Kimberley, una historia marcada por la amistad, los bailes y el deporte
* Por Agustín Belga para el #MediaLab de Portal Universidad
Dentro del saber popular, el nombre de Kimberley ha quedado asociado directamente al Mundial de Fútbol de 1978, particularmente al partido entre Francia y Hungría donde los “Galos” tuvieron que salir a jugar con la camiseta del “Dragón” porque su indumentaria se confundía con la del rival. Es innegable lo histórico de este hecho. Sin ir más lejos, la número “5”, que es la única de la que se sabe el paradero de aquella colección de 18, está en el Museo de la FIFA. Pero hay otra historia, una más profunda, más personal, que se remonta a las primeras décadas del siglo XX y que explican un recorrido lleno de eventos y eventualidades que lo llevaron a ser la institución que es hoy en día.
A lo largo del tiempo, incontables grupos de amigos han soñado con fundar un lugar que representara el sentimiento único que tenían el uno por el otro y los pudieran recibir en todo momento. La mayoría de las veces, ese anhelo quedaba en una idea vaga tirada sobre la mesa después de haber compartido una comida o en algún rincón de la plaza del barrio tras terminar con el “picado” del día. Pero en otras, la utopía tomaba carácter formal y empezaba a trazar líneas que se siguen escribiendo hasta el día de hoy.
A partir de 1920, Mar del Plata comenzó a ponerse la investidura de ciudad. El fuerte crecimiento demográfico, proceso de urbanización y puesta en pie de monumentos históricos como el Teatro Colón, invitaron, a su vez, al surgimiento de entidades deportivas con una identificación enérgica con el barrio al que pertenecían. Dentro de ese despertar estuvo Kimberley que en 1921 empezó a escribir su propio camino.
La cancha de tierra ubicada en la manzana delimitada por las calles Rodríguez Peña, Hipólito Yrigoyen, Primera Junta y La Rioja reunía siempre los mismos nombres. Los hermanos Albide, José Villante, Italo Falaschi, Juan Sanders, Martín González, Andrés Actis, los Melonio y Dante Longhi, principalmente. Todos acompañados de una vieja pelota de fútbol de ocho gajos que había pasado a la historia por otra de doce.
Aunque la ubicación de aquellas viejas reuniones para anunciar el equipo iba variando, la casa de Pablo Albide en Avellaneda y Mitre era, por excelencia, el epicentro y donde quedarían establecidos los parámetros generales de cara a la constitución como club. Si bien su nacimiento estuvo representado de forma íntegra por el fútbol, los bailes, el básquet y natatorio fueron otros de los puntos de inflexión que trascendieron los límites de la institución y se convirtieron en parte de las raíces deportivas y sociales de la ciudad.
“Es ley bailar en Kimberley”
Así decía el lema que era indiscutido tiempo atrás y servía como slogan de uno de los eventos festivos de mayor repercusión en Mar del Plata y que llevaron al club a afianzarse, crecer societariamente y construir su propia sede.
Estas organizaciones danzantes tuvieron tres épocas. La primera comenzó en 1925 y se extendió durante una década. El no tener un espacio propio no fue ningún problema para los directivos de aquel entonces. Más bien fue el causante de uno de los mayores aciertos: el alquiler de prestigiosos salones de hoteles en el centro de la ciudad.
El primero en albergarlos fue el “Parque Hotel” ubicado en Bolivar y Mitre, lugar elegido, además, para celebrar el primer aniversario y más adelante el ascenso del ’27. De ahí pasó al “Solís”- San Martín y Santa Fe- y luego por el “Amistad”- Avenida Luro y La Rioja- hasta llegar al “Confortable” De Belgrano y Santiago del Estero. Allí se gestó una acción que resultó atractiva para el público en general y tuvo una réplica directa en la cantidad de participantes. La misma consistía en regalarle una taza de chocolate caliente y masas finas a las damas a mitad de la noche y, al finalizar la velada, llevarlas a sus casas en automóviles que se encontraban en la puerta a su total disposición.
