Niñas de rosa y niños de azul: ¿Cómo nos impactan los mandatos de género?
“Autitos para Mati; muñecas para Juana”, “¿Cómo vas a jugar al fútbol? ¡Vos tenés que ir a baile!, ser más delicada”, “Ponete este vestido, el buzo es para tu hermano”… son algunos de los planteamientos que siguen resonando en las mesas familiares, en las juntadas de amigos, en los medios de comunicación, en las publicidades de revistas. Sin embargo, ni el azul es de niños ni el rosa de niñas: el género no tiene color, los colores son colores, y los pequeños y pequeñas simplemente quieren jugar.
Analizando la historia, hacia el siglo XIX, no se daba un uso específico de uno u otro color en la indumentaria de las infancias. Normalmente se solía vestir a los niños y niñas con blanco o negro en materiales más pesados como el terciopelo. Fue a partir de inicios del siglo XX cuando se empiezan a utilizar colores diferentes para la vestimenta infantil dependiendo de su género (azul para las mujeres, y rosa/rojo para los varones, asociado con la valentía, la fuerza y la sangre). Recién en los años 80, la publicidad, los fabricantes y la sociedad cambiaron radicalmente su categorización de estos colores por géneros, comenzaron a usar las tonalidades más suaves en la ropa y a comercializar a grandes niveles juguetes diferenciados por sexos y colores.
Desde Portal Universidad, analizamos junto a la Licenciada en Psicología Micaela Bautista (Mat. 48303), cómo el género impacta hoy en día en el ejercicio de la autonomía tanto en niñeces como en adultos, y la importancia de cuestionar los binarismos y los mandatos tradicionales: “Hay un choque de generaciones. A mí me gusta hablar de ‘constitución subjetiva’, cómo nos vamos constituyendo y cómo eso está atravesado claramente por una mirada de género, de decir qué se espera de un varón, qué de una mujer y cómo a partir de ahí construimos posibilidades de ser y coartamos el ejercicio de la autonomía”.
“Coartamos la toma de decisiones basadas en nuestras propias creencias y deseos y esto va cargándonos como sujetos de diversos sufrimientos, por estar atados a estos mandatos de género tan establecidos y tan metidos en el imaginario, en el sentido común. Este choque generacional invita a la deconstrucción, básicamente poder desaprender en algún punto todas estas cuestiones históricas y sociales, que hoy tienen más visibilidad, pero que impactan aún hoy en nuestras decisiones y nuestra autonomía”, destacó.
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“Las familias son el primer dispositivo social, donde encontramos la posibilidad de ser lo que queramos ser. Encontramos también un condicionamiento que está enraizado en prejuicios y creencias estereotipadas. Claramente, a medida que podamos revisar esos prejuicios, esos temores que tienen que ver con una sociedad heteronormada, esta cuestión del binarismo mujer-varón, vamos a poder ofrecer condiciones de posibilidad para que las infancias sean más libres, autónomas y deseantes. Si no nos paramos en un lugar en el ejercicio de la crianza donde imposibilitamos la libre elección”, destacó la profesional sobre el rol de la familia en la crianza de niños y niñas.
A nivel comercial, en cuanto a los productos y servicios ofrecidos por jugueterías y locales de indumentaria, “creo que hay un pequeño avance, porque la perspectiva de género es nuestra herramienta para ir levantando este tipo de prejuicios, a estar atento a estas cuestiones o creencias. Se va como colando, va siendo una herramienta en todos los ámbitos. El marketing va incorporando esta mirada y va desmantelando esos posicionamientos. Aún falta, porque a veces nos encontramos con alguna publicidad o algún prejuicio de esto. Si bien hay un contexto que invita a la reflexión y deconstrucción aún en el sentido común y en las personas propiamente dichas se escucha esto”.
No hay que insertar prejuicios en los chicos
Respecto del bullying que los chicos en edad escolar reciben por parte de sus pares cuando no asumen estos roles impuestos, la profesional manifestó: “A medida que dentro de las instituciones se va incorporando esta mirada, que por suerte hay bastantes herramientas para desmantelar estas cuestiones prejuiciosas o de género, el contexto de bullying puede empezar a estar más en baja. Falta por supuesto, pero hay otro registro, incluso desde las infancias hay otro posicionamiento. Cuesta más a los adultos incorporar estas cuestiones que a la infancia propia, los chicos y chicas vienen con otra apertura, libres de prejuicios. Entonces, si una familia o institución acompaña desde ese lugar, es mucho más probable que ese niño o niña no atente contra la elección de esa persona, ese semejante”.
El dispositivo analítico, de la terapia, abre también a esas posibilidades. Si bien falta, hay un caminito que se va haciendo y tiene que ver con esta revisión del condimento social en nuestra propia singularidad”, destacó la licenciada Micaela Bautista.
Finalmente frente a la dificultad que supone para las nuevas generaciones adaptarse a estos cambios, Bautista explicó: “Entiendo que en muchos casos, para estas personas es un sufrimiento adaptarse a estos cambios. A mí me gusta hablar de ‘sufrimiento’, porque sentirse atacado por un posicionamiento que uno viene arrastrando a lo largo de su vida, genera sufrimiento. Si se sufre, si hay pregunta, si hay reflexión acerca de esto, tenemos un paso ganado; habla de cierta posibilidad de flexibilizar esos patrones, esas ideas y creencias o representaciones acerca del mundo”.
“Cuanto más podamos ejercitar esta flexibilidad, estamos hablando de una posibilidad de adaptación, de seguir creciendo, avanzando, nutrirnos, abandonar paradigmas viejos, comprender que vivimos en una sociedad e incluso rodeados de otros donde todo va cambiando. Probablemente podamos ser menos sufrientes en ese sentido. En algunos casos con más dificultad, porque hay posicionamientos más rígidos y difíciles desde la propia singularidad de la persona; hay otros casos donde tal vez es mucho más fácil transformarse y construir cosas nuevas”, expresó.