Las dos caras de la Iglesia marplatense durante la última dictadura cívico-militar

Catedral de Mar del Plata, año 1980, extraída del archivo fotográfico de “La Capital” (foto envíada por Roque Martínez).

*Por Itziar Aguirrezábal

 

En el período constatado desde el año 1976 hasta 1983, tuvo lugar la dictadura más cruenta que sufrió el país. El día 24 de marzo de 1976 fue llevado a cabo el último golpe de Estado en Argentina,que depuso los tres poderes constitucionales e instauró una dictadura cívico-militar, autodenominandose como “Proceso de Reorganización Nacional”, el cual se caracterizó por implementar un plan sistemático de terrorismo de Estado y permaneció en el poder hasta diciembre de 1983.

El golpe militar derrocó a todas las autoridades constitucionales, nacionales y provinciales, incluyendo a la presidenta de la nación,María Estela Martínez de Perón. De esta manera, impuso a la fuerza una Junta Militar integrada por tres comandantes de las Fuerzas Armadas y estableció a un funcionario militar con la suma de los poderes ejecutivo y legislativo de la Nación y las provincias, quien recibió el título de “presidente”, además, sumó cinco funcionarios civiles que ocuparon la Corte Suprema, tomando así el control del Estado de manera inconstitucional.

El implemento de mecanismos como la tortura, la desaparición forzada de personas y el secuestro de identidades de niños y bebés fueron tan solo algunas de las formas que tomaron las violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad cometidos por las fuerzas militares.

El objetivo de este autoproclamado “Proceso de Reorganización Nacional” era claro, buscaba combatir la corrupción, la demagogia y la subversión, y ubicar a la Argentina en el mundo occidental y cristiano. Es decir, rechazaba cualquier ideología que propusiera la libertad de pensamiento y de expresión, por lo cual, la única manera de pensar y actuar que era aceptada era el cumplimiento de lo que el Estado Nacional proponía y establecía, caso contrario, quien decidiera oponerse sería tomado como un posible “peligro” para la sociedad argentina.

De igual manera, no debemos olvidarnos que las Fuerzas Armadas no operaron solas, sino que contaron con el respaldo de los medios de comunicación,grupos económicos, empresas privadas, gobiernos internacionales,agrupaciones políticas y también, la Iglesia Católica.

Sin embargo, la Iglesia Católica se encontraba subdividida bajo diferentes opiniones y formas de percibir la realidad social y política que atravesaba el país en ese momento. Es así cómo podemos utilizar el conocido caso del homicidio del obispo riojano Enrique Angelelli, quien fue asesinado por la última dictadura cívico-eclesiástico-militar a causa de su lucha por el bienestar social y su compromiso con los más necesitados, además de haber sido uno de los principales denunciantes de la muerte de los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, quienes fueron torturados y asesinados en la localidad de Chamical, donde cumplían sus deberes religiosos, para ejemplificar que había una
oposición clara en ciertos sectores y un aval totalmente permisivo en otros.

Es por ello que nos focalizaremos en poder explicar cuál era la situación en la ciudad de Mar del Plata y su relación con la Iglesia Católica, intentando responder algunos interrogantes como ¿Cuál era la realidad que atravesaba en ese momento? y ¿Cuáles eran las posturas de quienes formaban parte del sistema eclesiástico?

Adolecer bajo los mandatos religiosos

Carlos Peña (izquierda de camisa con cuello azul y gorro) junto a su grupo juvenil en la Capilla Santa Ana.

En Mar del Plata, a partir del año 1976 abundaba al igual que en el resto del país un notorio ambiente de tensión generado a causa de la situación social y política. Como bien sabemos, la adolescencia puede ser un momento de cambio y descubrimiento personal independientemente de la época y contexto que esté atravesando el suelo en el que se habita, pero adolecer durante una dictadura puede verse rodeado de prohibiciones y reglas a seguir que pueden resultar un poco extravagantes, sobre todo si también es acompañado por el seguimiento de mandatos religiosos que pueden atribuir a cambiar la manera de percibir la realidad social.

De esta manera, Carlos Peña, quien formó parte de la parroquia Santa Ana y tenía 15 años recién cumplidos cuando inició el golpe militar expresó “Cuando me uní a la parroquia estaba en el medio en una crisis personal, y el hecho de que no estuviera permitido hacer un montón de cosas que uno hace cuando es adolescente generó que quisiera sumarme a formar parte” “Yo me uní a un grupo juvenil donde algunas de las cosas que hacíamos era tocar la guitarra y dar catequesis. Incluso, en un momento armamos un grupo scout para hacer una contención a los pibes del barrio y poder darles una integración desde el ámbito social”.