La segunda fase tuvo inicio en 1936 cuando, por cuestiones de espacio, se decide organizar las reuniones en el “Victoria” – Corrientes 1751- que contaba con un amplio salón de fiestas. Con una economía mucho más asentada, en mayo del ’38 se suscribió contrato con el “Grand Hotel” por 30 fiestas, lo que terminaría de dar los fondos necesarios para hacer realidad el sueño de la sede propia y comprar el terreno de Avenida Independencia 3030. En el “mientras tanto” de la edificación se creó la “Subcomisión de Fiestas” presidida por Arnaldo Dal Molín la cual decide trasladar las galas al hotel “Copacabana” de Diagonal Alberdi y Santiago del Estero – actual Colegio Polivante de Arte- donde hicieron base hasta la inauguración del espacio. La obra fue proyectada por el Ingeniero Nino Ramella en tanto que Bonifacio Yaccuzzi desarrolló la construcción de la misma.
La sección de notas sociales del Diario La Capital del 26 de enero de 1946 escribió al respecto “con una fiesta de carácter extraordinario quedará inaugurado hoy el edificio propio que ha hecho construir el Club A. Kimberley en la Avenida Independencia 3030 dotado de un amplio salón de fiestas y cómodo buffet, así como de elegantes instalaciones”.
Ese sábado, pasadas las 22, el prestigioso director y compositor marplatense, Luis Savastano, estuvo al frente de dos orquestas típicas que llevaron a cabo el programa de baile. La fiesta fue en honor de las familias de los asociados y simpatizantes y se extendió la invitación a autoridades locales, dirigentes de otras instituciones deportivas y periodistas.
A partir de allí, el punto neurálgico de cada reunión retornó al barrio que vio nacer a Kimberley consolidándose como el mayor recurso económico de la institución. Primero fueron las orquestas típicas locales y hasta nacionales como las de Pugliese, Di Sarli y Troilo. Luego llegó el furor del jazz y la música contemporánea que tuvo como ilustres protagonistas de estas veladas a Los 5 Latinos, Mario Clavel y Los Glenn Cuters. Entre medio, las fiestas aniversario también tenían un vuelo artístico con figuras de la talla de Estela Raval, Los Chalchaleros, Las Hermanas Pons y Luis Landriscina.
El fútbol como estandarte
En paralelo al incipiente crecimiento de los bailes, el fútbol también mostraba una evolución que iba a llevarlo a quedarse con su primer título local el 29 de noviembre de 1933. Aún sin director técnico, Augusto De Angelis oficiaba de tal desde adentro del campo de juego además de ser el capitán del campeón que iba a repetir la hazaña en 1934 con la misma nómina. Entre ellos estaban Pablo Albide, Antonio Vidal, Ricardo Velilla, Juan Casajus, Fernando González, Juan y Alejandro Scafatti, Adolfo Genga, Carlos Miguel, Narciso Cabrero, Segundo Dal Molin, Enrique Melis y Pantaleón Casajús.
El cuarto campeonato iba a darse en el verano de 1948 luego de una reñida lucha con Quilmes en una definición a tres partidos. Pero, además del título, esa serie final tuvo otro hito histórico que Ernesto Velilla recuerda en detalle: “Para el tercer partido de la final del ’48, uno de nuestra banda invitó a un socio de Banfield de Buenos Aires de apellido Agüero que se había venido a vivir a Mar del Plata y como compartíamos los colores se generó afinidad. Cuando el muchacho se apareció en la vieja cancha de Quilmes de Colón y Marconi no podíamos creer lo que veíamos. Cayó con una bandera verde y blanca muy larga que tenía casi el largo de toda la cancha. Fue la primer gran bandera que hubo en el fútbol de la ciudad. Cuando terminó el partido, que ganamos 4 a 1 y nos consagramos campeones, nos fuimos todos los kimberleños caminando hasta el club cantando y bailando por las calles de tierra y agitando esa bandera. Éramos una familia bastante grande, pero familia al fin”.
Luego de altibajos que se transitaron entre descensos y títulos, la década del 70 iba a ser de las más gloriosas en la historia “Verdiblanca”, no solo por lo hecho a nivel local sino por las destacadas participaciones en los viejos torneos nacionales y triunfos emblemáticos contra grandes equipos de la historia argentina.
