Acompañantes terapéuticos, profesionales precarizados por las obras sociales y el Estado

* Por Martina Leder Kremer para el #MediaLab de Portal Universidad

Los diagnósticos de enfermedades o trastornos a edades tempranas, sobre todo aquellos relacionados con cuestiones de la salud mental, son cada vez más frecuentes. Esto ha generado una gran demanda de profesionales del área, entre ellos psicólogos, psicopedagogos que acompañan los procesos, y sobre todo de acompañantes terapéuticos (AT), que son una presencia cotidiana y constante tanto en trabajo con niños, como con adultos y adolescentes.

Esta área de incumbencia hoy se encuentra semiprofesionalizada, y si bien se le dio media sanción a una Ley tendiente a su regulación, la coyuntura política detuvo su proceso en el Senado hace casi cinco meses. A una demanda creciente y una normativa pobre sino nula, se le agrega la estigmatización o incomprensión del rol del acompañante, lo que arroja como resultado condiciones laborales precarias, falta o atraso de pagos por parte de las obras sociales y exigencias de las escuelas para realizar tareas que no se comprenden en su abanico de habilidades.

Desde este medio, nos comunicamos con psicólogas, representantes de los profesionales, acompañantes terapéuticas, familiares y autoridades para comprender los alcances de esta ocupación, que en Mar del Plata tiene 1160 matriculados.

¿Qué hace un acompañante terapéutico?

El último Estudio Nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacidad, realizado por el INDEC en colaboración con el entonces Ministerio de Hacienda de la nación, en 2018, reveló que en Argentina la prevalencia de población con dificultad es de un 10,2%, en población de 6 años en localidades de 5.000 y más habitantes alrededor de todo el país.

En Mar del Plata, la Dirección de Discapacidad del municipio otorga alrededor de 95 turnos semanales y realiza más de 350 juntas por mes para otorgar el Certificado Único de Discapa cidad (CUD). Teniendo en cuenta que el censo arrojó un estimado de casi 700 mil habitantes para la ciudad y la prevalencia que propone el estudio del INDEC, Marcos Folgar, director del área comentó: “se puede estimar que hay unas 70.000 personas con discapacidad. De ellas, unas 34.000 poseen CUD emitido y con vigencia, es decir, menos de la mitad”. Estos datos exponen un aumento de los diagnósticos de discapacidad y la demanda de tratamientos. Quienes necesitan un acompañante, pueden solicitarlo a sus obras sociales mediante la tenencia del CUD.

Pensar en un acompañante terapéutico muchas veces evoca aquella imagen similar a una maestra. Un profesional vestido con guardapolvo que sigue muy de cerca a un niño o una persona en situación de discapacidad. Sin embargo, esto es solo una parte de las actividades que pueden cumplimentar estos trabajadores: “Un acompañante terapéutico es un profesional auxiliar en el campo de la salud en general y en el campo de la salud mental en particular, que se incorpora dentro de una estrategia de tratamiento con objetivos específicos y puede hacer abordajes tanto individuales como grupales, ya sea en un ámbito institucional o por fuera de él”, expresó Sebastián García, presidente de la Asociación Marplatense de Acompañantes
Terapéuticos (AMAT).

Además del desempeño de forma privada, en el trabajo con personas particulares, las posibilidades de trabajo se han ampliado con el correr de los años. “Se ha extendido a muchos ámbitos. Este año se nombraron acompañantes terapéuticos en el Hospital Interzonal, en el Servicio de Salud Mental y ya hace varios años que hay nombrados también en el Hospital Materno Infantil. Es decir, que lo público ya empieza también a dar la prestación”, expresó García.

La municipalidad por su parte, ha incorporado acompañantes terapéuticos en la línea de atención telefónica de Salud Mental, una guardia telefónica que funciona las 24 horas, los 365 días del año, y que atienden estos profesionales. El grupo de acompañantes terapéuticos está coordinado con psicólogos y hacen atención de guardias en las que articulan con el SAME y el COM. “Las personas llaman, ya sean porque están atravesando una situación de salud, porque están con una crisis o un ataque de pánico, si tienen un familiar en situación de consumo entre otros temas y los acompañantes hacen lo que se llama un triage, que es una evaluación de la urgencia, si es algo agudo o no, y a partir de ahí, toman decisiones sobre la marcha”, explicó García.

“Es decir, que trabajo hay. Tanto en el ámbito privado como en el público, se ha incrementado, afortunadamente”, dijo él además director del Instituto Acontecer, única institución de la ciudad que brinda la formación superior para acceder a esta titulación.