Teniendo en cuenta el comienzo del golpe en marzo del año 1976, Peña nos comentó que aún se encontraba atravesando sus estudios secundarios en el Instituto Peralta Ramos y recordó como hermanos maristas fueron removidos de sus tareas “Me acuerdo que en mi colegio había dos o tres hermanos que eran peronistas. Me habían contado que habían ido al velorio de Perón en su momento.

Habíamos hablado en el´75, donde ellos movían un poco todo el tema del alumnado, y de golpe en marzo del 76 no los ví más, se los llevaron, los borraron.” Además, sostuvo que era muy frecuente que personas que formaban parte del sistema eclesiástico fueran transferidas a otros lugares del país para evitar conflictos con los militares o incluso, para salvar sus vidas. De esta manera, explicó como en el ambiente de la Iglesia se hablaba del cambio que hubo en la diócesis marplatense, donde monseñor Eduardo Pironio quien ejercía el cargo de obispo en 1972, fue sucedido por Rómulo García, quien se mantuvo en el puesto desde el año 1976 hasta el año 1991, es decir, durante toda la dictadura y comienzo del proceso democrático.

De esta manera, Peña rememoró: “Cuando todavía estaba Eduardo Pironio como obispo era muy común pasar y ver la catedral pintada, en el costado,por el lado de la calle Mitre, “Pironio montonero”. Siempre se dijo que a Pironio lo sacaron porque sino lo iban a “chupar”.

Monseñor Eduardo Francisco Pironio, foto extraída de Internet.

Continuando con el caso de autoridades eclesiásticas que eran quitados de sus puestos, el entrevistado comentó: “Yo conocí un cura que era del Colegio Don Bosco que manejaba mucho el tema de la juventud y de un día para otro ya no estaba más. Se fue porque lo trasladaron a España. Había muchos curas españoles que habían venido a Argentina porque estaba Franco en España y después se tuvieron que volver porque sino acá los iban a limpiar los milicos”.

Por otro lado, también sostuvo que durante el período donde fue llevado a cabo el proceso militar se desconocía completamente cualquier tipo de información sobre las personas desaparecidas. De esta manera, evocó: “ En el proceso, no se hablaba nada”.

“Los grandes no te decían nada y los medios no salían a decir nada porque sino eran tildados de subversivos. Era como una cosa que estaba por ahí atrás, que sentíamos en el ambiente, pero no se sabía bien que era”. Además, agregó: “Tengo una amiga del grupo de la parroquia que me enteré hace dos años que tiene un hermano desaparecido. Lo mismo pasó con otra chica, que era de un grupo más jóven que el nuestro, en el momento no sabíamos nada, nos enteramos después por el cura”.

Carlos Peña (camisa blanca con cuello) en su adolescencia junto con amigos.

Por otra parte, Peña explicó sobre el miedo que sintió observando en retrospectiva situaciones de su pasado “Yo estuve fichado en la SIDE, livianito, pero estaba fichado. Todo por ir a tocar la guitarra a una capilla y juntar alimentos para el barrio. Me enteré de esto cuando hice la colimba porque uno de los milicos me dijo: “Soldado Peña, que raro,fichado”, en el momento no entendí que era, pero fue de esas cosas que escuché, que no identifiqué, no percibí y no comprendí que significaba hasta después del proceso”.

“Yo sinceramente pienso que en mi caso personal, el haber estudiado en un colegio tan estructurado y ser chico fue lo que me salvó la vida. Si hubiera sido un poco más grande, no sé si se hubiera zafado”.

Consultando cuál es su pensamiento actual con respecto al sistema eclesiástico de esa época, dijo: “La Iglesia fue algo muy complejo porque la política la atravesó en ambos sentidos. He tenido muchos enfrentamientos con curas, como también he tenido muchos curas que me han dado cosas. Creo que es una etapa más en la vida, a mí me marcó mucho porque fueron años donde estaba muy comprometido. Todo era muy ambivalente en la sociedad en ese momento y los curas también, era muy dividido todo, muy difícil. La sensación que me quedó de esa época es sentir como si hubiera vivido en un universo paralelo”.