Tras la demostración en el ámbito local iba a llegar el turno del debut nacional ante Independiente de Avellaneda que venía de salir campeón del Metropolitano. El partido se disputó el 6 de septiembre de 1970 y, pese al resultado que fue favorable al “Rojo” por 2 a 1 pero el balance había sido positivo. El triunfo ante Atlanta en Villa Crespo por 3 a 1 al término de la primera fase logró una inyección anímica importante en los jugadores que a los pocos días iban a escribir una de las páginas más gloriosas de su historia.
El 1 de noviembre, Kimberley volvía a verse las caras con los dirigidos por Antonio Arrigo pero esta vez la localía era de los “Bichos Verdes”. Apenas jugados diez minutos, Humberto Dellacasa sanciona un penal en favor de la visita que la “Fiera” Ucha se encarga de contenerle a Yazalde. A los 35, la definición desde los doce pasos fue de Davino que no falló para que las tribunas locales explotaran en un grito que se fundió con el segundo tanto, tres minutos después, marcado por Valiente mediante un certero tiro libre. El propio Valiente volvió a convertir recién iniciado el complemento, Sangorrín de cabeza y Catalano, con caño incluido a Santoro, completaron la proeza ante uno de los grandes cuadros de la historia del fútbol sudamericano que caía derrotado por 5 a 0. Tal era el reconocimiento por parte de los rivales que, tras el encuentro, le preguntaron a Yazalde cómo hubiera salido el partido si marcaba el penal y él, sin titubear, respondió que “hubiésemos perdido 5 a 1”.
Después de lo que fueron la participación en el Nacional de 1973, iba a llegar otro momento histórico. El 9 de septiembre de 1979 y ante más de 40 mil personas, Kimberley venció a River Plate por 2 a 1 en el Estadio “José María Minella”. Norberto Eresuma y Omar Américo Agonil sentenciaron la suerte de los comandados por Carlos Timoteo Griuol. Aquel día quedó inmortalizada la siguiente formación: Eduardo Basigalup; Miguel Benítez, Jesús Martínez, Raúl Lucarno y Roberto Acosta; Alfredo Veira, Jorge Davino y Roberto Jaime Corró; Agonil, Eresuma y Rubén Valdez.
La década del 80 estuvo marcada por una política económica austera a la hora de incorporar lo que abrió el camino a una gran cantidad de jugadores de divisiones menores. Para ese proceso, el Departamento de Fútbol nombra a Juan Carlos Eito como director técnico de primera luego de su buena labor en las categorías formativas. Respondiendo al proyecto, en las temporadas 82/83, Kimberley alcanza el bicampeonato con números que hablaban por sí solos. Ese plantel presentó a jugadores como Rodolfo De Santis, Walter Avio, Roberto Acosta, Rodolfo Maffioni, Horacio Espatolero, Javier Da Sila, Gustavo Sosa, Raúl Burgos, Gabriel Fernández, Sergio Trebini, Luis Lazalde, Fabián Martínez, Juan Carlos Surace, Alejandro Giuntii y Esteban Solaberrieta, entre otros.
Si bien los festejos se repitieron en 1986, 1991, 2000 y 2011, el ascenso al Torneo Argentino B en 2013 tuvo un sabor especial por el contexto en el que se consiguió. De la mano de Damián García, aquel equipo portaba en el juego la idiosincrasia kimberleña y logró interpelar al hincha. El domingo 19 de mayo, Kimberley superó a FC Tres Algarrobos por 1 a 0 (Carlos Gabutti), selló la serie 3 a 1 a su favor y se quedó con un título por el que venían trabajando desde hacía tres años.
Pero la historia reciente logró superar ese hito para el hincha del club de la Avenida Independencia. Luego de ganar el anual en 2016, el “Verdiblanco” igualó a Quilmes como máximos campeones con 15 trofeos. El 2019 se presentó como un año de cambios, tanto en lo deportivo como en lo dirigencial y, en esa transformación, Diego Montina fue elegido como técnico de la primera. Otra vez con varios jugadores de las inferiores y en continuidad de un proyecto que venía desde el 2015 con Mariano Mignini, Kimberley alcanzó la final ante nada más y nada menos que San Lorenzo.
