Profesionales de la salud mental alertan ante el crecimiento de diagnósticos en infancias tempranas

En las últimas semanas medios de comunicación y redes sociales fueron el escenario que eligieron algunas personas para manifestar su alivio por haber encontrado un diagnóstico en edad adulta a sus padecimientos, tales como el trastorno de espectro autista o trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y celebrarlos.

Ante estas experiencias y manifestaciones, psicólogos de distintos ámbitos de todo el país hicieron público su desacuerdo: “Sostenemos fehacientemente que los diagnósticos en salud mental requieren de pericia, de tratamientos especializados, no se festejan, no otorgan una fecha de nacimiento nueva. No se llega a la vida adulta sub diagnosticado. Entendemos que el padecimiento sostenido y no comprendido puede llevar a la búsqueda de “soluciones mágicas” y simplificadoras de un tema sumamente complejo y delicado: la salud mental”.

Ante esta situación, desde PORTAL UNIVERSIDAD, nos comunicamos con Lara Arce Ower, psicóloga e integrante de Forum Infancias Mar del Plata, un grupo de profesionales de la salud y la educación que forman parte de un Movimiento Interdisciplinario y Federal de lucha contra “la patologización y medicalización de las Infancias y Adolescencias”.

Arce Ower comentó que cuando se habla del Trastorno de Espectro Autista (TEA), el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) o el Trastorno Oposicionista Desafiante, se piensa en modos de nombrar algunos padecimientos que se pueden presentar desde la temprana infancia, “y que podemos reunir bajo estos rótulos guiados por el DSM5 o el CIE10”. Estos son los manuales de diagnósticos estadísticos de los trastornos mentales más utilizados en Argentina, una herramienta taxonómica y diagnóstica publicada por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.

“Si bien existen por supuesto tanto niñas, niños y adolescentes que presentan algunos rasgos que pueden ir orientándonos para pensarlos dentro de uno u otro cuadro, lo que planteamos desde el Forum Infancias es que hay que tener un especial cuidado en pensar cada uno de los casos que se nos presentan.  Hay que pensarlos en el caso a caso y poder diferenciar un proceso diagnóstico, que implica respetar ciertos tiempos y la posibilidad de desarrollar un proceso que es singular y atiende al contexto de cada quien para poder pensar que es lo que está configurando una situación de padecimiento con respecto a ese niño, esa niña, ese adolescente, más allá del nombre que podamos ponerle”, explicó la Licenciada en Psicología.

Si bien existen por supuesto tanto niñas, niños y adolescentes que presentan algunos rasgos que pueden ir orientándonos para pensarlos dentro de uno u otro cuadro, lo que planteamos desde el Forum Infancias es que hay que tener un especial cuidado en pensar cada uno de los casos que se nos presentan.

A este diagnóstico, que desde el Forum piensan como un proceso que tiene tiempos que pueden ser de mediano a largo plazo, lo diferencian con lo que llaman como rotular o etiquetar que “tiene que ver con algunas prácticas que nos preocupan en el ámbito profesional. Pareciera que aplican algunas recetas más estandarizadas y a partir de la lectura de algunas manifestaciones conductuales que aparecen en los manuales rápidamente se le otorga un nombre al padecimiento de cada una de estas personas”, dijo Arce Ower y explicó que la consecuencia de este pensamiento se observa en llevar a cabo una “receta única” en el tratamiento que ignora cuestiones singulares y contextuales de la vida de cada persona.

Muchas veces, estas recetas o tratamientos siguen el camino de la medicalización. Arce Ower comentó que el Forum Infancias no se opone a las medicaciones pero que hace una distinción entre ciertos conceptos. “No nos oponemos a la necesidad de muchos casos de recurrir a una medicación, sino que alertamos acerca de algunos procesos que venimos viendo que tienen que ver con un proceso histórico, político, social, al que llamamos patologización y que viene de la mano del proceso de medicalización”. Cuando se habla de patologización se hace referencia a un proceso que tiene que ver tal vez con lo epocal, de rápidamente buscar un nombre de patología con su consecuente tratamiento a conductas o padecimientos que tienen que ver con sufrimientos de la vida cotidiana y que no necesariamente para poder sobrellevarlos es necesario rotularlos o calificarlos de enfermedad o patología. “Por eso diferenciamos entonces diagnosticar de rotular y también diferenciamos medicar de medicalización. Son dos cuestiones distintas”.

Arce Ower citó a Enrique Carpintero, doctor en Psicología, psicoanalista y referente en estas cuestiones para el Forum: “El es muy claro cuando plantea que medicar es un acto médico donde el fármaco se transforma en un instrumento de un equipo de trabajo, que en el mejor de los casos es un equipo interdisciplinario, para trabajar con el padecimiento subjetivo y a partir de ese recurrir a una medicación se abre un camino de trabajo que es justamente el proceso terapéutico”.

En cambio, se habla de la medicalización cuando aparecen factores políticos, sociales y económicos que intervienen en la producción, distribución y venta de grandes industrias de tecnología médica y farmacológica. “Es un término que se viene usando ya hace muchos años para demostrar los efectos en la medicina de la mundialización de un sistema, que desde el Forum alertamos que tiene que ver con el capitalismo, con esta cultura del rendimiento, la cultura de la rapidez, de la inmediatez”.

Se habla de la medicalización cuando aparecen factores políticos, sociales y económicos que intervienen en la producción, distribución y venta de grandes industrias de tecnología médica y farmacológica.

Esta cultura de la rapidez o inmediatez se observa en situaciones de la vida cotidiana, donde desde las familias, escuelas u otros ámbitos donde se desarrollan los niños se presentan exigencias de soluciones efectivas a corto plazo. “Es desde ahí que alertamos, ante un aumento progresivo y bastante notorio de diagnósticos en la primera infancia que llevan a la consecuente medicalización de estas infancias y no necesariamente estamos dándonos el tiempo necesario para que se den los procesos de aprendizaje, de desarrollo, de crecimiento que las infancias requieren”, desarrolló Arce Ower.

“Cada caso es distinto y no hay una respuesta única para dar, tanto a la familia como a las escuelas. Algo que tratamos de sostener, es la posibilidad de dar tiempo a los procesos y de darnos tiempo como profesionales para poder realizar una evaluación diagnóstica que permita pensar cuales son los pasos a seguir en un posible tratamiento, pero teniendo el diagnóstico como una herramienta y una orientación que nos permita pensar por donde es posible trabajar con tal o cual situación, pero no el diagnóstico como un fin en sí mismo. No es que el trabajo se termina donde logramos ponerle un nombre a lo que está pasando”, dijo la psicóloga en referencia a la rotulación como finalización del proceso de trabajo.

Algo que tratamos de sostener, es la posibilidad de dar tiempo a los procesos y de darnos tiempo como profesionales para poder realizar una evaluación diagnóstica que permita pensar cuales son los pasos a seguir en un posible tratamiento, pero teniendo el diagnóstico como una herramienta y una orientación que nos permita pensar por donde es posible trabajar con tal o cual situación, pero no el diagnóstico como un fin en sí mismo. No es que el trabajo se termina donde logramos ponerle un nombre a lo que está pasando.

Asimismo, añadió: “Esto muchas veces es solicitado tanto por las escuelas como por las familias porque pareciera que ante la palabra o el nombre concreto de lo que está pasando aparece además de un alivio, una claridad de que es lo que hay que hacer y cómo seguir. Lo que nos interesa es justamente alertar sobre que esta claridad puede ser aparente porque algunas cuestiones se pueden ver en un determinado momento en una determinada manifestación de alguna niña o algún niño, pero rápidamente se puede modificar y puede haber un dinamismo que nos obliga a pensar en que, como dice Gisela Untoiglich, los diagnósticos en la infancia se escriben con lápiz“.

Esta claridad puede ser aparente porque algunas cuestiones se pueden ver en un determinado momento en una determinada manifestación de alguna niña o algún niño, pero rápidamente se puede modificar y puede haber un dinamismo que nos obliga a pensar en, como decimos, que los diagnósticos en la infancia se escriben con lápiz.

Esto significa que se puede y debe diagnosticar realizando el debido proceso, pero esto no puede transformarse en un rótulo que conlleva una estigmatización y que de alguna manera se rigidiza a tal punto que las niñas y los niños, cuando ya tienen un rótulo puesto para su padecimiento a veces no puedan salir de ahí.Se cristaliza a nivel de la identidad de esa niña o niño este rótulo y se transforma luego en lo opuesto a lo que debería ser: en lugar de ser una orientación para trabajar y para poder lograr un mayor bienestar se transforma justamente en esta traba que impide que se lo vea de otra manera. Una vez que diagnosticamos, una vez que le ponemos nombre y apellido a un malestar, suele ser determinante para muchas cuestiones en lo vincular y en los espacios donde los niños desarrollan su vida cotidiana”, explicó Arce Ower.

Una vez que le ponemos nombre y apellido a un malestar, suelen ser determinante para muchas cuestiones en lo vincular y en los espacios donde desarrolla su vida cotidiana.

Frente a las críticas en redes sociales o estas distintas manifestaciones, la psicóloga concluyó que no se busca debatir o enfrentarse directamente con las personas que piensan el diagnóstico como un renacimiento, sino que “son cuestiones que se trabajan más desde el sostener este posicionamiento e insistir en la importancia de estos tres o cuatro conceptos, que dar una respuesta directa a lo que aparece en redes”.

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