Afirman que la tecnología no es necesariamente un enemigo de la lectura
En la vorágine de la rutina diaria encontrar un momento para sentarse a leer un libro es cada vez más difícil. Y cuando ese tiempo existe, se ve interrumpido constantemente por una notificación del teléfono, o algún tipo de tecnología que corta con la actividad. Eso nos lleva a la pregunta: ¿La gente cada vez lee menos?
“Es una pregunta difícil de responder porque nos lleva a algo cuantitativo que es muy difícil de establecer”, explicó Mariana Castro, profesora en Letras, tallerista y promotora de la lectura. “Leemos de muchas maneras, distintas y nuevas, en la actualidad. Tal vez leemos más que antes, después tenemos que preguntarnos por la profundidad, el tiempo que le dedicamos y los nuevos modos de leer. Ya ahí es otro panorama”.
En referencia a que se lee y como, Castro comentó: “Estamos leyendo todo el tiempo, ya sea en las redes, en Internet. Estamos mucho más rodeados de textos que hace unos años, y si bien pensábamos que cada vez íbamos a leer menos, las nuevas tecnologías nos conectan con la cultura escrita mucho más que antes”.
Las nuevas tecnologías se convirtieron en una herramienta para incentivar la lectura, haciendo que esta no sea una actividad individual o solitaria sino un hecho que construye vínculos sociales. “Sirve para habilitar nuevos círculos donde promover la cultura que antes no existía y se potenciaron no solamente por las redes sociales e internet, sino también por la pandemia. Se habilitaron nuevas normas de promocionar y compartir lecturas, de compartir la experiencia que siempre fue signada como un hecho solitario, pero en los últimos años se fue gestando esta idea de compartirla”, dijo Castro. “La tecnología no es necesariamente un enemigo de la lectura”.
Se habilitaron nuevas normas de promocionar y compartir lecturas, de compartir la experiencia que siempre fue signada como un hecho solitario, pero en los últimos años se fue gestando esta idea de compartirla.
Socializar esta actividad permite enriquecer y ampliar la frontera de aquellos libros, novelas o cuentos que se leen y expandir la experiencia: surgen clubes de lecturas, círculos de lectores, cajas de lecturas, que consisten en suscripciones mensuales donde te llega un libro sorpresa por mes. “Al dialogar esa experiencia con otras personas los libros se abren a más interpretaciones y debates”.
Esta construcción colectiva de la actividad abrió hasta un diálogo con autores y autoras que antes no existía. La mayoría tienen presencia en redes, donde dialogan con los lectores, intercambian opiniones y comparten su recorrido y sus propias lecturas.
Sin embargo, todo tiene sus contras. “Estamos en un tiempo en el que todo es veloz, hay una rapidez, una instantaneidad, para los resultados y para saciar los deseos y la lectura va en contra de eso y la escuela también en algún sentido. Esa es la parte que hay que equilibrar y seguir sosteniendo, ese elogio de la lentitud, pensar en ese trabajo artesanal de marcar las páginas, subrayar lo que nos interesa, del intercambio cara a cara, de ese encuentro lento, artesanal, con la lectura”, dijo Castro.
Muchas veces los padres adjudican la edad a que los niños y niñas no lean. Sin embargo, Castro no adjudica esto a un fenómeno que encaje con la edad: “Tenemos que pensar porque queremos que lean los niños y niñas. No creo que tenga que ver exactamente con la edad, sino con la intención. Si los padres o la escuela tienen una intención utilitaria, esta idea de tener que leer para escribir bien e incorporar vocabulario o si es una lectura para el disfrute, de pasarla bien leyendo, porque se abren las posibilidades de leer y entender el mundo a partir de conocer otras realidades posibles e imposibles”.
No creo que tenga que ver exactamente con la edad, sino con la intención. Si los padres o la escuela tienen una intención utilitaria, esta idea de tener que leer para escribir bien e incorporar vocabulario o si es una lectura para el disfrute.
“A veces hay adultos que se quejan de que los niños no leen y ellos mismos no leen. La lectura no acepta el imperativo, se contagia desde la experiencia. No tenemos que obligar si queremos generar cierto placer. A la lectura hay que acompañarla, no imponerla y esa tarea es difícil desde la escuela a veces porque tenemos tiempos definidos”, reflexionó Castro.
No tenemos que obligar si queremos generar cierto placer. A la lectura hay que acompañarla, no imponerla.
Castro trabaja en las aulas con adolescentes y explicó que para fomentar la lectura en ese grupo de edad, es fundamental no competir con las plataformas y centrarse en promover una experiencia compartida que sea progresiva y constante. Además, comentó que si bien hay que dar ciertos textos desde la currícula, estos se debe balancear con los intereses de los estudiantes: “Hay que equilibrar los intereses particulares de los estudiantes como lectores y de lo que tenemos que acompañar o dar desde los diseños curriculares y los que nos propone la escuela, el sistema. En este equilibrio se deben pensar temáticas o textos que los interpelen de una manera particular, que generen ciertas incomodidades, ciertas búsquedas”.
Una de las estrategias que utilizan para que la experiencia sea en grupo tiene que ver con leer en clase, “justamente para compartir esa experiencia, para que se abra el diálogo, leer en voz alta, compartir y reflexionar está bueno”, comentó Castro y agregó: “No es fácil, no vamos a lograr que todos los estudiantes se apasionen por la lectura pero me parece que se va abriendo camino y algo vamos dejando. Te dicen: este libro me encantó, lo leo de principio a fin. Ahí estamos con la tarea cumplida, eso nos da mucha satisfacción”.
Según la profesora, la clave es crear el ritual. “Suena mágico o esotérico, pero es el ritual del contacto con el libro, el papel y el tiempo sobre todo que es algo tan valioso en este momento. El libro puede ser un remanso en la vorágine cotidiana, encontrar ese espacio de conexión con otras palabras, con otros mundos posibles y eso nos abre un poco más las posibilidades de vínculo con el resto”.
Suena mágico o esotérico, pero es el ritual del contacto con el libro, el papel y el tiempo sobre todo que es algo tan valioso en este momento. El libro puede ser un remanso en la vorágine cotidiana, encontrar ese espacio de conexión con otras palabras, con otros mundos posibles y eso nos abre un poco más las posibilidades de vínculo con el resto.