Entrega de alimentos a comedores: desde la Iglesia aseguran que el Estado no se puede desentender de la situación
Según datos publicados en un estudio realizado por el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), a cargo de Agustín Salvia, en dos meses la pobreza creció 13 puntos y registra su índice más alto de los últimos 20 años. De este modo, desde que se inició la nueva gestión de gobierno, 27 millones de personas son pobres en todo el territorio de la República Argentina y los niveles de indigencia ya alcanzan al 15% de la población.
A este dato alarmante, que pone de manifiesto la compleja situación social que atraviesa el país, hay que sumarle la decisión política tomada por el gobierno de Javier Milei de paralizar por completo la entrega de alimentos a comedores y merenderos. Tras dos meses de desabastecimiento, muchos de estos espacios barriales comenzaron a cerrar sus puertas y los que sostienen la actividad con mucho esfuerzo, apenas pueden abrir uno o dos días por semana, en un contexto donde la demanda crece fuertemente, incluso por parte de jubilados y trabajadores formales cuyo salario no alcanza.
La Iglesia Católica, por medio de sus instituciones como Cáritas, es una organización que históricamente se ha ocupado de brindar asistencia a los sectores más vulnerables y la crisis económica y social actual no es la excepción. Con el objetivo de evaluar el panorama actual, desde Portal Universidad nos pusimos en contacto con Gabriel Mestre, ex obispo de la diócesis de General Pueyrredon y actual arzobispo de la localidad de La Plata.
Respecto de los datos que arrojó el estudio del Observatorio Social de la UCA, Mestre dijo: “Miramos la situación con muchísima preocupación, porque los datos lamentablemente reflejan la realidad y los rostros de lo que, como iglesia, vemos que sucede en cada uno de los lugares del país. En su momento hice referencia a los dichos del entonces candidato y ahora presidente, Javier Milei, donde manifestó que el ajuste lo iba a pagar la “casta” y no creo que la casta sea la gente de nuestros barrios más postergados, más marginados. La casta no pueden ser nuestros jubilados, no pueden ser nuestros niños, niñas y adolescentes”.
En ese sentido, agregó: “Son justamente los más vulnerables los que están pagando de manera directa y estos datos dan cuenta de ello. Yo estoy constantemente en recorrida y en diálogo con las personas que están día a día en los barrios, tengo el conocimiento de la realidad a través de ellos y estoy realmente impactado por el trabajo enorme que hacen de contención, junto con otras organizaciones sociales, movimientos populares, incluso con otras confesiones religiosas, para tratar de contener y acompañar lo que es más urgente. Si uno lo piensa en frío y en abstracto, los comedores no deberían existir, pero la realidad es que existen, la necesidad existe y hay que acompañarlos, hay que ver cómo se generan políticas que no sigan dejando a las personas cada vez más descartadas”.
Por otro lado, consultado sobre el vínculo entre el Gobierno Nacional y la Iglesia, Mestre manifestó: “Constantemente tratamos de mantener una dinámica de diálogo, hemos tenido momentos un poco mejores y otros no tan ágiles en la comunicación. Todo este replanteo que hicieron de las ayudas sociales, motivó por un lado que la ejecutiva de la Conferencia Episcopal emitiera a mediados de enero una reflexión particular de los obispos que están en Cáritas Nacional, que coordina toda Cáritas, y después cada uno de los obispos salió a manifestarse en el contexto de cada distrito. Ha habido unos pequeños pasos, pero creemos que no alcanza. El gobierno nacional tiene que ver a la Iglesia católica, a las otras iglesias, a los movimientos populares, no como enemigos sino como aquellos que están prestando un servicio subsidiario, que lo debería prestar el Estado, en cuanto a la contención y el cuidado de los más pobres y establecer canales de diálogo”.
Ha habido unos pequeños pasos, pero creemos que no alcanza. El gobierno nacional tiene que ver a la iglesia católica, a las otras iglesias, a los movimientos populares, no como enemigos sino como aquellos que están prestando un servicio subsidiario, que lo debería prestar el Estado.
En cuanto al documento emitido por la Conferencia Episcopal, el arzobispo dijo: “Se solicita que el Estado audite que el alimento que va para los pobres, llegue a los pobres. En ese sentido, la Iglesia como cualquier organismo, movimiento, espacio social u ONG, tiene que ser auditada. El intermediario no es el enemigo, sino alguien que sirve, que acompaña, que contiene y que tiene que ser auditado, no demonizado a priori. Si hay algo que está mal, se lo audita, se lo corrige, que es justamente la función del Estado si hay un nicho de corrupción o si se arma lo que se llama un negocio de la pobreza. Pero no se puede desentender el Estado de la situación de los más necesitados. Hablamos de dejar a la deriva los rostros concretos de personas, familias, niños, niñas adolescentes y nuestros jubilados, nuestros ancianos, e incluso también la clase media trabajadora”.
La importancia de convocar a todas las organizaciones sociales
Luego de haber renovado la semana pasada el convenio de meriendas con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, el presidente de Cáritas y obispo de Quilmes, Carlos Tissera, afirmó que el Gobierno “tiene que recapacitar” y que “el diálogo debe ser el camino” para solucionar la falta de entrega de alimentos a comedores, para lo cual consideró necesario que “se sienten en la mesa otras organizaciones sociales“.
Frente a estas declaraciones de Tissera, Mestre expresó: “Uno de los efectos positivos de algo tan dramático, como fue la pandemia, es que aprendimos mucho más a trabajar en conjunto en el territorio. Allí los grupos de Cáritas de la Iglesia Católica se encontraron con la gente de barrios de pie, de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), del Movimiento Evita, y algunas otras ONGs. A pesar de que por ahí en algunos puntos hay diferencias de carácter de pensamiento, de perspectiva ideológica, en esto de contener las situaciones de pobreza, en esto de tratar de sacar a los pibes de nuestros barrios de la droga, hay un trasfondo común”.
En el mismo sentido agregó: “Desde la Iglesia nosotros no nos quedamos cuidando nuestra quintita, lo cual sería muy egoísta y muy pequeño. Nosotros vemos que hay muchas organizaciones que trabajan muy bien, manteniendo la perspectiva de auditar a la Iglesia católica y a cualquier organización que reciba fondos o alimentos del Estado para los más pobres. Yo me hago eco de esto que dice Tissera y lo repito claramente, porque en territorio nos encontramos y trabajamos en conjunto, expresando el espíritu comunitario y generando los espacios para que se exprese la creatividad de nuestro pueblo más sencillo para salir de los momentos de crisis”.