Madres de Plaza de Mayo, la experiencia de ser marginadas por la diócesis de
Mar del Plata

Madres de Plaza de Mayo es una reconocida asociación a nivel Nacional formada durante la última dictadura militar con el fin de conseguir información y aparición con vida de sus hijos e hijas quienes habían sido secuestrados, detenidos y desaparecidos por el gobierno de facto que se encontraba de turno.

De esta manera, Irene Molinari, referente de la filial local de Madres de Plaza de Mayo y precursora de la lucha por los Derechos Humanos expresó su disconformidad ante el poco apoyo recibido por el obispo anteriormente nombrado, Rómulo García y la Iglesia católica marplatense. Molinari sostuvo: ”La actitud de la Iglesia de Mar del Plata siempre fue cómplice. El obispo García durante la dictadura, incluso cuando las madres nos reuníamos en el CEDIER, se rehusaba a darnos información, no nos decía absolutamente nada. Incluso avisó al ejército para que nos desalojaran del CEDIER con carros de asalto. La Iglesia nunca tuvo un acercamiento con nosotros, ni siquiera cuando hacíamos actos frentea la Catedral”.

Obispo Rómulo García, foto extraída de Internet

Asimismo, Irene reconoció que por fuera de la Catedral, algunas parroquias le ofrecieron a las Madres de Plaza de Mayo su apoyo (es así como vuelve a ser nombrada la parroquia Santa Ana de la cual había formado parte Carlos Peña ) “Quiero destacar principalmente el acompañamiento brindado por la parroquia de Libertad e Ituzaingó, Santa Ana, donde el padre siempre fue muy cercano a las Madres” “Luego de haber sido echadas del CEDIER fueron diferentes parroquias de distintos barrios las que nos iban recibiendo para poder reunirnos, pero eran amenazadas por el ejército para que nos dijeran que nos teníamos que ir, así que íbamos de Iglesia en Iglesia viendo que se podían hacer. Santa Ana fue donde más tiempo estuvimos”.

El ejército iba y hablaba con el padre diciendo que había una bomba en la iglesia y que éramos madres de subversivos, le pedía que nos dijeran que nos teníamos que ir. Incluso recuerdo que se llevaron un armario chiquito que teníamos donde allí guardamos las denuncias de los familiares de los desaparecidos de Mar del Plata”.

Por otro lado, la referente mencionó que también contaban con el apoyo de la Iglesia Metodista a la cual llegaron gracias a que una de las Madres formaba parte de la comunidad y fue un espacio donde les permitieron juntarse durante un tiempo. Molinari contó que una vez acabado el proceso decidieron no seguir utilizando estos sitios como lugares de encuentro:“Durante la democracia, no nos reunimos más en las iglesias, incluso habíamos alquilado un local, que luego tuvimos que dejarlo porque no lo podíamos mantener por lo que las reuniones pasaron a ser en nuestras casas o en la plaza misma”.

Irene Molinari, referente local por la asociación Madres de Plaza de Mayo (foto, Qué Digital).

Pese a no haber recibido una contención por parte de la Iglesia, Molinari comentó que muchas de las Madres eran creyentes y participaban de actividades religiosas “Las madres en general eran católicas, había madres que iban todos los domingos a la iglesia, a pedir a rezar y formaban parte del coro. Otras madres eran religiosas, creían en Dios, iban a rezarle o entraban en la iglesia a pedir por la aparición de sus hijos aunque no fuera domingo. Incluso había hijos de algunas madres eran catequistas e igualmente desaparecieron”.

En definitiva, podemos observar cómo, a pesar de que el organismo eclesiastico más importante de la ciudad, la Catedral y su obispo decidieron mostrar una postura de desamparo con respecto a las Madres de Plaza de Mayo, otras instituciones pertenecientes a la misma diócesis y profesantes de las mismas creencias optaron por acompañar y apoyarlas en su lucha, demostrando de esta manera las diferentes opiniones y perspectivas que se generaban dentro de la religión católica.

El cambio de la mirada eclesiástica rumbo a la democracia

En el comienzo de los años ´80, pasando a los últimos años del proceso militar y la apertura del proceso democrático, podremos ver como el posicionamiento de la Iglesia Católica comenzó a tomar un rumbo un poco diferente al que venía siendo planteado. Para profundizar un poco más el tema, la historiadora Gabriela Quiriti quien se encuentra realizando su tésis doctoral sobre Iglesia, Política y Sociedad: La diócesis de Mar del Plata entre 1976 y 1983 nos comentó acerca de la relación que mantenía la Iglesia con el municipio: “En un principio era una relación muy fluida, donde no se expresaban rigideces a nivel institucional.

