no es feliz habiéndose casado o habiendo tenido hijos. Un ejemplo muy común es: si tuviese plata sería feliz. Sin embargo los mayores índices de suicidio, casos en los que uno lo puede catalogar a personas que fueron insoportablemente infelices, aparecen en los países más desarrollados donde no falta nada y las personas tienen acceso a todo”, desarrolló Linardi. 

Cómo último caso de presión frente a estos temas, Linardi señaló el denominado medidor de la felicidad: “Lo universal es pensar que la felicidad está en otro lado o que es más feliz el otro que uno. Uno siempre siente que la mayor felicidad la tiene el otro. Esto pasa por ejemplo en los medios de comunicación: uno siempre piensa que el que tiene éxito y es famoso, por añadidura tiene que estar feliz. Es algo universal sentir que a uno siempre le toca lo peor. No hay un medidor de felicidad. Yo creo que uno tiene que entender y aceptar sus limitaciones y sus posibilidades y encontrar dentro de uno dónde está su felicidad, entendiendo la felicidad como un fragmento”.

 

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