La historia concluyó el 16 de noviembre en el Estadio “José Alberto Valle” cuando el “Dragón” superó por 2 a 0 a los “Patanegra”, firmó un global de 2 a 1 a su favor y se quedó con el decimosexto campeonato. Los once que escribieron una de las páginas más celebradas fueron: Gabriel Barucco; Fermín Iriarte, Emiliano Fortete (gol), Guido Lucero y Matías Révori; Joaquín Baigorria, Damián Luengo, Matías Baigorria y Ezequiel Goiburu; Matías Cardellino y Marcos Rondanina (gol).
“Para nosotros esa final era importante porque queríamos quedar en la historia, pero para los hinchas y socios lo era aún más. Durante esa semana era entrar al club y que nos dijeran que ese partido era todo porque era contra San Lorenzo. Por eso cuando salimos campeones y vimos a toda esa gente emocionada dando la vuelta con nosotros, saludándonos y agradeciendo, sentimos realmente que habíamos logrado el objetivo”, explicó el “Flaco” Fortete, capitán de aquel equipo.
De la “pajarera” al “Valentín Pérez”
Hacia fines de los años 30 y comienzo de los 40, el básquet fue ganando lugar en la sociedad argentina al punto que varios clubes que no contaban con la disciplina empezaron a tener un acercamiento hacia la “naranja”. Exactamente eso sucedió en Kimberley que, además, no estaba pasando sus mejores años en el fútbol.
Rápidamente, el equipo se fue nutriendo entre nuevos y viejos apellidos y para 1944 ya estaba en la consideración del medio gracias a destacadas actuaciones de la mano de Lemmi, Pediconi, Martínez, Rómulo, Faggiolini, Tiribelli y Scandali. La base de esos nombres logró el campeonato de segunda división en 1946 y, dos años más tarde, el Preparación de forma invicta cuando emerge la figura de Valentín Pérez, legendario directivo que se mantuvo siempre muy cercano al básquet de la institución. Al inaugurarse el edificio actual, se construye la primera cancha oficial sobre la losa y al aire libre. La particularidad era que los laterales estaban contenidos por tensiones de alambre tejido, lo que la llevó al apodo de “la pajarera”.
El proceso de construcción y afianzamiento fue mucho más extenso y difícil que en el fútbol. Más allá del tricampeonato de la categoría “novicia” entre 1956 y 1958 y el Torneo de Oro de 1970, el primer hecho que da un cambio es la contratación como jugador y técnico de las divisiones menores a Adolfo Urciuli. Tal como era de esperar, al poco tiempo surgieron grandes valores como Gargiulo, Flament, Nocelli, Canal, Trucchi y Bruzetta que se sumaron a la base experimentada de campañas anteriores.
Como marca la historia, el “Dragón” también iba a ser pionero en la contratación de un jugador estadounidense en el básquet marplatense. Se trató de Rick Reed, la pieza que faltaba para poder obtener el Torneo Preparación de 1975. Con su partida al poco tiempo, el “Verdiblanco” quedó lejos de la discusión por el título de campeón.
“Estaba en el club tomando un café y lo veo entrar a Carlos Melara, ese entonces dirigente del club Aldosivi, acompañado por un rubio alto, vestido con zapatillas y las típicas camperas de las universidades americanas. Carlos me pregunta si había alguna posibilidad de que Reed pudiese tirar al aro y entrenar. Automáticamente le dije que esa noche entrenábamos. Cuando apareció en el gimnasio y agarró la pelota empezó a hacer cosas inimaginables, estábamos todos sorprendidos. Enseguida, Emilio Andrei, directivo de ese momento lo fichó para que juegue en el club, Para mi fue el mejor americano que paso por Mar del Plata”, recuerda Héctor Nocelli, ex presidente del club e integrante de aquel plantel.
Las malas experiencias en las contrataciones hicieron que, entre 1979 y 1981, el plantel quedara conformado netamente con jugadores locales. Así, a Ricardo Juanicotena se sumaron el “Ruso” Muñoz y “Cachorro” Benítez, ambos provenientes de Juventud Católica, además de la figura emergente de Gustavo Fortete. Ese equipo liderado por Echeverría y la preparación física del profesor Maidana era tan bueno que superó en instancias decisivas a algunos que tenían foráneos. En el Oficial de 1981 a Quilmes, con Misevicius y Sosa. En el de 1983 a Peñarol, con Holloway y Baker.