Con todos los intendentes, algunos puestos directamente por el proceso, la relación en los actos protocolares era buena digamos,se saludaban y se juntaban. Iglesia y municipio van trabajando de forma mancomunada. La Iglesia sirve al municipio para llegar a los barrios , que presentaban reclamos muy concretos desde lo socio económico.” De esta manera, Quiriti desarrolló: “ A lo largo de la dictadura y sobre todo a partir de 1981, los reclamos no son por los desaparecidos, ni son por la cuestión de los derechos humanos, sino desde el punto de vista de lo socioeconómico. Eso es lo primero que empieza a aparecer en todos lados y es lo que la Iglesia le criticó al gobierno”. “Luego comenzó a haber un montón de obispos, que son denominados progresistas, que eran quienes venían criticando las decisiones de la Iglesia Nacional y estaban con la cuestión de los derechos humanos. Es todo ese conjunto de obispos quienes expresan esas voces de disidencia”.

Año 1982, se entroniza la Virgen de Luján en la gruta de Sierra de los Padres con la presencia del obispo Rómulo García y autoridades. Foto extraída del archivo de La Capital (envíada por Griselda Hernández).

La historiadora manifestó que, a pesar de haber sido muy criticado por sus maneras de actuar, el obispo García también fue partícipe de actos de solidaridad social: “La actitud de García siempre va a ser una de conciliación, tampoco hay que pensar que fue un colaboracionista de la dictadura, hay documentos que expresan que durante el proceso ayudó mucho a personas que eran perseguidas”. Hay archivos donde a García se lo mencionan como un buen pastor de su rebaño,que ayuda a los perseguidos, a pesar que tenía una posición más conservadora con respecto a la cuestiones que había propuesto con anterioridad el Concilio Vaticano y el reformismo en la Iglesia”.

Diario El Atlántico, edición del día 8/12/1983 (foto aportada por Gabriela Quiriti).

Con respecto a los puntos de vista que eran expresados sobre la apertura democrática, Quiriti sostuvo: “García venía de la diócesis de Bahía Blanca, la cual era bastante conservadora, al suceder a Pironio, quien se había posicionado a favor de los Derechos Humanos y tenía una ideología arraigada a las causas sociales, lo que intentó García fue “ordenar el rebaño”, por decirlo de alguna manera. El gran cambio puede observarse a partir de 1981 donde en el evento, Asamblea del Pueblo de Dios se habilita un espacio que García abrió para convocar a la comunidad y empezar así a hablar de lo que iba a ser la democracia. En ese momento comenzaron a escucharse mucho más los reclamos por los desaparecidos donde en un principio el reclamo principal es acerca de la aparición de con vida. Pero el tema de la Guerra de Malvinas un poco diluye toda esta situación 1982 porque se empieza a hablar muchísimo más del conflicto y del llamado a la paz”.

Tras recopilar todos estos datos y testimonios desde diferentes miradas acerca del sistema eclesiásticos podemos llegar a la conclusión de que las diferentes miradas y posiciones políticas se encontraron atravesando todos los sectores de la sociedad y a los individuos tanto de manera individual como colectiva. Las personas podrán contarnos desde sus vivencias experimentadas cual creen que es la verdad, pero luego de investigar desde diferentes puntos, contextos y formas de análisis sabremos que la especulación es un hecho, y, que, la religión ha sufrido cambios en diferentes momentos y por diversos actores sociales que la modificaron.

Suponer una institución centralizada, donde se obedece y controla de arriba a abajo y donde lo doctrinal es cumplido y llevado a la acción, es desconocer la diversidad de prácticas y fidelidades cotidianas del catolicismo”. (Malimacci, Catolicismo latinoamericano a fines del milenio,1995: PÁG 164).

 

*Estudiantes del MediaLab, primer Laboratorio de Redacción para Medios Digitales. Se trata de un sistema experimental que consiste en el trabajo periodístico, de producción propia, que desarrollan alumnos del Taller de Redacción para Medios Digitales, correspondiente a la Tecnicatura de Periodismo Digital que se dicta en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

También puede gustarle...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *