Episodios de violencia en jóvenes, un fenómeno que revela “una expresión de personas frágiles”

 

Es habitual encontrar, cada vez con mayor frecuencia, noticias que dan cuenta de episodios de violencia que se desencadenan en bares, boliches y otros espacios recreativos para jóvenes, y no tan jóvenes. Muchos hechos llegan de forma masiva a la mirada del público por el impactante nivel de violencia que evidencian y las irreversibles consecuencias que tienen para sus víctimas.

Con el objetivo de analizar este fenómeno, desde Portal Universidad nos pusimos en contacto con Leonardo Pontoriero licenciado en Psicología, psicólogo clínico especializado en trastorno de la personalidad, MP 46354.

Al respecto, el especialista dijo: “Son situaciones que se vuelven más habituales y parece que la violencia va tomando un cariz cada vez más natural. Uno va naturalizando el tema de que en boliches o los lugares donde los jóvenes eligen divertirse, la pelea, en muchos casos violenta, en muchos casos no, forma parte de la diversión. Cuesta entenderlo pero forma parte de un discurrir de cierta franja etaria, de cierta edad, donde se observa una expresión de la violencia que va en escalada. Por suerte no todos los casos tienen saldos trágicos, pero es preocupante ver que la pelea se vuelve algo bastante común, tanto entre jóvenes de sexo masculino como femenino, hoy no hay distinción de género en este punto”.

Foto: Episodio de violencia que se vivió en los últimos días en las puertas de un boliche en la ciudad de Necochea.

En el mismo sentido expresó: “Parece que la salida tiene mucho que ver con la descarga de la violencia. Más allá de los casos puntuales, que deben evaluarse en términos individuales y con un diagnóstico que se debe hacer en función de la persona, existe un fenómeno social cuyos elementos dan cuenta de que hay algo en el orden de la violencia cotidiana que se está poniendo en juego. Vivimos en un contexto violento en todas las edades, hay un ejercicio de la violencia en todos los vínculos, en los vínculos de pareja, en los vínculos familiares, en los chicos, en los jóvenes, en los adultos”.

Asimismo, agregó: “Vivimos en una sociedad cada vez más conflictiva y por eso tenemos que pensar en un fenómeno sociológico y psicológico. Lo que se pone en juego tiene que ver con un discurrir de un lenguaje cultural, donde se van perdiendo la ley. Se va perdiendo la posibilidad de frenar la impulsividad. Desde niños los seres humanos aprenden a manejar sus pulsiones, a dominar su instinto. Esta capacidad de controlar las pulsiones es un mecanismo de defensa que permite una autorregulación en relación a una normativa, que es la normativa cultural. Para ingresar en la cultura, el ser humano tiene que reprimir muchísimas cuestiones y parece que en este último tiempo hay una cuestión de vida pulsional más expuesta, donde no hay más forma de manejar defensivamente el impulso y sale todo, sale todo aquello que tiene que ver con la violencia”.

Respecto de la inusitada violencia que se observa en muchos casos, Pontoriero explicó que se relaciona con un corrimiento de ciertos límites y dijo: “La adolescencia es una momento de la vida donde el ser humano expresa de una manera más violenta todo lo que le pasa. Ciertos fenómenos que pasan a lo largo de toda la vida se hacen más visibles en este momento evolutivo. Puede parecer que los adolescentes son más violentos, pero insisto: no son más violentos que los adultos, no son más violentos que los niños. El problema se encuentra en la ausencia de límites, que a nivel cultural genera individuos cada vez más carentes, no solamente de mecanismos defensivos, sino que son más carentes de tolerar lo distinto, las frustraciones, la espera, la ansiedad, la existencia del otro”.

“Cuando se pierden los límites de la tolerancia, cada vez es menos lo que hace falta para que se ponga en juego lo pulsional de manera brutal. Por eso suceden situaciones donde chicos que no los dejan entrar al boliche ejercen violencia para entrar, el que está adentro se siente violentado, devuelve esa violencia y de forma absurda, solo con eso basta para que se genere una situación de alto nivel de riesgo físico. Estas violencias físicas despiertan lo más arcaico del sujeto, ubican al otro como un enemigo mortal y buscan su aniquilación”, aseguró.

El rol de las redes

En el análisis sobre este devenir de una sociedad más violenta, es inevitable preguntarse cuál es el rol que tienen las redes sociales en las transformaciones culturales. Al respecto, Pontoriero manifestó: “Actualmente, la posibilidad de poder filmar estas situaciones y subirlas a las redes deriva en un interés por hacer un show, mostrarse, mostrar y consumir ese contenido terrible como una gracia. Además vivimos en un mundo donde se propone lo inmediato, donde no hay lugar a la espera, no hay lugar a la frustración. Es un aprendizaje tener que vérselas con el no y en la cultura actual cuando el chico tiene un problema, en lugar de enfrentarlo el contexto se las arregla para violentamente evitarle el problema. Se busca evitar la frustración escolar, la frustración social, la frustración en su propia imagen. Si el niño llega a la adolescencia sin haber atravesado esas situaciones de frustración, lo hará con una fragilidad estructural y no tendrá elementos defensivos para hacer frente a la realidad desfavorable. Ahí es donde irrumpe la pulsión y se pone de manifiesto lo arcaico”.

Foto: Captura de una pelea en una escuela transmitida por Tik Tok.

En el mismo sentido dijo: “Lo que la violencia expresa es la incapacidad para expresarse, la fragilidad. Esto que puede parecer una lucha entre personas fuertes sin miedo a la pelea, no es más que una expresión de personas frágiles que no tienen otro recurso más que la pelea para poder dar cuenta de su posición. Hay una puja de poderes que se da desde un nivel de fragilidad. Sin embargo es importante destacar que hay múltiples factores, uno no puede pensarlo desde una perspectiva simplemente monocausal. Las redes tienen un impacto en el refuerzo de estos comportamientos pero esto hay que pensarlo desde lo multidimensional a nivel social, cultural, de estructura. El encierro que vivimos en la pandemia también ha generado que muchos de estos jóvenes hayan tenido que vivir en casa muchas cosas, otros lo han tenido que vivir afuera. El impacto del aislamiento ha retrasado un poco evolutivamente muchas situaciones”.

¿Cómo es más conveniente abordar el problema?

Respecto de la forma más conveniente de abordar la problemática y el rol de los distintos actores de la sociedad, Pontoriero dijo: “Hacen falta programas de prevención en psicología que apuntalen básicamente a los educadores. Cuando digo educadores me refiero a personas que trabajan en contextos educativos y a los padres. Es necesario permitir que los niños de muy chicos empiecen a encontrarse con la frustración y aprendan a elaborar esos mecanismo de autorregulación. Esto es fundamental para que más adelante puedan enfrentarse a estas situaciones y tengan mayor tolerancia a la espera, a la frustración, a la ansiedad”.

“Poder posponer, esperar, no tener que decidir ya. A los jóvenes les cuesta mucho porque no han sido educados en esta posibilidad. Hay que trabajar mucho con los padres en esto de hacer que ellos también como adultos toleren la frustración de sus hijos. Muchas veces pasa que los padres no toleran la frustración de sus hijos y salen a tratar de evitarles el problema. No se dan cuenta pero esto genera un daño mayor. Los niños se tienen que frustrar, se tienen que angustiar y tienen que aprender a expresar sanamente su malestar”, concluyó.

 

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