La consagración del ‘93 ante Peñarol tuvo un tinte especial al ser la quincuagésima edición del campeonato doméstico oficial. Ese plantel contaba con Burgos y Ceratto que habían sido parte del equipo que a comienzos de la década habían alcanzado las semifinales de la Liga Nacional “C”. Junto a ellos estaba, entre otros, el actual técnico de la selección nacional, Leandro Ramella.
El nuevo milenio vino con dos estrellas más en 2003 y 2014 y el gimnasio principal del edificio bajo el nombre de “Valentín Pérez”. La primera fue de local y frente al “Milrayitas” en una final que gracias a dos libres de Nicolás Dafnos a falta de 20 segundos para el final terminó definiendo el pleito por 70 a 68. Mientras tanto, la destacada formación en las divisiones menores daban a luz a nombres como Diego Cavaco, Selem Safar, Marcos Mata, Matias Ruger, Facundo Varela y Emiliano Basabe.
El penúltimo festejo mantuvo la tendencia de años anteriores con un equipo que llevaba muchos años vistiendo la camiseta del club y una identificación muy grande por los colores. Ese 22 de diciembre el “Dragón” venció a Unión en “El Quincho” y consiguió su octavo título oficial. Bajo la dirección técnica de Juan Pablo Goiburu, estuvieron en cancha Roumec, Galli, Bonfiglio, De Marziani, Sabter, Sena, Marques, Lofeudo, Pina y Panelo.
Pero la historia “naranja” no termina ahí. El 29 de noviembre de 2023, Kimberley sumó su novena estrella de la mano de Juan Pablo Tumminello y con jugadores de la talla de Maxi Maciel y Valentín Lofrano acompañados por Lucas Iriart, Facundo Genga, Joaquín Floria, “Tato” Ali y el propio “Toro” Bonfiglio que repitió festejo. En esta oportunidad, el rival fue IAE Club en lo que fue una reedición de la final 2022 pero la serie quedó 2-0 para los de Avenida Independencia.
La revolución del natatorio
El impactante crecimiento social y deportivo de los años 70 produjo un cambio edilicio y de expansión tan importante como espectacular. Fue por eso que se adquiere el terreno lindante sobre la Avenida Independencia donde se encontraba el restaurante “Roma” y se pasa a construir la “pileta cubierta, los baños turcos, el gran gimnasio y un bar americano”, tal como decía la marquesina que anunciaba la ampliación. Durante semanas, vecinos y no tanto veían como día a día se avanzaba con la obra. Cada día había algo nuevo que llamara la atención por el tipo de maquinarias que se utilizaban para agilizar el trabajo.
De forma rápida llegaron al 6 de diciembre de 1976 cuando se inauguró el anexo. Los que eran “de siempre” tuvieron la ventaja a la hora de disfrutar de las instalaciones. El club había logrado algo tan gratificante como un título y por eso el festejo surgió de forma natural. De a uno fueron saltando vestidos adentro de la pileta. El “Loco” Longhi fue el que rompió el hielo seguido de Julio Álvarez, taxista que solía estar en la parada del ingreso. De a uno fueron tirándose tipo “bomba” y, cuando ya eran varios los que estaban dentro de la pileta principal, la celebración siguió adentro del agua. Sin saberlo, en ese momento nació el ritual con el que el club festeja cada trofeo hasta la actualidad.
Más allá de la algarabía, la posibilidad de brindar un servicio como ese y la venta de títulos patrimoniales hicieron que la masa societaria aumentara a casi 54 mil, consolidándose como récord en la provincia y una de las más altas de todo el país.
Inevitablemente, en 1978 se empezaron a conformar los equipos de competencia bajo la supervisación de Luis Ferreyra que en 1980 ya se encontraban disputando los torneos federados. La lista de deportistas acuáticos la lidera, cronológicamente, Claudia Kaspin, seguida por Laura Letamendi, Alejandro Ippolitti y Pablo Córdoba siguiendo hasta la fecha con el medallista panamericano en aguas abiertas, Ivo Cassini.
*Estudiantes del MediaLab, primer Laboratorio de Redacción para Medios Digitales. Se trata de un sistema experimental que consiste en el trabajo periodístico, de producción propia, que desarrollan alumnos del Taller de Redacción para Medios Digitales, correspondiente a la Tecnicatura de Periodismo Digital que se dicta en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata.