Una expresión de amor que puede volverse peligrosa: ¿Qué es el Sharenting?

A raíz de una publicidad de una conocida empresa telefónica, se viralizó a través de las redes sociales el término “sharenting”. Este es un anglicismo que proviene de share y parenting, compartir y paternidad en español respectivamente. Este consiste en un proceso en el que los padres documentan las primeras sonrisas, palabras, pasos y cada una de las anécdotas de los menores y las comparten a través de las redes sociales.

Este fenómeno es cada vez más común, sobre todo en aquellas infancias hijas de una época en la que es cada vez más fácil capturar fotos y compartirlas instantáneamente. Sin embargo, muchas veces cuando los niños crecen descubren la presencia de su imagen en las redes, y se encuentran en desacuerdo con ello. Además, puede generar situaciones que vulneran la seguridad y privacidad de los niños. Desde Portal Universidad nos comunicamos con Paula Vega, licenciada en psicología, profesora de la UNMDP e investigadora desde hace 10 años en “Internet Sana” para conocer sus implicancias.

“El acto del sharenting consiste en compartir y subir a redes sociales imágenes de menores por parte de seres queridos. En sí mismo este es un acto que no genera violencia y que intrínsecamente tiene un gesto de amor, de admiración. Estas imágenes que se comparten tienen que ver con momentos emocionalmente vinculados con esas personas, que han sido significativos y por eso surge este impulso de querer compartirlos con los demás”, remarcó Vega.

La psicóloga dijo que, en la práctica, este es el equivalente moderno a lo que tiempo atrás era registrar un momento en una foto con una cámara, y que luego revelarlas para compartir con familiares o amigos. “Estos momentos van acompañados de relatos que expresan lo orgullosa que estoy de un hijo, o que grande que está, o el logro que, y todos estos aspectos que tienen que ver con instancias de crecimiento o un momento en los cuales uno se identifica y se siente orgulloso o emocionado por ese logro o ese comportamiento”, dijo Vega.

En aquel álbum de fotos familiar, que se registra en papel y que uno tiene la libertad de mostrárselo a quien quiera, el acto de compartir es finito y con un punto finalización concreto. Allí surge el problema de compartir en las redes sociales. Sobre ello Vega comentó: “Cuando nosotros subimos imágenes a redes sociales estamos exponiendo cuestiones que tienen ver con la propia identidad digital y con datos que compartimos sin darnos cuenta”.

“Que un chico tenga puesto el uniforme del colegio, o exponer en dónde está o mismo mostrar una foto que capaz para nosotros es graciosa por la cara que puso, o que mostraba partes íntimas como en ese primer baño de los bebes, tiene un gesto amoroso del familiar, pero al compartirla en redes sociales nosotros no sabemos quién va a estar viendo esa imagen y el uso que va a hacer de la misma”, agregó Vega.   

“Allí es donde aquel acto que parecía inofensivo y afectivo puede transformarse en una cuestión de ciberacoso o ciber violencia, dependiendo de a quien llegue esta imagen y que decida hacer con ella”. Si los que la reciben son chicos en edad escolar o adolescentes, pueden ser motivo de burla o cyberbullying: “En ese contexto un chico puede verse vulnerable o vulnerabilizado en sus derechos, y decir -no quería que mis compañeros sepan que yo práctico este deporte o que fuimos de vacaciones a tal lado, o como me quedaba esa ropa”, dijo la psicóloga.

Por otro lado, está la cuestión del grooming, que según el Ministerio de Justicia de la nación se define como “el acoso sexual de una persona adulta a una niña, un niño o un adolescente por medio de internet. El acto tiene que ver con la vulnerabilidad en los niños, niñas y adolescentes, la inocencia infantil y la vulneración de los derechos individuales”. Aquí, adultos con malas intenciones pueden empezar a recabar información y datos para después llevar adelante lo que tiene que ver con cuestiones de ciber violencia, y en casos extremos, que esta traspase al mundo físico.

Este acto por momentos se transforma en una cuestión compulsiva, no media el pensamiento si cada foto que yo saco es subida a las redes. Desde ahí puede ser que yo esté vulnerando los derechos y exponiendo la seguridad de estos menores. Además, cuando yo comparto una imagen pierdo el control de lo que se puede hacer con ella”, alertó Vega, haciendo énfasis en que cuando uno acepta los términos y condiciones de uso de las cualquiera de las redes sociales, sean Instagram, Facebook o TikTok, entre otras, acepta que las imágenes propias que allí se comparten también pueden ser utilizadas por cada aplicación, con lo cual la imagen de un menor puede aparecer en una publicidad o en algún otro dispositivo.

Educación y consentimiento

“Si hablamos de niños pequeños, estamos creándoles una identidad digital y volcando información en redes sociales, sin saber que puede pasar con esto. Si hablamos de chicos preadolescentes y adolescentes, como papás está en nuestra responsabilidad de pedir el consentimiento con ellos para saber si están de acuerdo o no en que nosotros publiquemos una imagen”, dijo Vega y agregó: “En este acto de pedir consentimiento se ven implicadas un montón de cuestiones que están muy buenas desde la educación. La familia tiene que educar y criar en el uso de redes sociales y lo que más educa es el ejemplo. Entonces si alrededor de una mesa se instaura esta conversación y yo le pregunto a mi hijo -mirá, saqué esta foto que me gustó de esta tarde que compartimos, me gustaría compartirla en mis redes sociales. ¿Estás de acuerdo? ¿Te gusta? ¿Te parece que la comparta?, en el mismo acto tengo su consentimiento y le explico qué tipo de fotos compartir, por qué elegí esa y a quién la voy a compartir”.

La socialización digital

Las pautas y códigos sociales son transmitidos por los adultos responsables, que van introduciendo a los jóvenes en el mundo del cuidado y como relacionarse con los demás. Según Vega, en la socialización digital se alteran los roles. “Las generaciones más jóvenes son las que tienen más entrenamiento en el uso de redes sociales y de plataformas digitales y son ellos los que muchas veces van compartiendo con generaciones más grandes las cuestiones de normas”.

Sin embargo, las cuestiones de cuidado siempre quedan en manos de los adultos. “Podrán variar la forma o podrá cambiar el estilo de vínculos cuando están mediados por la tecnología, pero las infancias y las adolescencias no tienen internalizadas las normas, por una cuestión madurativa, de qué situaciones pueden llegar a exponerlos, a hacerlos sentir vulnerables o poder detectar esos filtros de hasta donde hay una situación es un juego y hasta dónde esto puede ser una situación que a mí me exponga. Allí siguen actuando los adultos”, dijo Vega.

Allí surgen dos cuestiones a las que hay que prestar atención: el cuidado de los adolescentes y la concientización de los abuelos o familiares mayores. “Trabajamos mucho el cuidado con los adolescentes. Si tienen públicas o privadas sus redes sociales y qué información es la que comparten. Si la tienen pública sabiendo que cualquiera puede acceder esta información o si la tienen privada con algunas restricciones de mejores amigos o personas que conocen también en el mundo físico. Ellos suelen conocer más los mecanismos, pero tal vez no tener noción del cuidado. En papás o en abuelos esto no pasa. Ellos tienen noción del cuidado, pero no de los mecanismos y pautas de seguridad de estas redes sociales”.

Por ello muchas veces los abuelos comparten fotos en cuentas, generalmente de público acceso: “Muchas veces las abuelas dicen, -pero yo se las quiero compartir a mis amigas, quiero que vean porque yo estoy orgullosa, ellas me comparten las fotos de sus nietos y yo también quiero. Está bien, pero cuidado porque a una foto que se comparte en un grupo de WhatsApp se la puede tomar y replicar en otro lado y así perdemos el control de esa imagen. Aunque el motivo inicial sea genuino, hay que saber que eso puede llegar a manos de personas con otras intenciones y el hecho de subirlas ahí vulnera los derechos de los menores y los expone a estas cuestiones”, explicó Vega.

“Por eso es importante que nosotros conversemos estas normas y estas pautas, y estemos fomentando el cuidado y el autocuidado en lo que tiene que ver con los aspectos de la convivencia digital y a la vez estamos generando como esta conciencia de por qué es importante compartir algo y por qué es importante resguardar otras imágenes para estos espacios más privados”, agregó la Licenciada en Psicología.

La identidad digital

“Otro aspecto importante es que todo esto que se comparte en los escenarios digitales, perdura ahí para siempre y va formando una identidad digital”, remarcó Vega. Esta identidad puede repercutir a futuro, incluso en el mundo laboral, ya que muchas veces las redes sociales son tenidas en cuenta y se indagan para conocer el perfil y las competencias de los postulantes. Por ende, cuestiones que adolescentes que se comparten hoy, después pueden perjudicar el currículum o tu perfil profesional. “El resguardo viene desde ahí también, pensando a futuro”.

Sin embargo, esta no es la única manera en la que afecta a las personas. “En realidad la conformación de la identidad de uno como persona hoy no queda por fuera de lo que pasa en esta conformación de identidad digital”, dijo Vega. Por ello los niños que crecen con su imagen plasmada en las redes, pueden desarrollar una mirada distorsionada de la misma que puede generarles padecimientos a largo plazo. “Hoy los chicos están muy pendientes de las reacciones o la mirada del otro frente a las fotos que se publican. Son cuestiones que movilizan emociones, que despiertan ansiedad y que obviamente que van a afectar lo que tiene que ver con la autoestima o la propia percepción de uno mismo. El sentirse reconocido, aceptado. Hay situaciones de ataque de pánico con cuestiones donde ellos se ven vulnerados por estos comentarios de los otros acerca de su persona, de su imagen, de su modo de comportar, de sus acciones y en donde el grado de exposición obviamente impacta sobre la conformación de la propia subjetividad”, agregó Vega.

Consejos para evitar el sharenting

La psicóloga Paula Vega, dio consejos para poder abordar lo que se comparte, de manera más consciente: “El primer tip sería siempre pensar antes de publicar. Tomarnos ese momento que antes lo daba el hecho de tener que revelar la foto, ver a quien se la compartíamos y cuantas copias hacíamos. Detenerse para decir: ¿Que quiero generar con esto que voy publicar? Que medie el pensamiento antes de la acción”.

Por otro lado, agregó: “Uno puede tener en sus redes sociales, o mismo en WhatsApp, un grupo cerrado de familia y capaz que ahí ir compartiendo estas fotos, pero en espacios más públicos o donde uno tiene habilitadas otras personas ver que imágenes, videos o comentarios queremos subir de nuestros hijos según quienes van a acceder a ver esas fotos”.

A su vez, Vega remarcó la necesidad de tener presente las implicancias de cada uno de los actos en las redes sociales: “Saber que esto que es un acto que en sí mismo no es violento, pero puede despertar situaciones de violencia y hay que tener cuidado de no ser nosotros mismos los que estamos exponiendo a nuestros seres queridos”.

Finalmente agregó: “Siempre hay que conversar y pedir autorización a los infantes y a los adolescentes si están de acuerdo en subir la foto. Este mismo acto conversarlo con todos los miembros de la familia. Las imágenes son lindas como recuerdo y no necesitas exponerse siempre, se pueden conservar personalmente”.

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