Un trabajo en equipo

“Al ser un profesional auxiliar, hay trabajo de grupo. Dependiendo el caso, las características y las necesidades, siempre va articulado con un psicólogo, un psiquiatra o un psicopedagogo, es decir, un equipo terapéutico integrado por diferentes disciplinas”, comentó García.

Lo mismo expuso Marisol Sponer, psicóloga clínica que trabaja con niños y adolescentes en situación de discapacidad: “Los psicólogos o los psicopedagogos son los supervisores del AT que tiene un paciente. Generalmente se arma un grupo de WhatsApp con todos los profesionales y con el acompañante terapéutico y se hacen reuniones periódicamente”.

Asimismo, Sponer expresó que el acompañante es un profesional de muchísima utilidad en los equipos y para los tratamientos: “Es el que pasa más horas dentro de la casa o de las instituciones donde esta persona en situación de discapacidad está inserta. Me parece importante destacar que se notan muchas mejoras o si el apoyo del AT fue buenocuando el paciente empieza a ser menos dependiente. Si ese auxiliar, que representa el acompañante terapéutico, para esta persona en esa situación de discapacidad potencia lo que tiene el sujeto y lo ayuda a ser más autónomo, los resultados son muy buenos. La idea es que esté a tiempo, que ese logro se pueda consolidar y que después no sea necesario”, resaltó Sponer.

Si bien la psicóloga explicó que son los psicólogos los que suelen coordinar y supervisar el equipo, a veces las disciplinas van siendo móviles en su liderazgo, dependiendo de en qué momento se encuentre la persona: “Vamos acomodando nuestra función según las necesidades del paciente, que es lo que uno tiene como horizonte y como eje del trabajo. La mejora integral del paciente”.

Semi Profesionalización y precariedad laboral

Haciendo un repaso por la historia de la profesión, Sebastián García, presidente de AMAT relató: “Inicialmente hubo grandes resistencias al ingreso de los acompañantes dentro de las aulas. En la provincia de Buenos Aires, hay una resolución que es la 782-13 del año 2013, que regula el ingreso de los AT a estos espacios. Y recién entre 2014 y 2015 se reguló la formación académica. Es decir, que antes que haya títulos oficiales de acompañantes terapéuticos, ya estaba regulado su ingreso a las escuelas”.

Esto quiere decir que había personas que se desempeñaban que tenían formaciones básicas o nulas realizadas en el sistema educativo informal: con cursos de corta duración, presenciales o a distancia, con prácticas y sin prácticas. “A pesar de esa formación heterogénea, el Estado reguló el ingreso porque se iba incrementando cada vez más la necesidad de la presencia de los AT dentro de las aulas. En los últimos años se ha incrementado muchísimo, incluso hay escuelas que solo aceptan a las personas con algún tipo de padecimiento o de diagnóstico si vienen con acompañante terapéutico. Es decir, prácticamente un acto de discriminación”, remarcó García sobre este requisito impuesto por las escuelas que, de acuerdo a la resolución de la provincia de Buenos Aires no es condición necesaria para la inclusión escolar.

La resolución 1014/14, que entró en vigencia en 2015 estipula un curso de un año para obtener el certificado de formación profesional del acompañante. Posteriormente se sancionó otra resolución, la 1221/15, que concreta que ese ciclo es equivalente al primer año de la Tecnicatura en Acompañamiento Terapéutico, una currícula de tres en total. Y, a partir del 2020 se abrió en la Universidad del Gran Rosario un tramo de complementación para los técnicos que los convierte en Licenciados.

“Se han visto cambios en la posibilidad de continuar formándose, porque al tener un título de grado, los acompañantes también van a poder acceder, por ejemplo, a formaciones de posgrado. Se ha elevado el nivel académico, pero lo que todavía no se ve trasladado es a las remuneraciones. Hoy, un certificado, un técnico, o un licenciado cobran lo mismo. Todavía falta hacer valer en términos simbólicos y económicos estas diferencias”, dijo García sobre cómo la profesionalización transformó la profesión.

Fátima Martín, licenciada en acompañamiento terapéutico, trabaja con niños y primeras infancias y habló a este medio sobre las implicancias de su trabajo. Precisamente, sobre las condiciones laborales comentó: “Encuentro como una dificultad principal el tema de la no profesionalización, o la profesionalización a medias. Nosotros tenemos acompañantes que se han recibido con un primer curso de muy pocas horas, y yo, en forma particular, me fui profesionalizando, fui primero Técnica Superior y después licenciada, y todos, absolutamente todos, caemos para la obra social de la misma manera. Ahí partimos de una base de poco reconocimiento por parte de las obras sociales hacia nuestra labor, que en muchos casos es fundamental”.

Parte de ese no reconocimiento, genera un marco salarial muy precario. García comentó: “Recién a partir del año pasado se logró el proceso de matriculación y descripción dentro de lo que es el Ministerio de Salud. Es decir, ya el Ministerio de Salud de la provincia nos reconoce como agentes de salud. Y después al no estar nomenclada la práctica todavía como una prestación en salud, muchas obras sociales no la reconocen directamente y otras la reconocen pero pagan muy poco, depende un poco del criterio de cada una de ellas”.

“Estamos en lucha por una Ley de Acompañamiento Terapéutico que resguarde nuestros derechos. No hay un estándar de cobro, cada obra social pone su monto por hora, que siempre está por debajo de la inflación y ni siquiera llega a un sueldo mínimo. Básicamente, las obras sociales están pagando, como mucho y sin amparo 1700 pesos, que eso te hace un total al mes de lo que serían las horas escolares de 130 mil pesos, ese sería un básico”, agregó Martín.

A ello se le agregan las dificultades en los plazos de pago.“Hay una dificultad seria con el tema de los cobros. Las obras sociales se están demorando más en pagar que antes”, dijo García. Martín, en paralelo comentó: “Llega el momento del cobro y te dicen bueno, vos presentaste la factura de octubre y la vas a cobrar en diciembre o en enero. Es decir, yo estoy trabajando hoy y tengo que cobrar dentro de 60 ó 90 días. La respuesta de las obras sociales es: ustedes no tienen un sindicato y no hay una ley que nos ampare”.

Marisol Sponer comentó algunas de las realidades que observa en su trabajo diario con los acompañantes: “A veces los pacientes pasan muchas más horas con los AT que con sus propias familias. Yo a veces he firmado solicitudes por ocho horas, es decir, están en la escuela, cuando vienen los padres ya se acostaron y a veces ni los ven. La verdad es que la percepción que tengo no es ninguna fantasía: No cobran, cobran mal y a destiempo”.

La psicóloga agregó que el compromiso social de algunos profesionales es tan grande, que muchas veces ponen dinero de su bolsillo en actividades laborales. “Pagan por el combustible, algo para comer que quiere el chico y no corresponde profesionalmente”.

No solo no reconocen los gastos materiales, sino que muchos de ellos realizan sesiones psicológicas propias para poder trabajar adecuadamente. “Para mi es fundamental el trabajo
psicológico propio. Saber cómo te sentís vos con ese caso, porque vos también sos una persona y te pasan un montón de cosas. Volcar en esa supervisión tus propios sentimientos, angustias y fracasos también”, dijo la AT. Los costos en esos casos, tampoco se contemplan y corren por su cuenta.

La peor de las situaciones se dio en el contexto de la pandemia del Covid-19. En palabras de Martín: “Las obras sociales, en mi caso, accedieron a pagar 5 horas de acompañamiento semanales. Por estar en pandemia, nos bajaron el sueldo así un plumazo”. En su caso, el trabajo con uno de sus acompañados lo hizo yendo presencialmente al domicilio, con los peligros de contagio que ello implicaba. Con otra de sus acompañadas realizó videollamadas diariamente. “Eso fue romper un poco con los límites de lo que era el trabajo y lo que era estar en casa, y a ellos les pasó exactamente lo mismo porque el acompañamiento en lo escolar era lo escolar, pero vos tenías que ir a la casa”.

Yo cobraba 5 pero hacía 20 horas tal vez. Esas horas nunca aparecieron. Económicamente yo podrías haber dicho a las 5 horas corto y listo. Pero es un compromiso que vos tenés con las personas. Se juega la responsabilidad, la ética, estamos trabajando con personas que no tienen la culpa de que haya una pandemia y no tienen la culpa que la obra social no me reconozca las horas”, expresó la Licenciada en Acompañamiento Terapeútico.

Una profesión con compromiso social

Si bien el acompañante es un integrante de un equipo de abordaje, que trabaja con objetivos, muchas veces su rol se confunde, sobre todo en los ámbitos escolares o familiares. “La presencia del AT en la escuela muchas veces se ve teñida del discurso pedagógico. Se pretende que los acompañantes hagan cuestiones que tienen que ver con la enseñanza y esa no es su área de incumbencia. Para eso está la docente, pero a veces se entremezclan un poco los discursos, el pedagógico con el terapéutico. Por eso es importante la formación, para no terminar interviniendo sobre una función que no es la suya”, resaltó García.

Martín comentó los estigmas que se sufren en la profesión: “Muchas veces nos dicen, porque ustedes los acompañantes son los que nos sacan a pasear. Y no. El acompañamiento no es eso. Nosotros trabajamos sobre la subjetividad de la persona, en presencia y en ausencia. Esto quiere decir que vas a estar, y por momentos no vas a estar y vas a trabajar sobre la autonomía. No es que vas a ser un soporte vital para la existencia de este niño o niña en determinadas actividades”.

En escuelas, por ejemplo los acompañantes intervienen y dan herramientas a los docentes o a las personas para que se acerquen a los niños sin marcar diferencias. “Se nota esto de no saber cómo tratarlos, de a la hora de ponerle un límite los docentes me miran o me hablan a mi. Hay docentes que son más permeables, hay otros que ni los miran directamente. Tengo 25 y el tuyo, te suelen decir. Nosotros no trabajamos desde lo pedagógico, el referente del salón siempre va a ser el docente a cargo y nosotros quedamos referidos a ellos. Estamos ahí para atenuar las dificultades de lo emocional”, agregó Martín.

Pero las escuelas no son los únicos ámbitos en los cuales se traspasan algunos límites, sino que dentro del mismo seno familiar se producen estos excesos. “Los adultos muchas veces utilizan el espacio de acompañamiento terapéutico como si fuera una niñera. Y esto, si no lo marcas de entrada, es un problema enorme. El acompañamiento dice que es para acompañar las terapias, no para cocinar ni limpiar ni nada de eso”.

“Uno se sigue esforzando por uno y por el laburo que uno hace, entendiendo que no trabajo enuna  lencería o en una casa de zapatos y que puedo cambiar de trabajo cuando se me cante. Estás trabajando con personas y a esas personas vos le estás dejando una marca, que puede ser buena o puede ser mala, pero al fin y al cabo le estás dejando una marca. Entonces, tomás un trabajo, lo tomás con responsabilidad y esa responsabilidad tiene que llegar hasta el fin del acompañamiento, sea de un año, sea de cinco. Hacer un cierre, la persona se merece que se haga un cierre y no trasladar una carga a ellos, que ya tienen demasiado con lo que están padeciendo”, dijo Martín.

Acompañantes por la regulación laboral

El 5 de julio la Cámara de Diputados dio media sanción al proyecto de Ley de Regulación del Ejercicio Profesional del Acompañamiento Terapéutica. Esta norma busca establecer un marco general del ejercicio profesional, definiendo a los AT “como a quienes con matrícula habilitante intervienen a través de un abordaje biopsicosocial integral, en el marco de un equipo interdisciplinario y/o por indicación de un profesional de la salud tratante a cargo”. A su vez, establece los requisitos de formación y matrícula que ya estaban establecidos a nivel provincial.

“Una ley nacional lo que hace es generar un marco de protección y de reconocimiento de los acompañantes terapéuticos como profesionales de la salud en todo el país. Eso también implicaría el reconocimiento dentro de las carreras hospitalarias, y que se produzcan más nombramientos, osea que el Estado también garantice la prestación en todos los niveles”, declaró Sebastián García.

Pero, por sobre todo, su aprobación permitiría la inclusión de la profesión en los nomencladores, “el compendio de Prestaciones Médicas, Odontológicas y Bioquímicas por códigos, con sus respectivas unidades arancelarias, que determinan el valor de dichas prestaciones con vigencia a nivel nacional”, establecido en la Ley 23.660 de Obras Sociales. “Es muy importante esta ley, es el reconocimiento de derechos que venimos esperando hace muchos años”, declaró García. De las condiciones laborales de los acompañantes, surge la urgencia de su aprobación en la Cámara de Senadores, que se está haciendo esperar hace 5 meses, mientras los trabajadores siguen esperando sus pagos.

*Estudiantes del MediaLab, primer Laboratorio de Redacción para Medios Digitales. Se trata de un sistema experimental que consiste en el trabajo periodístico, de producción propia, que desarrollan alumnos del Taller de Redacción para Medios Digitales, correspondiente a la Tecnicatura de Periodismo Digital que se dicta en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

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